domingo, 4 de marzo de 2018

ACONTECERES DEL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XIX EN GETXO -23-



En la anterior entrada veíamos cómo la lactancia para niños de pecho era una de las ayudas municipales; y cómo, ya cercanas las fiestas de San Nicolás, el Ayuntamiento las preparaba con diligencia. Con esta daremos entrada al año 1881.

Año 1881. Empezaba bajo la presidencia de D. José Ramón de Arecheta. Con una noticia referida al Barco del Pasaje, al parecer de acuerdo con lo convenido, el barquero se negaba a transportar a personas que no fueran de los tres pueblos contratantes Getxo, Leioa y Berango, pero al parecer el contrato no impedía que personas ajenas a esto pueblos, pudieran utilizar el barco o lancha para realizar el pasaje de la ría. Por lo que los tres Ayuntamientos decidieron: “...que considerando que la ría tiene el carácter de ser libre el paso, no es justo que a ninguna persona se le impida el paso en la barca. El Ayuntamiento acuerda autorizar y autoriza al rematante que siempre que en su barca o lancha tenga sitio, después de embarcar a los de los referidos pueblos, pueda pasar a cualquier persona extraña a ellos, cobrándoles el pasaje...”

A mediados de enero de 1881 la viruela hacía acto de presencia en el Puerto. Definía el consistorio al barrio de pescadores como: “...Uno de los más poblados de esta Anteiglesia...” Se referían a la densidad de población. Con un afectado: un pequeño. Decidieron poner dos personas en el exterior de la vivienda para controlar que: “...nadie salga de la misma ni entre ningún extraño...” Para finales del mes la enfermedad ya se extendía por todo el municipio y el Ayuntamiento convocaba una reunión en sus locales a la Junta de Sanidad Municipal. El miedo se extendía entre la población hasta el extremo de que incluso en las escuelas, por orden municipal, no eran admitidos los niños que habían pasado la citada enfermedad, salvo que el medico local certificara que había pasado el peligro de contagio.


A comienzos de febrero, el día 3, y a pesar de la temida enfermedad, el consistorio autorizaba la postulación de Santa Águeda: “...queriendo acatar una costumbre que viene celebrándose desde tiempos inmemoriales, autoriza a que se pida por las calles la limosna que se llama de Santa Águeda en la noche de mañana...”

El ahorro en combustible para los faroles también era algo que el consistorio tenia en cuenta. Para ello recurría a las fases de la luna para aprovechar la luminosidad de la misma: “...el encargado del encendido de los faroles de calle, solo deje encenderlos los días de cuarto creciente de la luna hasta el de la llena y uno o dos más, apagando lo siguientes a dicha luna, cuando ésta aclare los puntos de los faroles...” El encargado de la limpieza de los mismos era el Sr. Lapresa, con sus propios trapos. Debía mantener los cristales diáfanos para que aquella tenue luz iluminara nuestras somnolientas y mortecinas calles de escasos y dispersos faroles.

Los juegos de los pequeños, al igual que los de hoy en día, eran algo que los adultos no soportaban, porque con sus pequeñas travesuras dañaban enseres municipales y parroquiales: “...se haga saber al maestro de la escuela pública de Algorta, tenga a bien adoptar las medidas que estén a su alcance para evitar que sus discípulos hagan daño,. Varias veces se les ha visto con sus gorras y piedras en la mano, lanzándolas contra los cristales de las escuelas y sacristía, así como sobre el tejado de dichas escuelas...” !Si los cristales hablaran, cuántas historias de pequeñas batallas, dejarían nombres de los antes y hoy adultos “inquisidores”!


La hidrofobia y las mordeduras de los perros infectados por esa enfermedad era otra de las preocupaciones de nuestros ediles en febrero de 1881. Se habían producido ataques de perros enfermos en poblaciones cercanas como Plentzia y Gorliz. Por ello el Ayuntamiento de Getxo se anticipó para prevenir la enfermedad: “...Adoptar las medidas conducentes a prevenir la enfermedad. Para ello se acuerda: Fijar anuncios en los parajes acostumbrados, ordenando a todos los dueños de perros que los mantengan atados en sus casas, colocarles bozales bien fijados...” Adoptaron también medidas muy expeditivas: “...que publicada sea la orden todo perro que se encuentre suelto y sin bozal sea sacrificado por los empleados municipales...”

A finales de febrero de 1881 se produjeron los amojonamientos de los limites de Getxo con Leioa, debido a que esas señales con forma tronco-piramidal no estaban visibles, y los lindes eran difíciles de precisar. El responsable por el Ayuntamiento de Getxo de llevarlas a cabo, fue el maestro de obras (Arquitecto) D.Francisco Ciriaco de Menchaca. Se requirió al consistorio de Leioa que acudiera: “...el Alcalde o una comisión a un lugar frente al salchichero de la localidad, a fin de comenzar las operaciones trayendo un perito de su confianza...”

A principio de ese año el Ayuntamiento ordenaba derribar las paredes de la casa en ruinas de las hermanas Sustacha, edificio que tenía por nombre “Quinquena” (Kinkena) Estaba situado en la calle Tánger (actual Avd. Basagoiti), cerca de la Escuela de Náutica.


Las relaciones entre los vecinos y la alcaldía no siempre eran buenas. A veces las órdenes ejecutorias, muchas de ellas consecuencia del Bando de buen Gobierno aprobado meses antes, provocaban situaciones, que vistas desde otro contexto, creaban situaciones chirenes. Fue el caso de una vecina de Algorta, que al recibir un oficio del Ayuntamiento, que le fue entregado por el alguacil, según relataba el diario de sesiones: “...Habiendo entregado el alguacil, ante testigos, el oficio, dicha señora le contesto: «se lo devuelva al Alcalde para limpiar el trasero. Luego tiró a tierra el oficio, para más enseguida se levantó haciendo con la mano un ademán escandaloso. Dijo que lo ponga sobre el fandango de una viuda de la casa Maurosa de Urduliz, y volvió a arrojarlo al suelo»...” Decidió el consistorio presentar denuncia y se le impuso una multa, los viajes a Bilbao de nuestros ediles para declarar en el juicio, supusieron para las arcas municipales la cantidad de 120 reales.

En esos días las multas derivadas del “Bando de buen Gobierno eran cuantiosas. Hasta los músicos de la banda fueron castigados con una. Se trataba de los miembros de la banda (D. Ignacio Abascal, D. José Luis Bilbao, D. Antonio Elustondo, D. Leonardo Zarraga y D. Dontao Llona), por lo que durante unos días no sonó la música en Algorta. Incluso la casa de algún concejal llegó a ver apedreados los cristales de su vivienda, a decir del mismo: “...seguro que por haber procurado en días anteriores que se cumpliera el Bando de buen Gobierno...”

El día 10 de marzo de 1881, el rematante de la nueva Casa Consistorial de la plaza de San Nicolás solicitaba al Ayuntamiento que se realizara la medición, por estar concluidas las obras. Dicha recepción quedó pendiente de la aprobación de obras del Gobernador Civil.


El 24 de marzo de 1881 se trataba en el Ayuntamiento dar autorización a la vecina del Puerto Dña. Francisca de Incera para la apertura de una pulpería, en la calle del Puerto de Algorta.

En la sesión municipal de esa fecha se trató también sobre la nueva iglesia que se iba a erigir en “Alanguetas” (se referían a la de San Ignacio) se acordaba: “...dirigirse al Sr. Obispo de Vitoria, en súplica de que lo recaudado durante el año actual en esta Anteiglesia por Bula, sea destinado a continuar las obras de la citada iglesia, que se hallan paralizadas por falta de fondos...”

En la próxima entrada veremos cómo el juego de pelota en el frontón de la Casa Consistorial de San Nicolás de Algorta veía peligrar su continuidad. Y cómo los socios del Casino Algorteño veían necesario instalar un buzón para recoger y enviar su correspondencia.

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