domingo, 4 de octubre de 2020

EL NAUFRAGIO DEL IBAIZABAL

 


Siguiendo con los naufragios en el Abra hoy traigo a estas páginas el del gánguil “Ibaizabal”, perteneciente a la Junta de Obras del Puerto de Bilbao, que cuando se hallaba a dos millas de la Galea una galerna lo zarandeó llevándole a embarrancar frente a punta Galea un 20 de marzo de 1891, cuando regresaba de arrojar al mar algunos detritus del dragado de la ría.

 

La noticia saltó a la prensa bilbaína al día siguiente. Relataba así el naufragio: El hecho aconteció a las cinco y media de la tarde del día 20 de marzo, en la que se conjuraron todos los elementos. En medio de una fuerte galerna una gran ola del Oeste, lo arrojó a las peñas de la Galea, debajo del Semáforo. A bordo del gánguil iban nueve hombres, de los cuales tres quedaron sobre el puente en el momento de producirse el terrible accidente y otro quedó encaramado a uno de los palos de la embarcación. Este último se arrojó al amar consiguiendo salir a nado a tierra.

 

Los trabajadores del puerto de Santurce que trabajaban en las obras del puerto exterior vieron la peligrosa situación en que se encontraba el Ibaizabal y dieron aviso a Portugalete.

 

Acudieron en su auxilio dos remolcadores de Portugalete, uno de ellos el “Bilbao” al mando de su capitán Antonio Bilbao, los cuales arrojaron dos botes al agua quedando uno de ellos destrozado por las olas. Las condiciones climáticas empeoraban, comenzó a subir la marea arreciando el temporal, el capitán del Bilbao ordenó arrojar tres salvavidas sujetos con unas sisgas quedando estas entre las peñas, a continuación arrojaron un bote que quedó destrozado entre las peñas. Viendo la inutilidad de la maniobra por las peligrosas condiciones del temporal, ordenó a los  remolcadores que abandonaran la zona y volvieran a Portugalete por miedo a quedar atrapados y resultar destrozados contra las rocas. Los náufragos quedaron en una angustiosa situación, atrapados en las rocas.  La zona era muy escarpada, sin camino practicable que condujera a tierra firma, lo que hacía muy difícil, casi imposible, el rescate desde tierra.

 

A las nueve de la noche amainó algo el temporal, entonces se organizaron los socorros desde Algorta, para marchar hasta el lugar del naufragio y poder socorrer a los pobres marinos que estaban empapados y helados, casi exhaustos, en medio de una negra noche de fuerte viento. Las labores de rescate consiguieron salvar a tres de los infortunados. Todavía había esperanza de salvar a alguno más si la noche y la tempestad lo permitían.

 

Bien avanzada la noche llegaban noticias de que el gánguil estaba hecho pedazos y se había conseguido salvar a cuatro de los tripulantes. Al día siguiente, 22 de marzo de 1891, el mismo diario hablaba de: “...Pocas y estas muy tristes, son las noticias que tenemos que añadir a lo que ayer dijimos sobre el naufragio de la Galea. De los nueve marineros que componían la tripulación del gángil aparecieron debajo del semáforo de la Galea, entre las peñas, los cadáveres de tres, que son: capitán, llamado Ramón Artaza, de 56 años de edad, casado y natural de Plencia y los hermanos Felipe y Miguel (de estos se desconocen los apellidos) de Sopelana y Gorliz, de 38 y 26 años, ambos casados. Aquel mismo día recibían sepultura en Algorta. Aún faltaban tres tripulantes por aparecer a los que se consideraba ahogados, se trataba de Juan Andabaso, Hipólito Aldama y Lorenzo Urquizu...”

 

Sobre este mismo suceso otro periódico bilbaíno “El Nervión” escribía el día 21 de marzo de 1891: “…El gánguil Ibaizabal salio del Desierto con productos del dragado  a las tres de la tarde. El estado de la mar nada hacía temer, porque al rebasar la línea del muelle metálico de Portugalete, un gánguil de la empresa constructora del rompeolas se hallaba frente a Santurce descargando escollera. A cosa de las seis de la tarde debió de descargar el Ibaizabal a unas dos millas de la punta de la Galea, y volvía hacia puerto, cuando distraídos sus tripulantes en la operación de cerrar las puertas, se encontraron aconchados entre las peñas. Ya en esta situación, el gánguil no pudo volver la cabeza ni hacer maniobra alguna para salir del atolladero, y la fuerza de las olas fue trabajando en el casco hasta que le partió en dos…”

 

De aquel naufragio se salvaron solamente tres de los tripulantes: “...El maquinista José María Sodupe, natural de Las Arenas; Juan Bautista Inchaurtiteta, de Sopelana y Pedro Bilbao del Desierto. Contaba el maquinista José Sodupe: “...Yo no sabía nadar y conseguí llegara tierra merced a un salvavidas que tuve la precaución de ponerme...” Al día siguiente del naufragio aparecieron en la playa de Algorta tres cadáveres, uno de ellos el del capitán del “Ibaizabal”.

 

El día 23 de marzo la Junta de Obras del Puerto de Bilbao acordaba solicitar al Gobierno que concediera a las familias de los ahogados el máximo que la Ley de contratas concedía como indemnización en esos casos.

 

De aquel naufragio se hicieron eco otros diarios madrileños como “La Justicia” y el “Diario Oficial de Avisos de Madrid”. El primero recogía la noticia el día 23 de marzo en la que daba cuenta de los ahogados: “...Incluyendo  los apellidos de los hermanos Felipe y Miguel Uranga...” Así como de las condiciones en que se había salvado el maquinista José Sodupe: “...Quien a pesar de no saber nadar ha llegado a tierra merced a un salvavidas al que tuvo la suerte de agarrase al salir del fondo del mar por una sacudida de las olas...” El segundo de los diarios madrileños el “Diario Oficial de Avisos de Madrid” facilitaba la siguiente información el día 30  de marzo: “...Apenas ocurrido el naufragio, dio parte por teléfono la junta de Santurce a la de Portugalete, la que dispuso en el acto saliese el remolcador “Bilbao” y la misma telefoneó a Algorta para que fuera gente en auxilio de la tripulación, pero el gánguil había sido arrojado sobre las rocas de punta Galea, sitio absolutamente impracticable en pleamar, de modo que la gente no pudo bajar el promontorio para socorrer a los náufragos con la eficacia de costumbre y solo pudo prestar auxilio con gran exposición, por medio de cabos, a tres de los que alcanzaron las peñas; entretanto el vapor aguantándose sobre la máquina y lo más cerca posible del gánguil, luchando  inútilmente enviándole guindolas, cuerdas y un bote que logró llegar cerca del buque náufrago sin que los tripulantes de este se atreviesen a saltar en él; entretanto cerró la noche y el bote se estrelló sobre las rocas. Fue aquel un salvamento sin fortuna, pero no por falta de diligencia, valor y destreza desplegada hasta el último extremo por la junta de Portugalete; junta en cuyo historial se registraban hasta entonces salvadas de las olas 262 vidas merced a sus auxilios. La comisión ejecutiva otorgó la  “medalla de bronce” al capitán del vapor y premios en metálico a la brigada que trabajó desde tierra…”

 

También lo hizo “El Heraldo de Madrid” el día 22 de marzo de 1891 quien decía que: “...En Algorta se abrió ayer una suscripción para socorrer a los náufragos...”

 

En el pleno municipal del Ayuntamiento de Getxo del 16 de abril de 1891 se informaba que: “...Por los jornales y conducción al cementerio de Santa María de seis cadáveres procedentes del naufragio del “Ibaizabal” se habían abonado 201 pesetas, el servicio fue realizado por varios vecinos...” También de que el hospedaje en casa de D. Marcelino Uribe de tres de los náufragos había supuesto 20 pesetas.

 

Hasta aquí la historia de otro de los barcos que a lo largo de los años naufragaron en nuestras costas y playas.

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