Ahora
que una nueva epidemia acaba de asolar a todos lo continentes y nos
ha mantenido enclaustrados en nuestras casas y amenaza con repetir el
brote, es bueno mirar hacia atrás en nuestra propia historia y ver
que en otras épocas virus y bacterias también atacaban
inmisericordes a nuestros antepasados. A pesar de ello la vida se
siguió abriendo camino.
A
comienzos de enero de 1855 ese agresor era la bacteria llamada
“Cólera Morbo”. Aquel ataque era recogido en el diario madrileño
“La Nación” del 7 de enero de 1855, y el miedo provocaba seguro
las mismas dudas y también un médico quien hacía frente al agresor
y a la rumorología : “...El
Doctor D. Bartolomé de Zeaorrote médico establecido en Bilbao, que
con el mayor celo, y su acostumbrada generosidad, no perdonó fatiga
ni sacrificios en su asistencia a todas horas a todas las clases de
la población y sus arrabales, y a los pobres más bien con socorros
que con exigencias, ha procedido de la misma manera en los pocos
casos de igual cólera-morbo-asiático. Y a pesar de que por el
momento se dan escasos casos en esos arrabales ha hecho circular el
escrito siguiente a sus amigos, para tranquilizarles, no menos a los
que han permanecido en sus casas, a los que se ausentaron de la
población a la aparición do los primeros casos: Desde el día 12
del actual vivimos aquí bajo la declaración del
cólera-morbo-asiático, debe arredraros muy poco esto, cuando en
esta Villa, a pesar de todas las cifras que habéis visto en los
Boletines, no ha habido la noche pasada mas que la defunción de una
señora de resultas de padecimientos ajenos del cólera. Por este
cuadro se deduce, que difícilmente en cien años no habrá ocurrido
que en un día, mayormente como el de la fecha, haya habido menos
pérdidas que lamentar, aún en los tiempos de la más completa
salud…”
El
diario “La España” del 9 de septiembre de 1855 decía repitiendo
los mismos patrones de conducta que algunos han realizado hoy en día:
“...El
cólera ha aparecido en la villa de Plencia, y en los pueblecillos
comarcanos hasta Algorta, barrio de la anteiglesia de Guecho, en el
cual ha sorprendido a infinidad de bañistas
y de familias que a su
saludable atmósfera se habían acogido. De Algorta, en los primeros
brotes, huyeron aquellos trasladándose a la villa de Porlugalete,
baluarte hoy el más seguro y en el que apiñados y confundidos viven
un largo ciento de familias bilbaínas y de otros pueblos del
señorío...”
Una
consideración preliminar: Aunque de forma preferente utilizo los
nombres de las localidades en su actual grafía euskaldun, para esta
historia, teniendo en cuenta la época las escribiré como las
consignaron los que describieron los acontecimientos.
Entre
nosotros, en nuestra Anteiglesia, era un galeno D. Pedro Zabala
Basterrechea natural de Guernica, que fue médico cirujano de Algorta
y posteriormente de Begoña, quien hacía frente a la bacteria. La
titulación de esta especialidad se unificó en 1827 mediante un Real
Decreto. Este médico vivía en el barrio de Algorta. La Anteiglesia
todavía no estaba muy habitada, tan solo contaba con 570 habitantes,
y estaba dividida en dos barrios: “...Guecho
que tendrá 170 vecinos y Algorta sobre 400 habitantes...”
Su
trabajo e interés provocó una serie de desencuentros con la
autoridad municipal, que llevó a un intercambio de escritos ante la
Diputación Provincial.
Según
relataba el eminente cirujano, en una de sus epístolas, en la que
señalaba por qué barrio ejercía cómo medico: “...En
este último barrio se halla contratado el exponente como médico
cirujano, sin dependencia alguna del Ayuntamiento, que carece al
mismo tiempo de facultativo titular...”
Y a continuación expresaba al Consistorio, en la que solicitaba le
abonara su trabajo, las razones por las que pretendía el pago de sus
servicios: “...Que
viendo el recurrente que amagaba la invasión de la aterradora
epidemia, conocida como “Colera-Morbo-Asiática”, procediendo con
cordura y prudencia profesional, creyó conveniente poner en
conocimiento de sus contratados, con anticipación de dos meses, que
si desgraciadamente se declaraba en el barrio la enfermedad, haría
falta otro facultativo que le acompañara. Pasó desapercibida
entonces la indicación. Tratamos que celebrara una reunión para
exponer a los posibles afectados del barrio de Algorta, junto con
otros profesionales, compañeros de fatigas. Al solicitar al Alcalde
permiso para celebrar dicha reunión, contestando el Alcalde que ya
se habían tomado las medidas oportunas, sin que en el pueblo se
tuviera conocimiento de las mismas. El caso es que a los dos o tres
días nombró el Ayuntamiento dos comisionados que encargaron el
Alcalde y el Cura Párroco D. Estanislao de Cortina, con objeto de
adquirir un facultativo para los dos barrios, o sea para todo el
pueblo, a costa de los fondos comunes...”
Al parecer de aquellos facultativos uno solo se prestó para ejercer
en Guecho durante un periodo máximo de dos meses por la que
solicitaba una retribución de 30.000 reales. Cómo las gestiones de
los responsables municipales no daban resultados D. Pedro Zabala
continuó al cuidado del barrio de Algorta.
La
epidemia continuaba incrementando el número de afectados por lo que
el Ayuntamiento de Guecho tomó la decisión de: “...Establecer
en Algorta un hospital para todos los vecinos del pueblo, disponiendo
que D. Pedro Zabala se encargara de visitar a todos enfermos que
ingresaran en el Hospital...”
Nuestro
insigne doctor permaneció durante toda la crisis al pie de la
cabecera de los vecinos de Guecho, pese a que fueron muchas las
llamadas que desde otros pueblos le llamaron para que extendiese sus
conocimientos a los enfermos de esos municipios.
Dicen
que el Ayuntamiento mostró escasa gratitud al galeno, mientras los
vecinos recogieron firmas para elevarlas al consistorio, ante lo que
todos consideraron: “...Una
actitud mezquina y miserable hacía le médico cirujano, temerosos de
que si se volviera a reproducir la epidemia podrían quedar sin los
auxilios del facultativo...”
El
médico citado pasó sus honorarios al Ayuntamiento a razón de 200
reales diarios por sus servicios en el Hospital de Algorta: “...Y
ni siquiera los honores de la contestación mereció de aquella
autoridad...”
Se quejaba el galeno, no sin razón, de que: “...El
Consistorio había contratado otro facultativo para el barrio de
Santa María por la misma cantidad que él reclamaba...”
Exponía
ante la Diputación Provincial las que el consideraba causas de
aquella afrenta: “...En
sus actos el Ayuntamiento y los concejales actúan como si los fondos
comunes fueran de su propiedad, privando con ello a los vecinos de
Algorta de los beneficios de su mediación. Que afecta a este médico
de por la antipatía que parece desprenderse por haber sido
contratado por el barrio de Algorta...”
Finalmente
el Ayuntamiento, según reconocía el propio galeno el 17 de
diciembre de 1855, recibía la negativa del Ayuntamiento para
abonarle sus servicios.
El
19 de diciembre de 1855 D. Luis Gonzaga de Aguirre, en nombre de la
Diputación de Vizcaya, trasladaba el escrito al Ayuntamiento de
Guecho: “...Comuníquese
esta exposición al Ayuntamiento de la Anteiglesia de Guecho para que
a la posible brevedad exponga cuanto se le ofrezca...”
El
Ayuntamiento presidido por D. Valentín de Eguiraun, el 9 de enero de
1855, ofreció sus visión de los hechos: “...Este
Pueblo se compone de dos barrios, Algorta llamado “Bajo” y el
otro “Alto” o de Guecho. Los vecinos de aquel tienen contratado
su facultativo particular, que es hoy el Sr. Zabala; y este último
también tiene su facultativo particular. El Ayuntamiento carece, en
verdad, de facultativo titular, pero los motivos los diremos en su
lugar, que este terreno es vedado para él...”
A
continuación el Ayuntamiento desgranaba sus actuaciones para la
contención de la dañina bacteria: “...Antes
de declararse en este Pueblo el llamado “Cólera-Morbo-Asiático”,
y sobre las medidas adoptadas ya antes, se apresuró a otras
generales de suma importancia: La primera consistió en prestar
auxilios necesarios o posibles a la clase menesterosa; otra fue que
se intentó contratar un medico que profesara medicina y cirugía,
pero no al Cura Párroco Cortina, como equivocadamente sugiere el Sr.
Zabala. Pero por entonces no fue posible proporcionar ningún
facultativo...”
Excusaban
unas de las acusaciones que el facultativo Sr. Zabala hacía a la
Alcaldía, que el Sr. Alcalde estaba mientras sucedían los hechos en
su casa: “...Que
si bien es cierto que el Alcalde se hallaba en su casa cumplía con
sus funciones, mientras otros se ausentaban del Pueblo dejándole
abandonado a merced del terror y espanto de la epidemia...”
A pesar de esos intercambios de epistolares el Ayuntamiento reconocía
la entrega del Sr. Zavala durante el azote del cólera morbo. Y
aclaraban para justificar las actuaciones del Consistorio que:
“...Más
adelante, y en sesión de la Junta Municipal de Sanidad del día 3 de
septiembre, se acordó se tratara de proporcionar una casa para
establecer un hospital provisional para los casos de que se hiciera
necesario por las circunstancias venideras y nombrara una comisión
auxiliar. Al día siguiente de esta reunión, la Comisión Auxiliar,
en Algorta, con la representación del Ayuntamiento, a instancias de
uno de los asistentes acordó se proporcione para tal hospital la
casa “Mugaburu Nueva”, en el centro del partido particular del
médico Zavala, y solo para él…”
Esta denominación de la vivienda “Mugaburu Nueva”, a pesar de
que aparecía en el callejero de 1887, situada en la calle Nueva, me
inclino a pensar que el local pudo ser el que recoge el mismo
callejero, bajo el nombre especifico de “Hospital”, que en esa
fecha estaba ya deshabitado, en el n.º 16 de la calle de la
Carretera (Actual Algortako Etorbidea). Decía el consistorio en el
escrito que: “...Presentándose
el medico Zabala ante esta comisión, se acordó inspeccionar la casa
declarándose útil para Hospital Provisional, establecimiento este
que tenía dos objetivos principales: Auxiliar a la clase más
menesterosa que fue atacada por el Cólera, recogiéndola en él, y
auxiliar al mismo medico Zavala, animándole en su trabajo, sin
necesidad de que fuera a importarles sus servicios en las casa
diseminadas...”
El
Ayuntamiento afirmaba que: “...El
médico Zavala desfigura y exagera los hechos al decir que el
Ayuntamiento dispuso que él se encargara de las visitas de los
enfermos al hospital. Además que este facultativo tenía obligación
de asistir y prestar sus servicios a todos los de su Partido, pobres
y no pobres.
De los ingresados en aquel hospital murieron seis y se curaron
cuatro, y solamente falleció uno de Las Arenas, un cantero que era
forastero...”
En aquel intervalo sucedió un luctuoso acontecimiento. Falleció la
esposa del galeno, lo que sirvió al Alcalde para atacar al Sr.
Zavala insinuando que su situación anímica no era la mejor. Entre
tanto el Ayuntamiento dispuso que otro galeno, este de Lejona,
ayudara a D. Pedro Zavala: “...Pero
sin que la ayuda fuera completa ya que la zona de Guecho quedaba
exenta de dicho apoyo. Pero como quiera que el cólera se desató en
esta zona y afortunadamente otro médico, este de Sopelana D.
Emeterio Villabaso, se había presentado el consistorio para ocupar
plaza, pudo ayudar al Dr. Zavala...”
Una
de las críticas que realizaba nuestro médico sobre la actuación
del Ayuntamiento de Guecho era que: “...
las soluciones que se arbitraban, establecimiento del hospital,
nombramiento de personas auxiliares, conductores de cadáveres y
demás, se limitaban al barrio de Algorta...”
Mientras el Ayuntamiento criticaba al Dr. Zavala diciendo: “...Si
alguna animadversión hubiere entre los barrios, a nosotros compete
exclusivamente el conocimiento de ellas, y no al médico contratado
para administrar a los auxilios facultativos a la población...”
En este caso habría que tener en cuenta que Getxo municipio, dos
años más tarde en 1857, contaba con una población de tan solo 2079
habitantes. Por lo que presumiblemente las relaciones médico
paciente eran de carácter muy familiar, por lo que las demandas de
nuestro galeno se ajustaba a ese tipo de relaciones. Afortunadamente
para enero de 1856 la plaga del cólera fue remitiendo.
De
toda aquella discusión en la que las reclamaciones se referían a
cantidades de dinero por honorarios no devengados, había un
trasfondo de desencuentro entre galeno, Ayuntamiento y barrios.
Aquellos legajos que hacían un total de 82 paginas forman parte del
expediente administrativo del Archivo Foral de Bizkaia Régimen
Municipal y Urbanismo
AR00016/022
(1855 / 1856).
Otras
epidemias también asolaron nuestros entornos, la Peste Negra (1384),
unas eran de viruela y tifus (1875) y (1900), alguna trajo el dengue
a nuestros entornos. El Diario de Bilbao del 5 de enero de 1918
informaba sobre la llamada Gripe española. Pero de todas ellas, con
la colaboración ciudadana y guiados por nuestros técnicos
sanitarios, supimos salir. Estamos todos metidos en el mismo barco,
pero ojalá salgamos pronto de esta.
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