En la anterior entrada de esta serie sobre el último cuarto del Siglo XIX, veíamos como, los días de la Semana Santa, la prensa bilbaína recordaba algunas de las costumbres religiosas relacionadas con los sermones que algunos canónigos platicaban.
La viruela, antes del descubrimiento de la vacuna, diezmaba al genero humano, moría uno por cada seis individuos. Pero no fue el único patógeno causante de las defunciones, la acumulación de individuos en la viviendas, junto a la tos ferina, el sarampión, la viruela, y muy especialmente las afecciones tíficas, que se transmitían de unos individuos en un mismo cuarto eran sus causantes. La vacuna fue el único preservativo específico y eficaz para la viruela. Los brotes y las epidemias declaradas, la del cólera en 1885 y posteriormente la de viruela de 1888, hizo que la vacunación y los bandos ordenados por nuestros galenos fueran una norma en nuestra Anteiglesia. Las soluciones sanitarias para aquellas epidemias se basaron en el aislamiento de los invadidos en sus propios domicilios vigilados por personas designada por el concejo y la desinfección de sus ropas. En abril de 1897 algunos casos de esa temida enfermedad, que se cebaban sobre todo en personas humildes, se daban en Getxo, el asunto se trataba en el Pleno Municipal de 14 de abril: “...El médico titular D. Manuel Hormaechea, ha enviado un oficio participando hallarse enferma de viruela Dña. Fidela Zubiaga, y ha ordenado las medidas de aislamiento y desinfección convenientes, pero como la enferma carece de recursos, cree que no se cumplirán sus ordenes...” El Ayuntamiento en vista de aquel informe acordaba: “...Tras debatir el asunto acuerda: Que considerando que efectivamente la enferma carece de recursos, y que dejarla en tal estado podría podría agravarse su enfermedad, contagiando a otras personas, y pensando que no es posible en la actualidad las medidas a adoptar ni los recursos a emplear, se autorice al Sr. Alcalde para que con toda la economía disponible se atiendan las necesidades de la citada enferma, a fin de evitar la extensión de la Viruela en el Municipio...”
Entre tanto, y continuando con el pleno municipal, se seguía hablando de nuevas edificaciones, esta vez en Algorta: “...Se da cuenta de un informe emitido por el Arquitecto Municipal, sobre una instancia de D. Agapito Elustondo, quien solicita permiso para construir una casa de nueva planta en la calle de la Carretera (Actual Algortako Etorbidea), entre Torrena y Amesti...” Otras obras se realizaban en el Puerto de Algorta: “...Se da cuenta de una instancia de Dña. Francisca Donata Esesumaga, solicitando permiso para dar salidas de las aguas sucias, de su casa llamada “Abadena”, en la calle de Arechondo...”
Algún industrial de Algorta, reclamaba y se quejaba al Ayuntamiento de Getxo, porque el camino del río Gobela había sido cortado, lo que impedía llevar piedra desde su cantera hasta su fabrica de cementos de la Avanzada, “La Algorteña”: “...Se da cuenta de una instancia de D. Miguel Uria, vecino de esta, en la que manifiesta que, según la han manifestado los carreteros, se ven imposibilitados de llevarle piedra desde su cantera, a su fabrica de la Avanzada, por haber sido cerrado el camino que desde tiempos inmemoriales ha existido pasando por el río Gobelas, y suplica que esa Corporación Municipal diga si ha autorizado el cierre de dicho camino, o procede la orden de otros para poder reclamar...” El Ayuntamiento de Getxo contestaba a aquel oficio: “...Que no ha sido este Ayuntamiento quien ha ordenado dicho corte, ni sabe quien ha sido, porque desde que el Gobierno fueron vendidos los terrenos comunales, contra cuya venta esta corporación reclamó ante el Consejo de Estado, estamos pendientes se resuelva el recurso presentado sobre dichos terrenos...”
Y ya a metidos en la Semana Santa de 1897, en el pleno municipal del 14 de abril, se trataba sobre: “...El acuerdo de este Ayuntamiento para asistir en Corporación a las funciones religiosas que se celebraran en la Iglesia de San Nicolás de Bari de Algorta, en los días jueves y viernes de esta semana...”
Eran días en los que ni el pleno municipal celebraba sesiones, por lo que las escasas noticias relacionadas con nuestra Anteiglesia, llegaban a través de la prensa.
Precisamente el sábado de esa semana era el día señalado para celebrar en Bilbao la feria de los “Tocinos”, la cual se celebraba en el Arenal bilbaíno, a la cual solían acudir las tocineras del Puerto de Algorta: “...Desde bien temprano, por las mañanas, se llenaba de aldeanos con cestos y mesas, donde se exponía toda la charcutería casera, resultado de las matanzas del cerdo en cada caserío, tocinos y cuanto despojo daba de sí el animal de cerda. El Arenal, es donde las aldeanas, exponen sus mercancías desde las diez de la mañana hasta las dos de la tarde. Allí sostenidos los extremos del peso por dos guarda cantones, se engancha el tocino en un gancho donde se realiza su pesaje...” (El Nervión del 16 de abril de 1897). Por aquellos días tanto el Tranvía como los partidos de pelota en el frontón Euskaduna de Bilbao que daban en suspenso hasta el llamado “Sábado de Gloria”. Se recordaba en la primera página de la prensa algunas tradiciones cristianas: “...Son días de carácter melancólico y sombrío los de la Semana Santa, consagrados a la Pasión, pero la Iglesia suspende su luto el día de Jueves Santo, celebrando la misa con la mayor magnificencia, con ornamentos de color blanco, y entonando el cántico “Glória in Excelsis”. Desde la primera Iglesia se mitigó el rigor del ayuno en la Semana Santa; por respeto a este día, era permitido tomar la comida antes de nona, como en los ayunos ordinarios. Llámase también esté día “De indulgencia”, porque en él, durante los primeros siglos, los pecadores públicos recibían la absolución de sus pecados para ser admitidos en la Iglesia, cuya entrada les estaba prohibida desde el día de Ceniza, los reyes daban en ese día libertad a los presos. En el Jueves Santo enmudecen las campanas para expresar la profunda tristeza y recogimiento, de la Iglesia, y en la misa se consagran dos hostias, de las cuales la una se reserva para el día siguiente. El oficio de maitines y laudes de Jueves Santo se llama “Oficio de Tinieblas, porque antiguamente se cantaban durante toda la noche. La celebración comenzaba con todas las velas encendidas, y paulatinamente se iban apagando. Al finalizar el oficio se voltevan las carracas en señal de conmoción por la muerte de Cristo...” (El Nervión del 15 de abril de 1897). Algunas de estas costumbres perduraron a lo largo del pasado Siglo XX. Eran los días en que a las gentes maravillaba el sonido del “Fonógrafo Edison.
En la próxima entrada de esta serie veremos como, la prensa bilbaína aconsejaba vigilar las maniobras de las gabarras en la barra.
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