El
solsticio de verano, es
un día mágico para niños y mayores, lleno de recuerdos que no
volverán. Y es a partir de ese crepúsculo cuando los días
emprenderán su declive y la noche ganado a la claridad, iniciará de
forma inmisericorde su ocaso.
Así
que para no dejar que el paso del tiempo, crepúsculo de las
tradiciones, borre de nuestras memorias las evocaciones de antaño,
conviene recordar cómo eran esos días cuando las urbes al igual que
el solsticio no habían ganado aún a la claridad y la sencillez de
una forma de vivir, que a medida que el cemento ganaba espacio, fue
transformando nuestro entorno.
Hasta
las costumbres ancestrales se van perdiendo, antiguamente la gente
saltaba sobre el fuego para preservarse de las enfermedades,
utilizando las cenizas de la hogueras que esparcían sobre los
huertos para alejar los malos augurios y conseguir que los mismos
siguieran produciendo fértiles cosechas.
A
modo de dato histórico decir que: “...Fue
la llegada del cristianismo la que cambio la fecha de celebración de
estos ritos. Ya que la Iglesia enmarcó la celebración pagana en la
conmemoración del nacimiento de San Juan Bautista...”
Y
para ver cómo se contemplaban aquellos días de jolgorio y cantos,
recordar como fue aquella fiesta:
En
el centro de una espaciosa y un tanto accidentada campa de la aldea o
barrio, se amontonaba una enorme pira de ramas, muebles viejos y
argoma, que anunciaba la próxima fiesta. Aquellas ramas y muebles
habían sido acarreados por los más jóvenes del barrio a lo largo
de la semana.
Y
por fin llegaba la deseada y esperada noche. En las cocinas de las
casas los pequeños y mayores apresuraban la cena para salir a la
campa antes de que alguien prendiera fuego a la pira, que ya cayendo
los últimos rayos de sol, se asemejaba a un fantasma gigantesco que
hubiese bajado a dormir su sueño de cíclope sobre
la campa. Mientras ésta parecía sumida en un gran letargo, diríase
que descansaba previendo el bullicio y la algazara de más tarde,
nada turbaba su momentáneo profundo silencio.
De
pronto, un griterío juvenil anunciaba el incipiente comienzo de la
fiesta, se abrían ventanas y rechinaban las puertas. Pequeños y
mayores saltaban de sus asientos sin haber terminado de cenar y con
el último bocado entre sus dientes salían de sus casas, la plaza
comenzaba a llenarse. Mientras, los pequeños enarbolaban pequeñas
antorchas de papel preludio de la gran fogata.
Una
antorcha por fin era depositaba en el centro de la hoguera,
produciéndose al instante una gran claridad, en la que volaban las
chispas cual estrellas fugaces, los rostros se iluminaban con el
resplandor de las llamas. Comenzaba el ritual de cánticos y danzas.
Las caras enrojecidas por el extremo calor de la pira mostraban la
alegría de la fiesta.
Iba
a ser larga, numerosas y pequeñas hogueras aparecían por la campa,
cada cuadrilla tenía la suya. Los paganos de una parte de la
tradición festiva, en algunos casos, eran los huertos más próximos,
de los que pequeños hurones extraían las deliciosas patatas nuevas,
que serían asadas sobre las ascuas de sus diminutas piras. !Quizá
de esa costumbre derive un sonsonete que se cantaba en algunas zonas
de Bizkaia: “...Guárdense
maíces y trigos, ladrones y brujas sean quemados»...”!
Por
fin el fuego iba decayendo, el combustible se acababa y los pequeños,
presos hasta entonces de una febril agitación, empezaban a dar
señales de cansancio y mucho más los adultos, que al día siguiente
habían de madrugar para retornar a sus labores.
Por
la mañana un intenso olor a humo recorría el barrio junto a una
pequeña neblina que salía de los rastros de las hogueras, que
grises y aún con tiznas rojizas permanecían visibles, recordando
que ya solo faltaba un año para volver a celebrar esa mágica noche
de
San Juan.
Una
de esas fiestas, quizá la de mayor relevancia de Getxo, fue la de
San Juan de Alango, en Algorta, de la que ya hablé el pasado año y
que este, al haber encontrado un programa de fiestas de 1982, deseo
recordar para cerrar la pequeña historia de un barrio de Algorta:
Las
fiestas de 1982
de cinco días de duración tuvieron una programación bastante
completa, además de tres espacios festivos. Entre ellos estuvo, como
era lógico, la plaza de Alango, el parque de María Cristina, donde
se celebraron los festivales de Rock y algunos concursos infantiles y
la playa de Ereaga donde se dispararon castillos de fuegos de
artificio.
Arrancaron
el día 23 de junio
con una tamborrada, a las 20:30 de la tarde, que partiendo desde la
plaza de “Txiki-Otaegi” transcurrió por Martikoena, Alango y
Eretza, finalizando en el parque de María Cristina; a las 22:00 se
realizó una quema simbólica del muñeco y un homenaje a María
Luisa Asua, la “Txorrera”, una de las mujeres que venía
confeccionando el muñeco de trapo que adornaba todas la hogueras de
San Juan en el barrio de Alango. A continuación se disparó un
castillo de fuegos artificiales en la playa de Ereaga y tras ellos
dio comienzo la verbena en María Cristina animada por el grupo
“Ekaitz”. Durante los días siguientes las mañanas comenzaban
con pasacalles de txistularis y cabezudos por el barrio de Alango;
los juegos y competiciones iban llenado el espacio festivo, entre los
actos festivos estuvo el III-Campeonato de Rana, que se celebró el
viernes 25 en el Bar Gurugú; En las verbenas hubo tres grupos
musicales: “Ekaitz”, “Rufus” “Gogor” y “Azkorri”,
también hubo bandas de cartón; y a las 2200 el II-Festival de Rock
en el parque de María Cristina, que contó con la presencia de los
grupos “Rufus” y “Cocktail”; el
sábado 26
volvía a recorrer el barrio una nueva tamborrada, esta vez infantil,
que transcurrió a lo largo de la Avenida Basagoiti; como novedad
festiva estuvo la exibición aérea que protagonizó el “Real Aéreo
Club de Vizcaya” que arrojó sobre la plaza de Alango balones de
plástico; uno de los actos festivos que se celebró el
domingo 27
fue el dedicado a los mayores en la Residencia Municipal de Getxo,
en el que tras la misa de la mañana les ofreció un alarde de
Dantzas por el grupo Itxartu-Taldea de Algorta y la actuación de la
Orquesta Azkorri; por la tarde un nuevo alarde de dantzas,
protagonizado por los de Simón Otxandategi de Berango para seguir
con la romería y llegar a la traca final y al “Entierro del
Iturri”. Las fiestas contaron con la colaboración de los
supermercados “Herriko” y “Eko”.
Los
dos últimos años en que se celebraron las Fiestas de San Juan de
Alango, al urbanizar la zona cambiaron de escenario y la romería se
trasladó al parque de “Urkijobaso” (María Cristina). Pero ya la
hoguera de San Juan había desaparecido.
Hoy
las campas han desaparecido, las hogueras se fueron con ellas, la
gente no salta sobre el fuego. Sólo quedan recuerdos simbólicos en
alguna plaza como la de San Nicolás de Bari de Algorta o en la de
Malakate de Santa María de Getxo. Las rígidas normativas de
seguridad municipales han ayudado, junto a la falta de espacios, que
una fiesta con raíces de
largos
años haya desaparecido. En la noche embrujada de San Juan soñemos
con los bailes de esa noche:
“...San
juan bagilean
denpora
ederrean,
amalau
atso trompeta yoten
motrailu
baten ganean.
Udan
udan udan
San
juanetan
dantzan
eingo dogu
ifar-airetan...”
“...San
Juan en junio
en
hermoso tiempo,
catorce
viejas tocando trompeta
sobre
un mortero.
En
el verano
por
fiestas de San Juan
bailaremos
en auras del cierzo...”
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