En la anterior entrada de esta serie sobre el último cuarto del Siglo XIX, veíamos como, el Ayuntamiento de Getxo acordaba abonar a un vecino de Portugalete una propiedad que el mismo tenía en el barrio de Las Arenas.
En el pleno municipal del 31 de marzo de 1898 del Ayuntamiento de Getxo acordaban preparar las listas electorales conforme a los padrones municipales: “...Acuerda este Ayuntamiento nombrar como Comisionados a los señores Regidores D. Manuel Cámara y D. Rafael Elcoro para que sin levantar mano, procedan en unión de los guardias municipales, a formar listas con los antecedentes y padrones municipales de habitantes a la vista, de los vecinos que de acuerdo a la Ley gozan del derecho electoral y no aparezcan incluidos en las vigentes...” La Ley para la elección de Diputados a Cortes de 1898 establecía en su régimen electoral: En primer lugar, para poder ser elegible, no había que estar comprendido dentro de las incompatibilidades que se recogía la ley en su artículo segundo. Se podía elegir un diputado por cada 5.000 electores. Quedan excluidos los inscritos en la anterior que desde su publicación hubiesen fallecido o perdido el derecho electoral por incapacidad o pérdida de vecindad. (Boletín de la Gaceta de Madrid de 1898).
Y como ya estaba a las puertas la Semana Santa, el Ayuntamiento de Getxo, en ese pleno acordaba: “...Que en atención a la santidad del próximo jueves y a las funciones religiosas que la Iglesia celebra en ese día, y siguiendo las costumbres de todos los años anteriores, se celebre sesión ordinaria en la víspera de dicho día, oséa el miércoles, a la misma hora señalada a las nueve de la mañana...”
En el pleno municipal del Ayuntamiento de Getxo del 6 de abril de 1898, se trataba sobre varios temas, entre ellos el referido con anterioridad a la extracción de arena de la Playa de Las Arenas: “...Tras una razonada y meditada discusión referente al acuerdo sobre la extracción de arena de la Playa de Las Arenas, acuerda este Ayuntamiento por unanimidad incluir el párrafo siguiente “Podrá ser extraída arena de la playa de Las Arenas , previo permiso del Ayuntamiento, donde descubra la marea para emplearla en obras que se construyan dentro de la jurisdicción de este termino municipal”...”
Seguí el pleno y en el se producía la renuncia a sus cargos de los miembros de la Junta de Caridad del Hospital Hospicio de Algorta: “...Se da cuenta de una instancia presentada por D. Juan Barasorda, D. Emilio Basagoiti , D. Juan Libano Vidaurrazaga y D. Pedro Benguria, vocales todos de la Junta de Caridad del Santo Hospital Hospicio de este municipio, haciendo renuncia a los cargos que venían desempeñando como vocales en el referido Santo Asilo. Acto seguido y teniendo presente lo que dispone el artículo primero del Reglamento vigente del dicho establecimiento benéfico, acuerda este Ayuntamiento admitir dichas renuncias, y que se ponga en conocimiento del Vicepresidente de dicha Junta para que en unión del vocal que todavía existe en ella, proponga a esta Corporación municipal los individuos que creyere aptos para reemplazar a los cuatro que han presentado la renuncia a sus cargos...”
Una vecina de la Avenida Basagoiti solicitaba permiso para dar un altura más a su vivienda: “...Acuerda el Ayuntamiento pasar a informe del Arquitecto del Municipio, a los efectos de las Ordenanzas de Edificación, una instancia de Dña. Manuela Berreteaga, viuda vecina de esta, solicitando permiso para elevar un piso más a la casa que fue de Dña. María Manuela Menchaca , ya difunta, y que hoy pertenece a la recurrente, en la calle de la Avenida Basagoiti...”
Un curioso artículo a cerca del origen y uso de las campanas, que un articulista de finales del Siglo XIX sugería, aparecía recogido en la prensa bilbaína: “...Dícese que las campanas se usaron por primera vez en la ciudad de Nola, durante el episcopado de San Paulino, en el siglo V. En el siguiente se introdujo su uso en los templos para señalar las horas canónicas, y poco después las hubo con Igual objeto en toda la Cristiandad. Además de servir para las ceremonias y fiestas religiosas, húbolas en casi todas las poblaciones de alguna importancia!, ya para avisar la hora del mercado, la queda, o para dar la señal de alarma en casos de incendio, o de ataques súbitos del enemigo, tan frecuentes en la Edad Media.
No faltan testimonios por donde aparece mucho más remota la antigüedad de las campanas. El P. Kircher atribuye su invención a los egipcios, asegurando que ya tañían allí para convocar al pueblo a las famosas fiestas de Osiris y de Isis. Por los autores clásicos de Grecia y Roma sabemos cuán común era el uso de las campanas, ya para llamar a los esclavos a las diarias tareas, ya para avisar la hora de los baños y de los espectáculos públicos, o de las lecciones a los estudiantes inscriptos en las academias y liceos. También sirvieron muchas veces para solemnizar los entierros, y solían resonar lúgubre mente cuando un criminal sentenciado a muerte caminaba para el suplicio.
San Carlos Borromeo dispuso que sonasen al elevar la hostia el sacerdote y al llevar el viático a los encarcelados y enfermos. En el siglo XI empezó la costumbre de repicar en las procesiones; en el TeDeum y el Ángelus. La bendición de las campanas es todavía más antigua, pues data del siglo VIII y es ceremonia complicada y curiosa: Llévase la campana al templo donde la recibe el prelado con el clero, se rocía con agua bendita, acompañado este acto de ciertas preces, después se lava con agua igualmente bendita; un asistente o acólito la enjuaga con un paño blanco y nuevo, el prelado la moja con aceite bendito por fuera, haciendo siete veces el signo de la cruz, y por dentro cuatro, mientras reza las oraciones de rúbrica, y le impone el nombre, por lo común el de la Virgen, el Salvador o de algún Ángel o Santo; enseguida el turiferario, que suele ser un diácono o subdiácono, quema incienso y mirra; envolviéndola en oloroso humo, y tras las últimas preces queda concluido el acto.
En el Siglo V y aún a principios del VI, fueron las campanas de pequeñas dimensiones; pero luego empezaron a fundirse otras mayores, y después otras más grandes, hasta llegar a tamaño monstruoso, especialmente en Rusia. La del Kremlin pesa sobre 200.000 kilogramos; la de Trotzkoi 175.000; la de San Juan 58.000; estas campanas, a causa de su enorme peso, están fijas, y sólo el badajo es movible. La mayor de Nuestra Señora de Paris, sólo alcanza 17.100 kilogramos.
En Asia, y singularmente en China, las hay también de extraordinaria grandeza y peso; las campanas chinas suelen ser de figura cilíndrica, tan anchas por arriba como por abajo, por lo cual se asemejan bastante a la hechura de los que aquí llamamos cencerros. En Grecia y Roma, por lo común, fueron esféricas.
Ha sido costumbre general de la Edad Media, y lo es todavía, grabar inscripciones en las campanas, declarando su nombró, el de su artífice, el año de su construcción y otras particularidades...” (El Nervión del 3 de abril de 1898).
Mientras, en es mismo diario, dejaban una pequeña reseña sobre Getxo: “...El alcalde de Guecho ha comunicado al Gobernador que en día de ayer chocaron dos coches del tranvía eléctrico en el cruce de Las Arenas...” (El Nervión del 3 de abril de 1898).
En la próxima entrada de esta serie veremos como, en un escrito del rematante de las obras del murallón carretera de Ereaga, el cual indicaba la necesidad de parar las obras por el peligro para la estabilidad del monte de Satistegi.
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