Carnavales en Pandemia, que
difícil es su celebración al igual que otras actividades, cuando ni la medicina
está segura de su duración. Como fantasmas embozados, con blancas máscaras,
caminamos inseguros a la espera de los próximos libres del temido virus.
Esta conmemoración pagana, atribuida
por unos a los sumerios, otros de la antigua Grecia y también a los romanos en
recuerdo de las lupercales. En nuestras latitudes tras la asimilación, al igual
que otras fiestas por la iglesia católica, desde ya hace mucho tiempo se viene
celebrando como preludio de la llamada Cuaresma. Que se celebrará del 16 al 21
de febrero, ya que siguiendo la tradición del santoral católico, la misma debe
de tener lugar 40 días antes de la llegada de la fiesta del silencio (Semana
Santa).
Fiestas en las que
tradicionalmente el desenfreno, la sátira y la contestación a las normas se ha
realizado, incluso en épocas de dictadura. Celebración rica en personajes
míticos (Zanpantzar, Joaldunak, Ziripot, Miel Otxin, Atorrak, y otros). Con
creaciones adaptadas a cada Pueblo, incluso entre nosotros con un diario festivo
en los años 80 “The Jaiak Post”.
Las, antes, alegres y
coloridas mascaras han sido sustituidas nuevos embozos, tristes y monótonos,
que no dejan adivinar lo que cada cual lleva debajo. Decían que la careta, por
regla general, era un pretexto para desahogar el cerebro de las tonterías
amontonadas en el año, que difícil se nos va a hacer con esta nueva.
Este año, tampoco podremos
disfrutar de los desfiles de cuadrillas, Euskal dantzak (Areeta), photocall o
las batukadas (Algorta), los concursos de disfraces (Romo) y las kalejirak
desde Malakate (Santa María de Getxo).
Así que para ir calentando motores para los del 2022, voy a recordar otro de unos carnavales ya muy lejanos, el celebrado en febrero de 1900. Contaba a cerca del mismo el semanario “La Voz de Guecho”, que tenía su sede en la Avenida Basagoiti Nº 94 de Algorta: “…Entre el elemento joven, reina grande la animación, para el baile que mixto de sala y de disfraz, que organizado por el Circulo Algorteño, tendrá lugar en el elegante salón del mismo a las nueve de la noche de hoy…” A parecer la iniciativa de carnavales fundamentalmente corrieron a cargo de esa entidad Algorteña. Se hablaba de que para presentarse al baile: “…Aquellas señoras o señoritas que lo deseen, y que no tengan familiar que pertenezca al Círculo, podrán acceder al salón si van acompañadas de un socio…” Para acceder al mismo disfrazados era necesario: “…Proveerse con antelación de un ticket, el cual será facilitado por la comisión de fiestas a los socios…” Se advertía que los mismos eran los responsables de: “…Los actos que las máscaras pudieran cometer. En la puerta de entrada habrá una comisión receptora a la cual las máscaras deberán de entregar el billete…” Eso sí, muy puritanos ellos, exigían que: “…Los disfraces deberán de ser decentes, y dignos de un baile de salón…”
Según contaban en aquel
semanario: “…Es
mucha la gente joven de este barrio que se ha preparado ya con las
indispensables municiones de guerra (Confettis y serpentinas), para la batalla
que ha de librarse en plazas y paseos durante estas fiestas de carnaval…” La
Plaza de San Nicolás y la Avenida Basagoiti era esos espacios festivos en los
que los confetis y serpentinas volaban animado la fiesta exterior, la cual era
amenizada por la banda y los tamborileros. Y para los que no habían hecho
acopio de aquellas armas anunciaban: “…Si hubiera algún perezoso
que aún no estuviera provisto de tales proyectiles, puede acudir a la casa
CENTENO…”
Se celebraron dos bailes en el
Circulo Algorteño, uno el domingo y otro el martes de carnaval. El salón
aparecía profusamente ataviado con serpentinas y lucía una espectacular
iluminación, que sorprendía a los asistentes. La variación de los tarjes y
máscaras era otro de los elementos que dieron brillantez al acto. Propio de la
época, a las jóvenes asistentes se les obsequiaba con cucuruchos de confeti y
pastas. Se comentaba aquellos días que nunca se había visto tal derroche de
confetis en el Pueblo. Y cómo ya tocaba cambiar el arrendamiento del ambigú del
Circulo Algorteño el mismo era adjudicado a D. Mateo Ajuria, quien tenía un
comercio llamado “Ultramarinos, telas y Ferretería de Mareo Ajuria”.
Tras esos días de “desenfreno”
tocaba purgas las “culpas”, el Ayuntamiento previsores ellos, seguro que bien
aconsejados por su asesor espiritual, presentaban la propuesta de: “…Facultar
al párroco de san Nicolás de Bari para que nombre los tres predicadores que han
de encargarse de los sermones de Semana Santa. Se hace saber a dicho párroco
que el Ayuntamiento vería con gusto que se encargara de uno de esos sermones a
uno de los Reverendos Padres del convento de los Trinitarios de Algorta…”
Acompañaré a esta entrada de
unas fotos, actuales ya que no existen de la época, de pasados carnavales de
nuestros barrios. Y una correspondiente al Carnaval de Donosti, publicada por
la “Fundación Sancho el Sabio”, para ilustrar como se representaba en aquellos
días los carnavales.
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