En
la anterior entrada veíamos cómo muchas familias solicitaban la
conexión de sus viviendas con la red municipal de aguas fecales.
Esta entrada será un poco más larga que las anteriores para
terminar el año 1889
El
25 de noviembre la prensa diaria bilbaína hablaba sobre el informe
de la Comisión de Hacienda de la Diputación, relativo a la
aprobación de las bases para la organización de la beneficencia
hospitalaria. En dicho artículo hablaban sobre la disposición de la
Diputación para “atender a la humanidad doliente”, haciendo
referencia a la frase del libro del Pentateuco: ”...Yo
te mando que abras la mano a tu hermano menesteroso...”
El 26 de ese mismo mes, en el pleno, se informaba de la orden de la
Diputación para el envío de datos referentes a la beneficencia en
Getxo, quedando encargados de la recogida de los mismos los regidores
Sres. Arrola y Sustacha.
El
día 26 de noviembre de 1889, desde el Senado de Madrid llegaban
noticias de la firma por la regente del decreto para la elección de
un senador por Bizkaia. Ya desde días antes se barajaba la posible
presentación para tal cargo a D. Eduardo Victoria de Lecea. La
prensa hacía alusión a sus méritos cómo alcalde de Bilbao. El 30
de noviembre de 1889 se leía en el pleno del Ayuntamiento de Getxo
una Real Orden insertada en el Boletín Oficial de la Provincia
disponiendo que: “...La
Provincia de Vizcaya deberá proceder al nombramiento de un Senador,
el próximo día 20 de diciembre, para lo cual es necesario la
elección en los pueblos de compromisarios el día 12 del mismo
mes...”
El día 20 de diciembre se procedió en el salón de actos del
“Instituto Vizcaino” a la elección de un senador por la
Provincia en sustitución del hasta ese momento Sr. Zabala que fue
nombrado senador vitalicio. El resultado de la votación, con un
único candidato, fue de 123 votos a favor de D. Eduardo Victoria de
Lecea, y de 7 papeletas en blanco, por lo que quedaba nombrado para
el cargo de senador por Vizcaya el Sr. Victoria de Lecea.
A
finales de noviembre de 1889 se añadía al padrón municipal al
médico cirujano D. Martín Valdés, que residía junto a su familia
en la calle Mayor n.º 61, segundo izquierda de Las Arenas.
Para
poder mitigar el hambre de los auxiliares de mesa durante las
elecciones para concejales, acordó la corporación: “...Se
ponga comida según costumbre con motivo de las elecciones para
concejales del día 1 de diciembre de 1889...”
Dicha comida fue suministrada por D. Manuel Eguia y supuso un coste
de 50 pesetas para el Ayuntamiento.
Las
calles de San Nicolás y Mayor que habían sido empedradas
necesitaban de compactación por lo que decidieron: “...Autorizar
a la Comisión de Obras para reponer el cilindro compresor para
apretar la piedra martillada colocada en ambas calles...”
Era
el 30 de noviembre de 1889 cuando una moción del regidor D.
Idelfonso Arrola, haciendo loa de las cualidades de la enseñanza
para nuestros jóvenes, animaba a la construcción de un nuevo
edificio para la enseñanza en Santa María de Getxo: “...El
concejal que suscribe tiene el honor de someter a la consideración
y aprobación de este Ayuntamiento la siguiente moción: Nadie
desconoce las inmensas ventajas que la instrucción primaria reporta
a todas las clases de la sociedad. El Ayuntamiento que usted preside
ha dado repetidas pruebas, no perdonando sacrificio alguno porque la
juventud de esta Anteiglesia no carezca de los conocimientos para que
un día puedan llegar a ser miembros útiles del pueblo que los vio
nacer...”
A continuación habló sobre la función del profesorado: “...La
misión de los profesores de primera enseñanza, no es exclusivamente
la de comunicar a sus discípulos los conocimientos que el Reglamento
prescribe, si no que tiene que educarlos en cada una de las partes
constitutivas que la educación comprende, estos es, física,
intelectual y moralmente...”
Y lanzaba la siguiente pregunta: “...¿Podrá
educar y desarrollar convenientemente a sus alumnos en un local que
reúne malísimas condiciones?. !De ninguna manera! Todos sabemos
los perniciosos efectos que está causando en el hombre una atmósfera
impura y viciada su desarrollo. Pues con cuanta más razón, causará
terribles estragos en las tiernas criaturas que permanecen por
espacio de seis horas respirando un aire cuyo oxígeno se convierte
casi al instante en carbónico...”
También hablaba sobre la falta de espacio para realizar ejercicios
físicos y de las pésimas condiciones que en un espacio aún más
pequeño e insalubre, cargado de humedades y falta de higiene, se
refería a sus hogares, pasaban el resto del día. Y por fin iba al
fondo del asunto: “...La
escuela de niños de Guecho no solo no reúne las condiciones
higiénicas, si no que es altamente perjudicial para los niños, para
el profesor y su familia que habitan en un local donde están
expuestos a contraer peligrosas enfermedades...”
Y sentenciaba: “...Urge,
pues, una pronta reforma. En consecuencia el concejal que suscribe
somete a la aprobación dos proyectos: Que en Guecho se haga un nuevo
edificio de planta destinado a escuela de niños y que el mismo tenga
habitación para el maestro. Toda vez que el Gobierno subvenciona la
construcción de nuevos edificios destinados a escuelas, para
aquellos Ayuntamientos que con sus arbitrios no tengan recursos
suficientes para costear la construcción de los mismos...”
El medico titular, D. Gabriel Goiri, acompañaba un informe en el que
hacía constar la continuas enfermedades que el maestro y su familia
padecían en la insana habitación en la que habitaban en la escuela
de Santa María de Getxo. Por su parte el Ayuntamiento decidió abrir
un expediente para la realización del nuevo centro, y mientras no se
hiciera realidad el mismo acordó: “...Se
proporcione al maestro y su familia una habitación en condiciones y
realizar las diligencias necesarias para encontrar una nueva casa
para dicha familia...”
Las rentas que le pedían al maestro por el alquiler de una casa eran
de 250 pesetas al año, por lo que el consistorio trató de buscar
alguna de precio más adecuado. Pero no eran solamente estas escuelas
las que presentaban mal estado ya que las de Algorta también dejaban
mucho que desear, al menos eso se desprendía del escrito de la Junta
Local de Primera Enseñanza: “...Hacemos
constar la necesidad de que en el plazo más breve de tiempo se
construyan locales con destino a escuelas de niños y niñas en el
barrio de Algorta, por ser deficientes las actuales y carecer de
condiciones para impartir la enseñanza en ellas...”
El Ayuntamiento a pesar de reconocer el mal estado de las mismas,
debido a la falta de fondos municipales, decidió abrir un expediente
para solicitar al Gobierno
de S. M. una subvención para poder realizar aquellas escuelas.
Comenzaba
diciembre, era el pleno del día 5, cuando se nombraba como medico
para familias pobres del barrio de Las Arenas a D. Guillermo
Lanchares.
Por
otro lado el consistorio acordaba abonar los intereses presupuestados
por la Capellanía de Lecumberri a D. Jacinto Arrarte y a D. Miguel
París.
Durante
el mes de noviembre de 1889 la recaudación obtenida en el telégrafo
de Algorta alcanzó las 17,80 pesetas.
En
la próxima entrada veremos cómo el barrio de Las Arenas ya contaba
con un local destinado a centro de retención.
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