lunes, 7 de marzo de 2022

DÍA INTERNACIONAL DE LAS MUJERES TRABAJADORAS

 

El día 8 de marzo se conmemora el día Internacional de la Mujer Trabajadora. Esta fecha nace a partir de un hecho luctuoso relacionado con el “trabajo”, que provocó un movimiento reivindicativo tras los sucesos el 8 de marzo de 1857 en una fábrica textil de Nueva York. En ella murieron más de un centenar de trabajadoras a manos del dueño de la fábrica, quien las encerró y prendió fuego para evitar que protestaran por la mejora de sus condiciones laborales.

Es un día de lucha de la mujer por su participación en pie de igualdad con el hombre en la sociedad y por su desarrollo íntegro como persona, no solo por su derecho al voto, también a su derecho a ser tratadas como iguales, a sentirse seguras, a percibir en las mismas condiciones de trabajo el mismo salario que los hombres.

Esto no ha sido así a través de la historia ni en nuestro entorno más cercano. En el que s lo largo de los tiempos han acontecido hechos que así lo atestiguan:

Si miramos la historia de nuestra Anteiglesia y entorno próximo, veremos que todas las luchas fratricidas entre linajes fueron provocadas por los hombres, siendo las mujeres meras engendradoras de vástagos para el señor de turno. Porque además, incluso en su representación estatuaria son escasos los monumentos a ellas dedicados. Y mencionar que, Dña. María Díaz de Haro, de la que dicen fue una de las mujeres cruciales para el desarrollo de la Villa de Bilbao, no se sabe ni el aspecto que tuvo, ya que no se tiene ninguna imagen o retrato de ella.

En el Siglo XIX como trabajadoras, eran consideradas también inferiores al hombre, a veces no percibían ningún salario por sus trabajos. Por ejemplo aquellas mujeres que desarrollaron trabajos de reconstrucción: “...Cuando ocurría un desastre en la villa, como sus abundantes inundaciones o aguaduchus, se contaba con abundante mano de obra para la reconstrucción de lo que se hubiese destrozado, sobre todo en labores de desescombro y limpieza, y a veces de construcción. Por la realización de estos trabajos los hombres solían recibir algún dinero y las mujeres no...” (Las Mujeres en la Historia de Bilbao. Ayuntamiento de Bilbao).

Durante el Siglo XIX Algunos de los oficios a ellas destinados eran los llamados “de servicio”, criadas, lavanderas, aguadoras, costureras, planchadoras, tenderas, cargueras, sirgueras o artesanas. Se trataba de oficios duros y mal retribuidos que suponían un complemento necesario para sus maltrechas economías familiares.

En el ámbito de la mar, lugar considerado como ámbito exclusivamente masculino, al que tan solo los hombres podían acceder para trabajar en las embarcaciones, estas desarrollaban trabajos mal dotados de mera supervivencia familiar: “...Lo que las lleva a desempeñar funciones en esa época consideradas inapropiadas para ellas como la de cartera, relojera, comerciante, corredora de navíos, fletadora, sin contar con los trabajos que debían desempeñar las mujeres de clase humilde como peonas, descargadoras de los muelles o barqueras...” (La Mujer y la Mar en Bizkaia durante el Siglo XVIII. De Inés Pellón González y Miren Aintzane Eguiluz Romero). Muchas veces trabajando en condiciones lamentables, tal es así, que en abril de 1895: “...Una de esas descargadoras de los muelles, Dña. Francisca Abecia, que se hallaba descargando un vapor, cayó desde la cubierta a la bodega produciéndose gravísimas heridas...” (“El Noticiero Bilbaíno” del 27 de abril de 1895).

Otro de aquellos trabajos era el de la mina, en el que la mujer era limitada a servicios como el lavado del mineral o a la búsqueda de materiales de desecho: “...Un número importante de las mujeres que trabajaban en las minas eran viudas o sus maridos estaban presos en las cárceles (casi siempre por motivos políticos) o estaban incapacitados físicamente. Era un trabajo no cualificado y mal remunerado, desechado por la mayoría de quienes poblaban las zonas mineras de Bizkaia...” (Mujer y familia en la zona minera de Bizkaia en el marco de la represión franquista. Museo de la minería del País Vasco).

Otros “trabajos” destinados a las mujeres, estos en el ámbito del hogar, era el de: sirvientas, nodriza, añas, planchadoras, costureras, señoritas de compañía: “...Las mujeres trabajaron fuera de sus hogares, como niñeras o lavanderas, como empleadas domésticas. Estas mujeres trabajadoras, tanto solteras como casadas, trabajaron en domicilios ajenos al suyo...” (Las mujeres y el trabajo hacia fines del siglo XIX y principios del XX).

Solo algunas, escasas mujeres, tomaron parte del mundo laboral como responsables de hoteles, fondas y pensiones y comercios: “...El sector terciario empleó un número superior de mujeres, a lo largo de los siglos XIX y XX, en las actividades de comercio y sobre todo en el servicio doméstico. Las dependientas de comercio eran habitualmente mujeres solteras o viudas que soportaban largas jornadas de trabajo, estando controladas por los dependientes masculinos, que además recibían una remuneración muy superior a aquéllas...” (La Mujer en España. Biblioteca Gonzalo de Berceo).

Había para ellas condiciones de vida restrictivas en el Código Civil, en el de 1810 se decía respecto su educación: “...Entiendo que al contrario de la instrucción de los hombres, que va dirigida al intelecto, al cerebro, la enseñanza de las mujeres va dirigida al aprendizaje de las labores propias de su sexo, a las cuestiones domésticas, siendo también necesario recurrir a los principios morales y religiosos...” Otra de las discriminaciones estaba en el derecho a la herencia, decía el Código Civil de 1889: “...La capacidad limitada de la mujer casada regulada en el Código Civil de 1889, hemos de destacar la ley 54 de Toro que regula la incapacidad de la mujer casada para aceptar la herencia, salvo que exista licencia marital...” También lo sufrían en su capacidad de obrar: “...Tanto en cuanto padre como en cuanto marido, la esposa quedaba supeditada a la autoridad de él, que era el jefe de la familia, limitándosele drásticamente su capacidad de obrar...” La Ley de Matrimonio Civil de 1870 decía: “...Será preceptiva la autorización que el cónyuge varón otorgaba a su esposa para poder celebrar actos jurídicos, siendo declarados nulos de pleno derecho aquéllos celebrados sin la mencionada licencia. La mujer carece de capacidad para ser albacea, tutor o mandatario sin licencia de su marido; no podrá, sin ese permiso, aceptar herencias ...” (La discriminación legal de la mujer en el Siglo XIX, de Mª Dolores Álamo Martell). La mujer casada, mayor de 20 años para ejercer el comercio estaba incapacitada, ya que necesitaba de la autorización expresa del marido otorgada en escritura pública. Por otro lado: “...Hasta 1952 la mujer no podía, hasta los 25 años, abandonar el domicilio parental si no era para contraer matrimonio o profesar el estado religioso. Hasta 1975, para abrir una cuenta bancaria, la mujer tenía que contar con el permiso del varón. El Código Civil consideraba “incapaz” a la mujer soltera. Aquella discriminación no acababa una vez contraído matrimonio...”

En nuestra Anteiglesia son contadas las referencias que de su actividad aparecen en nuestros archivos. Entre los establecimientos hosteleros aparecen: El Balneario de Dña. Felipa Bustingorri de 1888; el Hotel Ventura que a comienzos del Siglo XX tenía a su frente a Dña. Ventura Grandes, del Hotel Ereaga de Dña. Isabel Amilibia de mediados del los 40, de la empresaria de casetas de baño de Las Arenas en los año 50, Dña. Remedios Martínez Allende (Rita la Bañera), de la panadería de Pili Aguirre en ese mismo barrio; o de Dña. Julia Petra Learra Sertutxa (Julia Learra), de la calle Juan Bautista Zabala. O cómo, de esas profesiones ahora consideradas de autónomas, cómo Dña. Juana Real de Asua (la recadista del Puerto), Maria Herrero (Mari la Mulata) colchonera de ese mismo barrio, también de Dña. Dominica Lombide (Dominica la colchonera) de Romo o Dña. Esperanza Méndez (la Gusanera) de la calle Urkijo. Algunas, a lo más, ocuparon puestos directivos en las escuelas del municipio, cómo Dña. Matilde Núñez que fue Directora de la Escuela de la Fundación de Niñas Pobres, de la calle San Martín de Algorta. También a caseras, que acusadas de espionaje fueron conducidas ante un consejo de guerra en 1837, se trata de Dña. Josefa Ramona de Sagarduy, vecina de Algorta (Ver entrada de mi Blog del lunes 7 de abril de 2014).

Y finalmente decir que desde las luchas banderizas allá por el Siglo XVI, han hecho falta más de 477 años para ver a una mujer ocupar el cargo Alcaldesa de Getxo, puesto que hoy ocupa Dña. Amaia Aguirre Muñoa.

Este repaso por la vida y profesiones de las mujeres trabajadoras, algunas de nuestro Pueblo, trata de ayudar a situar las reivindicaciones actuales de nuestras compañeras, he iniciar el camino que decía la propia ONU: “...Es el momento de pasar a la acción para acabar con la violencia contra las mujeres...” En todas sus manifestaciones, tanto laborales, físicas, como en la toma de decisiones. Y mostrar nuestra en solidaridad con uno de sus gritos más desgarradores:


!DE CAMINO A CASA

QUIERO SER LIBRE

NO VALIENTE¡.

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