lunes, 12 de noviembre de 2018

ACONTECERES DEL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XIX EN GETXO -63-



En la anterior entrada veíamos cómo el Alcalde de Getxo presentaba en el pleno los documentos correspondientes a la venta y compra de las acciones que la Escuela de Niñas Pobres de la Fundación Cortina tenía en el Ferrocarril de Tudela a Bilbao.

Para el 16 de septiembre de 1886, el rugir de los cañones volvía a sonar sobre los cielos de Getxo. El Ayuntamiento se daba por enterado de un oficio remitido por el Gobernador Militar sobre la llegada a nuestro municipio de la 1ª Batería del 2º Regimiento de Artillería de Montaña, que había venido para realizar ejercicios de tiro al blanco con cañón. Por lo que el consistorio les hacía entrega del Fuerte las Canteras para alojarse.

Y como no todo iba a ser fuerza y armas y la preocupación por la enseñanza y los locales donde impartirla eran de frecuente inquietud para nuestras autoridades, en esos días, el Ayuntamiento de Getxo, acordaba empezar los expedientes para solicitar al Gobierno: “...La subvención legal para la construcción de locales y casas destinadas a escuelas de 1ª Enseñanza...” Pero no era ese el único tema que afectaba a nuestro Pueblo. El 28 de septiembre de 1886, en “El Noticiero Bilbaíno”, trataban sobre una de las obras emblemáticas del Abra, el Puerto: “...No necesitamos encarecer la importancia del estudio de un puerto en el Abra de Bilbao, que ha emprendido el Ingeniero D. Evaristo de Churruca...” Obra que era alabada por el vecino de Algorta D. Dionisio de Zubiaga, propietario de las casas de Algorta “Ochoena” y “Zubiagabarri”, en un encendida carta a aquel diario: “…La necesidad de un puerto interior, abordable a todas horas y en todos tiempos, un puerto de excelentes condiciones marineras; su posición geográfica es tan ventajosa, que aunque no contara Vizcaya con tan magnífica Abra, su historia, el carácter de sus habitantes, compuestos en gran parte de marinos y comerciantes, hace necesaria un área abrigada que la proteja...” Era una obra que no solo iba a transformar el Abra, si no que haría casi desaparecer una de las playas más bellas del litoral, la Playa de Las Arenas.


Por aquellas fechas, el vecino de Algorta D. Juan Dourte Azcarate, (padre del que luego fuera uno de los más importantes fabricantes de órganos, D. Juan Dourte Zalduondo), que era director del Colegio San Bernardo de Algorta, solicitaba utilizar la casa consistorial para realizar el reparto de premios de dicho colegio.

Algunas trampas en los votos a Diputados a Cortes se realizaban por aquellos días. Parece ser que el peón caminero de Getxo, a quien se le había encomendado entregar tres sobres que contenían las actas de la elección, que se había realizado en nuestro municipio el pasado 5 de septiembre: “...Se hizo presente por varios concejales y la presidencia, que en la tarde del día 5 del actual después de concluir las operaciones de la elección de Diputados Provinciales, con fin de dar cumplimiento en lo previsto en la ley, ha sido encargado por la Mesa al peón caminero del municipio, conducir a Bilbao tres pliegos cerrados que contenían documentos y actas de la elección, uno de ellos para el Gobernador Civil de la Provincia, otro al Sr. Alcalde Presidente de la Comisión Inspectora del censo Electoral del Distrito de Bilbao y el tercero al Sr. Administrador del Correos para dirigirlo al Excelentísimo Sr. Ministro de la Gobernación, con mandato expreso que les hiciera entrega de la documentación a dichas autoridades. El resultado fue, que según se hizo ver a la mesa el día seis, no hizo entrega de los dos primeros sobres a las autoridades a quien iban dirigidos si no a otra u otras personas distintas por que los votos consignados en el acta original fueron transformados y raspados...” Aquel amaño electoral le costó el puesto al peón caminero, pero seguro que no fue cosa suya el que se desviara dicha documentación a los tramposos.

A finales de septiembre de 1886, había cierto número de prófugos en Getxo. Entre los mismos se advertían apellidos conocidos del Pueblo: “Aurrecoechea, Zuazo, Astica, Aresti y otros”. El Ayuntamiento, por la obligación que le imponía la Ley de reempalzos de 11 de julio de 1885, declaraba a los mismos, prófugos. Echando un vistazo a aquella ley, se podían observar algunas cosas que llamaban la atención: “...Ya que podían exentos aquellos mozos que fueran hijos únicos de padres y/o madres pobres, sexagenarios y viudas, también contemplaba aquella ley los casos de hijos expósitos, naturales y nietos; la cual eximía del servicio a los profesores de las Escuelas Pías y novicios que llevaran más de seis meses. Aquellos a quienes se declarara prófugos estaban penados con dos años de servicio en ultramar. A los Ayuntamientos que no hubieran hecho para finales de abril el expediente de prófugos se les castigaba con multas que iban desde 50 a 200 pesetas. A las personas familiares a quienes se les considerara cómplices, podían ser penados con multas de 100 a 500 pesetas. El aspecto económico no pasaba desapercibido ya que aquellos, que teniendo posibles, desearan redimirse del servicio ordinario lo podían hacer pagando 1.500 pesetas y 2.000 cuando fueran destinados a ultramar, bastaba con presentar en cualquier delegación de hacienda la carta de pagos...” Pero si estas cosas llamaban la atención no lo eran menos otras circunstancias que hacían que el mozo fuera declarado no sujeto a servicio y que hablaban de inutilidades físicas: “...Falta completa de ambos ojos. Perdida completa de la nariz, orejas o lengua, de todos los dientes. Jorobas o torceduras del espinazo monstruosas. Pérdida de los órganos genitales. Sífilis, Caquexia escorbútica, Herpes de aspecto repugnante y Reumatismo crónico. Desarrollo excesivo de la cabeza, tumores voluminosos, hermafroditismo, tisis, lepra, albinismo, obesidad general, dedos supernumerarios, ser patizambo. También otras por nacimiento imbecilidad, idiotismo, sonambulismo, baile de San Vito, tartamudez permanente, sordo-mudez y gota crónica...” Esta última parecía especialmente dedicada a salvar del servicio a las familias bien o clases nobles. Sin embargo, algunos mozos de la localidad que reunían algunas de las condiciones exigidas por la Ley, ser hijos de padres pobres y sexagenarios o tener madres viudas, veían el apoyo del municipio para evitar el servicio activo. Mientras, se daban casos que a todas luces resultaban cuando menos paradójicos, era el caso de Idelfonso Aurrecoeche, quien a pesar de vivir en la República de Chile, era considerado prófugo: “...Sin que haya puesto cantidad alguna en deposito para responder de su suerte…” Menos mal que dentro de las diligencias sus padres resultaban exonerados: “...Conminándole al pago de los gastos que ocasione su busca y captura y su conducción ante la Exma. Diputación Provincial...” Parecía que lo importante para el Estado era garantiza sus arcas.


La banda de música de Getxo estaba disuelta a finales de septiembre de 1886. Por ese motivo un músico vecino de Bilbao, D. Rudesindo Orcajo, se puso en contacto con el consistorio para ver la posibilidad de hacerse cargo de dicha banda. El Ayuntamiento le indicó las condiciones económicas que hasta esa fecha, la banda había venido disfrutando por si continuaba interesado: El Ayuntamiento abonaba a su director 250 pesetas anuales y al conjunto de la banda de 1.250 a 1.500 pesetas, siendo los instrumentos de propiedad municipal. Y le indicaba si: “...Puede acercarse a esta localidad para tratar de reanudar la banda de música, bajo las condiciones que se fijen al efecto...”

Por aquellas fechas, D. Pablo Mugica, era organista de la parroquia de San Nicolás de Bari de Algorta, actividad que compaginaba con la de profesor de la clase de solfeo.

En la próxima entrada veremos cómo el Pueblo estaba creciendo, los servicios eran escasos y los enfrentamientos con los barrios y el Gobierno de la Provincia también eran frecuentes. Y cómo las solicitudes de socorro de familias pobres llegaban a nuestros ediles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario