En
la anterior entrada veíamos cómo el 27 de diciembre de 1888 la
Diputación de Bizkaia declaraba de interés general para la
provincia el ferrocarril de Las Arenas a Plencia.
Comenzaba
un frio enero de 1889. Ya desde días antes la mar estaba encrespada
y el horizonte amenazaba con un feo turbón, el primer día del año
estaba cerrado en aguas, la temperatura no excedía de los 6 grados,
lo que obligó a colocar una estufa en la estación telegráfica de
Algorta. En ese ambiente invernal no era de extrañar que ya se
publicara en la prensa bilbaína, en “El Vasco” diario carlista
fundado por D. Estanislao Jaime de Labayru, unas pastillas llamadas
“Carbón Luz” para encender fuego, de las que decían: “...Sirven
para mil usos domésticos sustituyendo con economía a las
lamparillas de espíritu de vino...”
Llamaban espíritu de vino al alcohol, producto que al parecer
pertenecía al legado de los alquimistas árabes y se hallaba a la
venta en diversos establecimientos al precio de 20 céntimos de
peseta las 10 unidades.
Nuestro
Ayuntamiento, gobernado por el Alcalde D. Pedro Amezaga y los
concejales D. José María Azpiri, D. Irineo Ramón Diliz, D. Mateo
Ajuria, D. Idelfonso Arrola y D. León Beitia comenzaban el pleno
tras las fiestas navideñas el día 3 de enero, con unas quejas de D.
Antonio Uribe y Dña. Albara Sarria, propietarios de la mitad norte
de la casa llamada “Amesti-Vieja”, por algunas molestias que les
estaban causando sus vecinos de la otra mitad de la casa.
Y
como decía al principio tal era el frío reinante que el Oficial de
la Estación Telegráfica de Algorta pedía le fuera colocada una
estufa. Pero no era el único establecimiento público que demandaba
la colocación de una fuente de calor, también la escuela de la
fundación de Niñas Pobres de la calle San Martín de Algorta
solicitaba la colocación de otra estufa.
Los
medicamentos de la clase específicos despachados para enfermos
pobres de la localidad, según la factura presentada por el
farmacéutico local , supusieron una cuenta de 26,75 pesetas;
mientras que los ingresos de la Estación Telegráfica de Algorta,
del mes de diciembre de 1888, supusieron 27,95 pesetas.
La
gestión de las cuentas municipales y el cobro de arbitrios parecía
marchar bien para el municipio, ya que el día 10 de enero de 1889 se
daba cuenta de las existencias en caja, las cuales arrojaban un saldo
positivo para el primer trimestre del año de 16.388,62 pesetas.
En
la sesión ordinaria de la Cámara de Comercio de Bilbao, celebrada
el 18 de enero de 1889 se leyó y fue aprobado un informe de la
comisión segunda, acerca de la solicitud presentada por D. Dionisio
de Zabiaga pidiendo la habilitación del puerto de Algorta para
ciertas operaciones de carga y descarga.
El
bacalao fue uno de los productos más demandados en diferentes usos
en nuestro municipio. Ya desde 1570 algunos marinos de Getxo se
dirigían a Terranova para realizar la pesquería del bacalao. Lo
curioso es que su venta se realizaba además de en las farmacias, en
las droguerías. Su grasa a lo largo del Siglo XIX (1801–1900) y su
uso para el alumbrado domiciliario o en la medicina fueron de gran
importancia. Así era relatado en tiempos pasados cuando en nuestro
municipio, según un documento del 12 de Mayo 1759, con la creación
de una “Casa
Nueva”,
en el muelle de Areeta-Las Arenas (hoy Tomas Olabarri), de promoción
vecinal, para posada y venta de dicho producto: “...En
las casas Nueva y Vieja de los arenales frente a Portugalete, con la
condición de que el arrendatario debe tener en venta aceite de
ballena y bacalao, sin faltar en dicha casa vieja, con un añadimiento
en la primera donde tenían su habitación y vivienda los
barqueros...”.
Incluso aparecía mencionado en naufragios que tuvieron lugar en
zonas cercanas como el acontecido en el Abra en 1799, el de la
“Fragata
Bilbao”,
que cargada con 2.600 quintales de bacalao naufragó a su entrada.
Producto que por aquellos días de comienzos de 1889, el bacalao y
sus derivados, aparecían en la prensa como medio para atajar
diversas enfermedades cómo: “...El
remedio más eficaz para el alivio y cura de la Tisis, resfriados y
toses, bronquitis, anemia y raquitismo...”
Uno de sus productos el aceite de hígado de bacalao, que tras ser
sedimentado, hervido con agua y prensado, era empleado a comienzos
del siglo XIX por prescripción médica sobre todo en la medicina
infantil. En los tratamientos de esa época era utilizado, según la
prensa contra la tisis tumoral con un derivado denominado “Bacalao
pancreático”. Su mal sabor y los trastornos que provocaba su uso
continuado fueron relegando su utilización. Se obtenía de la
pesquería, sobre todo en Noruega, Escocia y Terranova.
Las
relaciones con otras cofradías de mareantes y Ayuntamientos, en los
caso de naufragio de sus marinos era solidaria, aunque a veces
dependía de cómo ellos habían actuado en casos similares, algo de
eso se desprende de la solicitud que el mayordomo de la Cofradía de
Mareantes de Santurtzi cursó al Ayuntamiento de Getxo el 6 de enero
de 1889: “...Suplicamos
se interese la Corporación con alguna cantidad para aliviar la
aflictiva situación de las familias de los náufragos de este
puerto, que perecieron ahogados el día 18 de noviembre de 1888...”
El Consistorio de Getxo tras estudiar la petición acordaba: “...Se
averigüe la regla de conducta que en análogos casos con náufragos
del Puerto ha observado el Ayuntamiento de Santurce, y si resultare
haya abonado alguna cantidad, se faciliten 50 pesetas para alivio de
las familias de los citados náufragos, y nada de lo contrario si
resultare que aquel Ayuntamiento no alivió a los del Puerto...”
Casi con seguridad que se trataba de la lancha pesquera “Joven
María” de Santurtzi en la que perecieron 11 arrantzales.
El
10 de enero de 1889 el Ayuntamiendo de Getxo decidía en vista del
deterioro que presentaba la plazuela de Ereaga por el paso continuado
de carros que bajaban a la playa a recoger arena: “...En
vista del crecido número de carros que bajan a la playa de mar de
E reaga, destrozando el camino que a ella se dirige, así como sus
inmediaciones y la plazuela, se haga una pared seca en la parte de
tierra firme, a fin de evitar dicho carreteo y el destrozo de
vías...”
Acordaban también que en lo sucesivo se prohibiera la extracción de
arena: “...Por
los perjuicios que irroga al Ayuntamiento dicha extracción en la
parte de baños...”
En
la próxima entrada veremos cómo se decidía quitar el encachado de
piedra de bola, por su mal estado, en la calle Rivera del Puerto,
frente a la casa de Dña. Ramona Zavala.
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