Siguiendo con los naufragios en el Abra hoy traigo a estas páginas
el del gánguil “Ibaizabal”, perteneciente a la Junta de Obras del Puerto de
Bilbao, que cuando se hallaba a dos millas de la Galea una galerna lo zarandeó
llevándole a embarrancar frente a punta Galea un 20 de marzo de 1891, cuando
regresaba de arrojar al mar algunos detritus del dragado de la ría.
La noticia saltó a la prensa bilbaína al día siguiente. Relataba
así el naufragio: El hecho aconteció a las cinco y media de la tarde del día 20
de marzo, en la que se conjuraron todos los elementos. En medio de una fuerte
galerna una gran ola del Oeste, lo arrojó a las peñas de la Galea, debajo del
Semáforo. A bordo del gánguil iban nueve hombres, de los cuales tres quedaron
sobre el puente en el momento de producirse el terrible accidente y otro quedó
encaramado a uno de los palos de la embarcación. Este último se arrojó al amar
consiguiendo salir a nado a tierra.
Los trabajadores del puerto de Santurce que trabajaban en las
obras del puerto exterior vieron la peligrosa situación en que se encontraba el
Ibaizabal y dieron aviso a Portugalete.
Acudieron en su auxilio dos remolcadores de Portugalete, uno de
ellos el “Bilbao” al mando de su capitán Antonio Bilbao, los cuales arrojaron
dos botes al agua quedando uno de ellos destrozado por las olas. Las
condiciones climáticas empeoraban, comenzó a subir la marea arreciando el
temporal, el capitán del Bilbao ordenó arrojar tres salvavidas sujetos con unas
sisgas quedando estas entre las peñas, a continuación arrojaron un bote que
quedó destrozado entre las peñas. Viendo la inutilidad de la maniobra por las
peligrosas condiciones del temporal, ordenó a los remolcadores que abandonaran la zona y
volvieran a Portugalete por miedo a quedar atrapados y resultar destrozados
contra las rocas. Los náufragos quedaron en una angustiosa situación, atrapados
en las rocas. La zona era muy escarpada,
sin camino practicable que condujera a tierra firma, lo que hacía muy difícil,
casi imposible, el rescate desde tierra.
A las nueve de la noche amainó algo el temporal, entonces se
organizaron los socorros desde Algorta, para marchar hasta el lugar del
naufragio y poder socorrer a los pobres marinos que estaban empapados y
helados, casi exhaustos, en medio de una negra noche de fuerte viento. Las
labores de rescate consiguieron salvar a tres de los infortunados. Todavía
había esperanza de salvar a alguno más si la noche y la tempestad lo permitían.
Bien avanzada la noche llegaban noticias de que el gánguil estaba
hecho pedazos y se había conseguido salvar a cuatro de los tripulantes. Al día
siguiente, 22 de marzo de 1891, el mismo diario hablaba de: “...Pocas y estas muy tristes, son las noticias que tenemos que añadir
a lo que ayer dijimos sobre el naufragio de la Galea. De los nueve marineros
que componían la tripulación del gángil aparecieron debajo del semáforo de la
Galea, entre las peñas, los cadáveres de tres, que son: capitán, llamado Ramón
Artaza, de 56 años de edad, casado y natural de Plencia y los hermanos Felipe y
Miguel (de estos se desconocen los apellidos) de Sopelana y Gorliz, de 38 y 26
años, ambos casados. Aquel mismo día recibían sepultura en Algorta. Aún
faltaban tres tripulantes por aparecer a los que se consideraba ahogados, se
trataba de Juan Andabaso, Hipólito Aldama y Lorenzo Urquizu...”
Sobre este mismo suceso otro periódico bilbaíno “El Nervión”
escribía el día 21 de marzo de 1891: “…El
gánguil Ibaizabal salio del Desierto con productos del dragado a las tres de la tarde. El estado de la mar
nada hacía temer, porque al rebasar la línea del muelle metálico de
Portugalete, un gánguil de la empresa constructora del rompeolas se hallaba
frente a Santurce descargando escollera. A cosa de las seis de la tarde debió de
descargar el Ibaizabal a unas dos millas de la punta de la Galea, y volvía
hacia puerto, cuando distraídos sus tripulantes en la operación de cerrar las
puertas, se encontraron aconchados entre las peñas. Ya en esta situación, el
gánguil no pudo volver la cabeza ni hacer maniobra alguna para salir del
atolladero, y la fuerza de las olas fue trabajando en el casco hasta que le
partió en dos…”
De aquel naufragio se salvaron solamente tres de los tripulantes:
“...El maquinista José María Sodupe, natural
de Las Arenas; Juan Bautista Inchaurtiteta, de Sopelana y Pedro Bilbao del
Desierto. Contaba el maquinista José Sodupe: “...Yo no sabía nadar y conseguí
llegara tierra merced a un salvavidas que tuve la precaución de ponerme...” Al día siguiente del naufragio aparecieron en la playa de
Algorta tres cadáveres, uno de ellos el del capitán del “Ibaizabal”.
El día 23 de marzo la Junta de Obras del Puerto de Bilbao acordaba
solicitar al Gobierno que concediera a las familias de los ahogados el máximo
que la Ley de contratas concedía como indemnización en esos casos.
De aquel naufragio se hicieron eco otros diarios madrileños como
“La Justicia” y el “Diario Oficial de Avisos de Madrid”. El primero recogía la
noticia el día 23 de marzo en la que daba cuenta de los ahogados: “...Incluyendo los apellidos de
los hermanos Felipe y Miguel Uranga...” Así como de
las condiciones en que se había salvado el maquinista José Sodupe: “...Quien a pesar de no saber nadar ha llegado a tierra merced a un
salvavidas al que tuvo la suerte de agarrase al salir del fondo del mar por una
sacudida de las olas...” El segundo de los diarios
madrileños el “Diario Oficial de Avisos de Madrid” facilitaba la siguiente
información el día 30 de marzo: “...Apenas ocurrido el naufragio, dio parte por teléfono la junta de
Santurce a la de Portugalete, la que dispuso en el acto saliese el remolcador
“Bilbao” y la misma telefoneó a Algorta para que fuera gente en auxilio de la
tripulación, pero el gánguil había sido arrojado sobre las rocas de punta Galea,
sitio absolutamente impracticable en pleamar, de modo que la gente no pudo
bajar el promontorio para socorrer a los náufragos con la eficacia de costumbre
y solo pudo prestar auxilio con gran exposición, por medio de cabos, a tres de
los que alcanzaron las peñas; entretanto el vapor aguantándose sobre la máquina
y lo más cerca posible del gánguil, luchando
inútilmente enviándole guindolas, cuerdas y un bote que logró llegar
cerca del buque náufrago sin que los tripulantes de este se atreviesen a saltar
en él; entretanto cerró la noche y el bote se estrelló sobre las rocas. Fue aquel un salvamento
sin fortuna, pero no por falta de diligencia, valor y destreza desplegada hasta
el último extremo por la junta de Portugalete; junta en cuyo historial se registraban
hasta entonces salvadas de las olas 262 vidas merced a sus auxilios. La
comisión ejecutiva otorgó la “medalla de
bronce” al capitán del vapor y premios en metálico a la brigada que trabajó
desde tierra…”
También lo hizo “El Heraldo de Madrid” el día 22 de marzo de 1891
quien decía que: “...En Algorta se abrió ayer
una suscripción para socorrer a los náufragos...”
En el pleno municipal del Ayuntamiento de Getxo del 16 de abril de
1891 se informaba que: “...Por los
jornales y conducción al cementerio de Santa María de seis cadáveres
procedentes del naufragio del “Ibaizabal” se habían abonado 201 pesetas, el
servicio fue realizado por varios vecinos...”
También de que el hospedaje en casa de D. Marcelino Uribe de tres de los
náufragos había supuesto 20 pesetas.
Hasta aquí la historia de otro de los barcos que a lo largo de los
años naufragaron en nuestras costas y playas.
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