En la anterior entrada de esta serie sobre el último cuarto del Siglo XIX, veíamos como, por una Real Orden del Ministerio de Gobernación, se ordenaba a los Ayuntamientos revisaran todo lo concerniente a la rotulación de calles, plazas y paseos, y numeración de edificios.
En el pleno municipal de Getxo del 1 de abril de 1897, entre otros temas se trataba sobre: “...La copia de una carta remitida por el Sr. Obispo de la Diócesis al párroco de Santa María, referida a la celebración de misas los domingos en la Capilla del Hospital Hospicio de Algorta...” Además y relacionado con ese establecimiento de beneficencia, en ese mismo pleno se daba lectura a unas instancias: “...Se da lectura al borrador de la instancia presentada por el Consultor Municipal, solicitando permiso del Ministerio de la Gobernación para para poder vender la antigua casa llamada «Hospital», con el fin de aplicar su importe al nuevo Hospital Hospicio municipal. El Ayuntamiento acordaba autorizar al Alcalde Presidente para que en nombre y representación de este Municipio eleve a aquella Superioridad una instancia solicitando la autorización para realizar dicha venta. Así mismo determino se obtenga el consentimiento previo de los señores D. Pedro Amezaga y D. Luciano Alday, como representantes de la donante Dña. Francisca Abaroa, para solicitar del Ministro de la Gobernación la citada casa «Hospital»...”
Seguía el pleno municipal, y otro de los asuntos que en el se trataban era el relativo a una vieja edificación en la bajada al Puerto de Algorta: “...Se da cuenta de una instancia de Dña. Carolina Mandaluniz, viuda y vecina de esta, solicitando permiso para reedificar su casa llamada «Dominguena» nº 64, sita en la calle San Nicolás...”
Las mejoras en las comunicaciones peatiles se iban sucediendo, una de ellas referida a la carretera de Las Arenas a Algorta, en el punto de «Txomintxu», era tratada en dicho pleno municipal: “...Se da cuenta de una instancia de D. Eusebio Uribarri, de esta vecindad, referente a las obras ejecutadas, como rematante de las mismas en la Carretera desde frente a la casa del finado D. Domingo Aurrecoechea hasta la de D. Alejo Sarria, para el paso del tranvía eléctrico...”
Continuaba el pleno municipal de Getxo y otros asuntos eran tratados en el mismo, entre ellos uno referido a una solicitud del dueño del balneario de Ereaga “Balneario la Perla”, que creó en octubre de 1886 D. Antonio Arechavala: “...Se da cuenta del informe emitido por la Comisión de Fomento y Policía, acerca de la instancia presentada por D. Antonio Arechavala solicitando se le conceda un pequeño terreno en el punto de Ereaga, con el fin de construir en el un edificio para colocar las bañeras y demás aparatos de su balneario, por temor a que este pudiera ser derribado durante las grandes mareas, dejando todo destruido...” El Ayuntamiento de Getxo accedía a dicha pretensión con la condición de que previamente presentara un plano de la obra que pensaba realizar, el cual debía de contar con la aprobación municipal antes de emprender cualquier obra.
A pesar de que algunas solicitudes de ingreso en el Hospital Hospicio venían abaladas por informes médicos, a veces eran rechazadas por la Junta de Salud Municipal: “...Se da cuenta de una certificación expedida por el médico titular D. Manuel Hormaechea, a instancia de Dña. Justa G., viuda de esta vecindad. Tras una razonada discusión el Ayuntamiento acuerda que no ha lugar el ingreso de dicha señora en el Hospital Hospicio...” Muchas de aquellas solicitudes eran debidas a estados de extrema pobreza y viudedad, con cargas de hijos menores de edad.
Al leer las actas, en el apartado referido a cuentas municipales, podemos conocer algunas costumbres municipales de la época, tales como conducción de cadáveres, traslados de utensilios de funcionarios públicos, tareas plantación de arbolado en los barrios y otros trabajos municipales: “...Se da cuenta de los pagos siguientes:
Al guardia municipal Miragaray 25 pesetas por la conducción del cadáver de un fallecido en el barrio de Las Arenas, por viruela, al cementerio municipal de San Nicolás de Algorta.
Al mismo guardia 3 pesetas por al conducción del bagaje a Sopelana del carabinero Rafael Grijelmo Martín.
A D. Pedro Llona 536,40 pesetas por valor de 200 plantas de plátanos gruesos, comprados en Zaragoza, para su plantación en distintos puntos del municipio.
A D. Luis Bilbao, Director Gerente de la «Eléctrica de Guecho» 589,75 pesetas, por la instalación de luz eléctrica y la colocación de 38 lámparas, en el Hospital Hospicio de Algorta.
Al rematante de Arbitrios Municipales D. Pedro Langara, 90 pesetas, por la venta del almacén de bebidas y Fielato que tiene en el barrio de Las Arenas...” La viruela fue la enfermedad infecciosa que más vidas humanas se cobró, se aislaba en su domicilio a los afectados poniendo vigilancia en el exterior para impedir que saliera o entraran gentes no autorizas, destruyendo en la hoguera los enseres sospechosos de ser infectados. A pesar de ello no generara excesiva alarma entre nuestros vecinos, al menos, no tanta como la lepra, la peste o, ya en el siglo XIX, el cólera morbo que se ensaño con nuestro barrios en dicho Siglo. El traslado al cementerio era costumbre realizarlo en carros tirados por bueyes o caballos. Había algunas creencias ancestrales relacionadas con los fallecidos, casi todas en base a miedos atávicos, como la llamada «Mirada Negra-Begi Beltza», consistente en no cruzar la mirada con ellos, por lo que se les solía poner un lienzo sobre el rostro, para evitar, los vivos, cruzar la mirada con el fallecido; también existía otro ritual, más practicados en los baserris, consistente en quitar una teja del tejado, para que el alma del finado pudiera salir a través de ella. Algunos de estos ritos, contado por un galeno local, todavía se practicaban en nuestra Anteiglesia en los años 40.
Y otro de los asuntos tratados en el pleno municipal de Getxo, del 1 de abril de 1897, tenía que ver con los aparcaderos del Tranvía Eléctrico de Bilbao a Las Arenas y Algorta, que se instalaron en nuestra Anteiglesia: “...El Alcalde Presidente manifestó en el pleno: Que por su iniciativa había concedido D. Felipe Villa, en su solar de alado de la calle Carretera de Algorta, un terreno de su propiedad para colocar en el un refugio cubierto o punto de espera, para las personas que afluyan a los coches del Tranvía, construido por dicha Compañía con madera. El Ayuntamiento, después de reiterar las gracias al Sr. Villa, acordaba comunicar a la compañía del tranvía: Que en ningún momento o tiempo podrá, dicha Compañía, constituir propiedad ni posesión de dicho terreno, y que cuando precise el Señor Villa dicho terreno, tras comunicarlo al Ayuntamiento, el mismo deberá ser desocupado por la Compañía del Tranvía...”
En la próxima entrada de esta serie veremos como, con la llegada de la Semana Santa, se preparaban ya los sermones que se iban a impartir en nuestras iglesias.
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