Ahora
que algunas voces de la derecha reclaman que nadie se apropie de las
reivindicaciones del feminismo, en esta fecha tan señalada “Día
Internacional de la Mujer Trabajadora”, conviene recordar que
fueron las ideas conservadoras las que a lo largo de los siglos
retrasaron, cuando no impidieron, que la mujer consiguiera su
emancipación.
Para
ello basta ver cómo desde los distintos pensamientos de esa derecha
conservadora trataban a las mujeres, incluso desde publicaciones
creadas “ad hoc”:
Uno
de esos diarios conservadores era “El Tiempo”, periódico
madrileño que en 1845 escribía las siguientes lindezas,
refiriéndose a “La Independencia Política y Social de las
Mujeres”: “...Vamos
a ocuparnos de la independencia que gozan actualmente las mujeres en
la Europa civilizada, empezando por Inglaterra. Aun cuando ningún
otro motivo tuviéramos para oponernos
a la emancipación social de la mujer, siempre creeríamos que no se
halla preparada para esta revolución
en nuestras costumbres a la que aspiran sus ardientes defensoras...”
A continuación hablaban sobre las opiniones de algunas eruditas
inglesas, francesas e italianas, defensoras de la emancipación,
obviamente para atacarlas con aseveraciones como la siguiente: “...Es
pues una anomalía prescindir de la delicadeza, de la modestia, de la
gracia, encantos “particulares de su sexo”, y renunciar de este
modo a todos los privilegios de miramientos que suelen rodear a la
que se contenta con ser buena hija y buena madre de familia...”
Finalizaban el artículo diciendo: “...A
nosotros nunca se nos podrá convencer con tales utopías en que sus
autores, cualquiera sea su sexo, parece comienzan por olvidar que
todo se halla ligado a la organización social. Toda reforma que
ataca a la religión, ataca en general las costumbres públicas. La
emancipación de las mujeres tal cual la mayor parte de los
reformadores la pretenden, tiende a acabar con el matrimonio; pues la
legislación política de acuerdo con la divina somete la mujer al
marido…”
!!Y se quedaban tan anchos!!.
Afortunadamente
también existían algunos articulistas que en la prensa defendía a
los movimientos sociales de emancipación. En 1896 el diario “La
España Moderna” decía en un artículo dedicado a “Los Problemas
del Feminismo”: “...Este
Movimiento Social no se halla circunscrito a un país determinado,
antes bien se manifiesta en todas las naciones sometidas al influjo
de la civilización occidental. Trátase de una revolución, pero de
una revolución sin violencias, o, como decía uno de nuestros
amigos, de una revolución sin «R». Lo que con más o menos
propiedad se denomina movimiento feminista es hoy una de las más
universales preocupaciones en el mundo culto...”
Una articulista del diario “Le Figaro” decía en un artículo
referido a este movimiento, mostrándose discrepante con algunas de
sus expresiones: “...Por
ridículas que sean las reivindicaciones femeninas, por mucho que les
perjudique a menudo, la forma bajo la que suelen presentarlas, es
imposible negar el progreso que las ideas de emancipación hacen
(Le Figaro 10 septiembre de 1896)...”
Mientras,
algunas mujeres salían en defensa de las reivindicaciones feministas
con la lógica de la época. Ese fue el caso de la madrileña
“Revista Contemporánea” en un artículo de los meses de enero a
marzo de 1897, decía sobre el feminismo la literata sevillana María
Montes de Oca “María de Belmonte”, que en ocasiones escribía
con el apellido de su esposo, defendiendo los intentos de algunas
mujeres para cambiar el rumbo de su historia, y situándolos en aquel
momento histórico: “...No
os figuréis, lectores benévolos (Dios haga buena la calificación);
que a fuer de mujer, al tratar un asunto que de modo tan vivo
apasiona los ánimos, vaya yo a izar la bandera, halagadora para las
mujeres, de la supremacía de su inteligencia. Ni siquiera voy a
proclamar la igualdad de aptitudes de un sexo y de otro. El
progreso moderno ha ido sacando a las mujeres del pueblo del rincón
de su casa, haciéndolas acudir a las fábricas y los talleres en que
hoy trabajan unidas al hombre, sin que por ello sus costumbres se
hayan relajado, mírase con cierta prevención desfavorable a las
que, viviendo en más elevadas esferas, buscan, merced a ese mismo
progreso otros horizontes a su actividad. Es cierto que hoy la mujer
tiene mucho adelantado para su ilustración y desenvolvimiento
intelectual, puesto que se han abierto para ella los centros de
enseñanza, y casi puede decirse que las trabas que dificultan aún
sus pasos en este terreno son debidas a la rutina y al atraso
lamentable de nuestras costumbres. A la mujer se la considerada
inapta para los trabajos especulativos, se le inculca desde sus
primeros años la idea de que la frivolidad es uno de sus atractivos
más poderosos, y la ignorancia y la dependencia absoluta, lo que
forma las esposas dignas y las buenas madres. Y la mujer, como era en
los tiempos antiguos, sigue siendo ahora para el hombre sólo un
objeto de recreo; porque ahora, como entonces, entre ellos ninguna
otra cosa hay de común. Sin embargo, aunque se la haya acostumbrado
a tener por principal ocupación la de atender al adorno de su
cuerpo, antes que al cultivo de su inteligencia, la mujer, como el
hombre, no sólo de pan vive...”
A continuación decía refiriéndose a la actitud de la mayoría de
las mujeres frente a ese reto: “...Entre
nosotros este movimiento feminista no despierta gran interés. Aquí
la mujer, que, si no en otra cosa, iguala al hombre en indolencia, se
preocupa muy poco de la suerte presente y futura de su sexo, la
incesante y fecunda labor de las mujeres de otros países no arranca
a los labios de la mujer española ni una frase de simpatía. Es de
esperar que las mujeres, una vez convencidas de todo lo que tiene de
trascendental y de hermosa su regeneración, se agrupen bajo la
humanitaria bandera levantada por espíritus animosos, y sostenida
por la parte más ilustrada del mundo civilizado...”
Sin
embargo, en esos mismos años, 1897, una de las más destacadas
revistas ilustradas dedicadas a la moda y las labores “destinadas a
la mujer”, que obviamente era dirigida por un hombre, decía al
referirse a las Sufraguistas inglesas: “...Las
sufraguistas son las más caracterizadas representantes del feminismo
de acción violento y tumultuoso, pretenden intervenir de un modo
directo en la política de su país. Aun colocándome en el terreno
de las mujeres que reclaman su participación en la vida política de
un país, me parece que esas buenas señoras a quienes interesa más
que el gobierno de un hogar la felicidad de una nación, tienen más
medios de conseguir sus ideales. Debemos compadecer a esas mujeres
que renuncian a las cualidades más estimables de la condición
femenina para incurrir en las debilidades del sexo fuerte...”
El
tiempo pasaba y ya estábamos en 1908.
Y mientras la cámara inglesa, en el periodo del otoño trabajaba
para implantar leyes sobre las licencias, la educación y la cuestión
agraria en Irlanda, las llamadas “Suffragettes”
(Las Sufragistas), persistían
con energía en su campaña en pro de los derechos de la mujer,
comenzando apenas abierto el Parlamento a perseguir a los ministros,
dando lugar al encarcelamiento de varías feministas (Lo
Escribía el diario “El Noticiero Bilbaíno” del 15 de octubre de
1908).
Dos años después, el 11 de julio de 1910, en el País de la
“Egalite et fraternite” no parece que la cosas habían mejorado
para las mujeres, contaba el mismo diario: “...En
las últimas elecciones que tuvieron efecto en Francia se presentaron
quince mujeres como candidatas; pero en vista de que en la República
Francesa no rige el derecho electoral para la mujer, los pocos votos
que a su favor se reunieron fueron declarados nulos...”
Seguía
pasando el tiempo, ya era 1925 cuando un 3 de febrero la prensa local
“El Noticiero Bilbaíno” llevaba a sus páginas lo siguiente:
“...Dos
nuevas reformas de la Constitución de los estados Unidos, en una de
ellas se da la bienvenida al derecho de sufragio femenino. Y muy
probablemente en la que será la XX reforma de su Constitución los
hombres y mujeres tendrán iguales derechos...”
Pero a continuación seguía diciendo: “...En
todos los Estados Unidos la ley considera que el marido es dueño del
trabajo de la mujer...”
El
27 de marzo 1930, en el diario “El Liberal”, era noticia el hecho
de que: “...En
Canadá ha sido elegida la primera mujer que ocupa puesto en el
Senado, después de una larga campaña abogando por que se reconozcan
los derechos de la mujer...”
Y
no es casualidad, que en la mentalidad franquista de los años 40-50
se dijeran lindezas, por parte de una preclara activista del
pensamiento falangista, casi al igual que hoy lo expresan algunos de
sus correligionarios. Ideas que plasmo en un libro con afiches “La
Guía de la Buena Esposa” en 1953, la líder de la Sección
Femenina de la Falange, en la que se apuntaban 11 consejos que debía
seguir la mujer casada según el ideal del régimen franquista, en el
que decía entre otras bagatelas: “...Las
mujeres nunca descubren nada; les falta el talento creador reservado
por Dios para inteligencias varoniles...”
En otra de la misma guía espiritual decía: “...La
vida de toda mujer, a pesar de cuanto ella quiera simular -o
disimular- no es más que un eterno deseo de encontrar a quien
someterse...”
Incluso en aquellos afiches propagandísticos ilustrados en los que
referían expresiones como: “...No
te quejes si llega tarde, si va a divertirse sin ti o si no llega en
toda la noche. Trata de entender su mundo de compromisos...”
Los libros y folletos relativos al papel de la mujer publicados
durante los años cuarenta y cincuenta eran casi indistinguibles de
los del siglo XIX.
Y
nos dicen ahora, por ejemplo, en Madrid que: “...El
Gobierno regional debe de adoptar medidas para combatir los
estereotipos sexistas en la escuela...”
A que parece que no ha cambiado nada.
Y aún así, pese a todo, sigue siendo muy difícil el compromiso de los hombres, no en el abstracto ideológico, si no, en el día a día de nuestras actuaciones para cambiar el rumbo de la historia haciendo que nuestras compañeras no sean esclavas de nuestra pereza.
PARA
QUE NO SIGA SIENDO POR CASUALIDAD
!!
VIVAS, LIBRES E IGUALES, YA!!
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