Como todos los primeros de mayo la clase trabajadora, a principios del Siglo XX, realizaba sus llamamientos, los cuales solían producirse a través de manifiestos de sus principales dirigentes, con opiniones divergentes en función de su adscripción ideológica.
En 1915 el llamamiento de alguna organización obrera bilbaína era: “...A todos los explotados. Fiel a su misión emancipadora de los trabajadores, este año con motivo de la Fiesta del Trabajo se dispone a protestar una vez más contra el régimen capitalista que dominando la tierra esclaviza a los trabajadores que extraen de sus entrañas todas las riquezas de las cuales se sirve sola y exclusivamente una minoría de sus semejantes...” (El Norte del 29 de abril de 1915).
Recordaban algunas de las reivindicaciones obreras del Congreso de Paris de 1889, entre ellas la legislación protectora del trabajo para ser reclamada, todos los años en la manifestación del 1º de mayo: “...Limitación de la jornada de trabajo a un máximum de ocho horas para los adultos; prohibición del trabajo de los niños menores de catorce años y reducción de la jornada a seis horas para los jóvenes de uno y otro sexo de catorce a diez y ocho años; abolición del trabajo de noche, exceptuando ciertos ramos de industrias cuya naturaleza exige un funcionamiento no interrumpido; prohibición del trabajo de la mujer en todos los ramos de industrias que afecten con particularidad al organismo femenino; abolición del trabajo de noche de la mujer y de los obreros menores de diez y ocho años, descanso no interrumpido de treinta y seis horas por lo menos, cada semana, supresión del pago en especies o comestibles y de las Cooperativas patronales...” (El Norte del 1 de mayo de 1915).
Pocos años más tarde las manifestaciones que recorrían nuestras calles reclamaban nuevas mejoras tales como: “...Conceder el derecho de sufragio a los ciudadanos que hayan cumplido veintiún años. Ratificación sin condiciones del Convenio de Washington sobre la jornada de ocho horas. Medidas que intensifiquen la construcción de casas baratas. Promulgación de una ley que facilite el desenvolvimiento de las Cooperativas obreras...” Y de mientras, aquí en casa, la celebración del Primero de mayo se veía deslucida por el mal tiempo, contaba la prensa que: “...Ayer por la mañana se procedió en el Ayuntamiento de Guecho a distribuido un donativo de cinco pesetas a cada uno de los obreros parados vecinos de la anteiglesia, presentándose a recogerlo unos ochenta. Se llevó a término un mitin en la Avanzada, que transcurrió sin incidente alguno...” (El Noticiero Bilbaíno del 3 de mayo de 1931).
A veces parece que el paso del tiempo no cambia la necesidad de esas pequeñas cosas que ayudan a mejorar la vida de los trabajadores y que son negadas por los poderosos.
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