miércoles, 1 de octubre de 2025

ACONTECERES DEL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XIX EN GETXO -442

 

En la anterior entrada de esta serie sobre el último cuarto del Siglo XIX, veíamos como el rematante de los terrenos comunales de Aiboa, ofrecía una propuesta al Consistorio por el terreno vivero del municipio.

Debido a la alta incidencia de la viruela el Gobernador de la Provincia publicaba una circular dirigida a los Alcaldes de Bizkaia: “...En el Boletín Oficial de ayer se publicaba una circular del señor Gobernador Civil dirigida a los Alcaldes, para que hagan cumplir con celo las disposiciones vigentes sobre vacunación y revacunación, y las medidas que indica de desinfección y aislamiento de los enfermos de viruela...”(El Noticiero Bilbaíno del 18 de febrero de 1898).

Mientras, en Bilbao, los comerciantes ya preparaban la llegada del próximo Carnaval, anunciando bailes y artículos de disfraz para acudir a ellos. Algunos vecinos de nuestra Anteiglesia solían acudir a dichas celebraciones, los más en el ferrocarril Bilbao-Las Arenas, inaugurado den 1887 y otros en el Tranvía inaugurado de 1881. Decía la prensa bilbaína: “...Temporada de Carnaval de 1898.- Grandes bailes de sala y de disfraz, para los tres días de Carnaval y domingo de Piñata...” Los trajes de disfraz ofertados tenían los siguientes precios: “...Se alquila trajes de toda clases para Carnavales desde 2 a 60 reales, en la calle San Francisco, donde Mari Cruz Goiri....” (El Noticiero Bilbaíno del 18 de febrero de 1898). En el año 1.872 se construye una línea de tranvía por tracción animal (caballos), que comunicaba Bilbao con Las Arenas, en 1.875 lo haría con Algorta, sin embargo no se electrificaría hasta 1.887. Los tranvías desaparecieron gradualmente, desde 1944 al 1964 fueron paulatinamente sustituidos por el trolebús.

La prensa bilbaína contaba a cerca del origen de las mascaras de carnaval: “...El origen de las mascaras debe buscarse en las celebres fiestas de Venecia donde nadie podía salir a la calle sin disfrazarse durante el Carnaval, a menos de exponerse a bromas y molestias de todo género.

Los galos y romanos usaron las mascaras en las saturnales de las kalendas de enero. En la edad media, las que se usaban en las procesiones del Zorro eran grotescas; poco a poco fueron convirtiéndose en monstruosas, razón por la cual se las prohibió el Concilio de Tours.

Los antifaces de terciopelo y de seda que todavía son usados en nuestros días, estuvieron de moda en el siglo XVI, hasta que los prohibió el Parlamento de París. Llamábaselos lobos, por el miedo que inspiraba a los niños.

Prohibidos los lobos, reemplazáronles las mujeres con antifaces de crespón negro, para poder dar broma a través de ellos y parecer más blancas, como dice una crónica del Siglo XVII. Después fueron otra vez consentidos los lobos para los bailes, aumentados con barbas de encaje.

Italia tuvo hasta el Siglo XVIII el monopolio de la fabricación de máscaras. Un Italiano establecido en París fue el primer fabricante de antifaces...” (El Noticiero Bilbaíno del 20 de febrero de 1898). En la Edad Media parece ser que la costumbre de disfrazarse de animal estaba muy extendida, dado que en más de un texto de la época se prohíben taxativamente tales disfraces.   

Para completar aquel ambiente de carnaval, decía un articulista en la primera plana de un diario bilbaíno: “...En los escaparates, atrayendo la pública atención, se ven montañas de montañas de conffetis y serpentinas. En los balcones de algunas casas, los mismos trajes de guisón, de neskatilla, bebés, demonios, Tenorios, Faustos de distintas épocas, gitanos y paletos...” (El Nervión del 20 de febrero de 1898). Era costumbre en esas fechas, en algunos centros religiosos, celebrar actos de desagravio por aquellas celebraciones, consideradas por ellos como impías.

El origen de algunos hombres celebres era asunto de un artículo de un diario bilbaíno: “...Muchos, de los hombres que se han hecho notables por su saber y por sus eminentes servicios al mundo han sido de humilde cuna: Colón era hijo de un tejedor, y él mismo era tejedor. Cervantes era un soldado raso y después un cobrador de impuestos, cargos que no lo impidieron mostrar su ingenio en su inmortal obra Don Quijote de la Mancha. Homero, hijo de un ranchero humilde. Moliere de un tapicero. Demóstenes, el célebre orador, descendía de un cuchillero. Terencio era esclavo. Oliverio Cromwell era hijo de un cervecero de Londres.

Franklin era cajista de imprenta e hijo de un jornalero. Virgilio era hijo de un portero. Horacio de un tendero. Shakespeare descendía de un maderero. Milton de un corredor de Bolsa.

Napoleón-I- descendía de una familia oscura de Córcega; era sargento cuando se casó con Josefina, la hija de un hacendado criollo de la Martinica. El general Espartero era hijo de un carpintero de carros. Bolívar era boticario. Vasco de Gama desempeñaba el puesto de molinero. Galileo, el célebre astrónomo, era pobre y descendía de padres humildes. Jorge Stephenson, inventor del ferrocarril, nació en humilde cuna. Juan Jacobo Astoy fue vendedor de manzanas en las calles de New York. Cincinato estaba arando su viña cuando fue llamado a ser dictador de Roma.

Morse, el inventor del telégrafo de su nombre, tuvo que luchar con las dificultades de su pobreza y la de sus padres. Edison, el descubridor de tantos adelantos maravillosos, vendía periódicos en sus primeros años. Abraham Lincoln, que emancipó cuatro millones de esclavos en los Estados Unidos, era serrador de madera...”

Mientras, ese mismo diario daba buenas noticias sanitarias de nuestra Anteiglesia: “...Según comunican de Guecho, ha desaparecido completamente de aquel pueblo la epidemia variolosa...” (El Nervión del 23 de febrero de 1898).

Las mareas vivas estaban produciendo grandes alteraciones en la playa de Las Arenas y la Junta de Obras del Puerto era animada desde la prensa a tomar medidas para evitar su deterioro, así como el peligro en que se estaban poniendo las casas de la playa. Era la primera vez en que se asociaba, la perdida de la playa, a las obras del Contramuelle de Arriluze: “...Las actuales mareas vivas han producido gran alteración en la playa de Las Arenas, llevándose tal considerable cantidad de arena, que no solo ha ocasionado desperfectos en la escollera formada, como protección, por cuenta de la Junta de Obras del Puerto, sino lo que es mucho más sensible, ha socavado el muro de contención de la propiedad de la señora viuda de Gaminde, que se ha venido a tierra, dejando en la mayor exposición a la casa.

Anteayer y ayer por la mañana se ha acumulado gran cantidad de piedra para salvarla. Es evidente que los efectos de la construcción del contramuelle de Algorta vienen extendiéndose desde el punto denominado la Avanzada hacia el muelle de Las Arenas; y de continuar esta tendencia, hasta hora tan constante muy pronto se verán amenazadas las demás casas de la playa de Las Arenas.

La situación como se ve, es grave. ¿No cree, por tanto, la Junta de Obras del Puerto, que ha llegado el momento de proceder, sin dilación, a las obras del malecón de la zona marítima, de servicio público, que, según tenemos entendido, ya están acordadas, evitando así el inminente peligro que hoy corren las casas de la playa?...” (El Noticiero Bilbaíno del 24 de febrero de 1898).

En la próxima entrada veremos como la “Gaceta” publicaba una Real Orden sobre la higiene en los cementerios.