En
la anterior entrada veíamos cómo las Juntas vecinales trasladaron
su sede a Algorta. Y cómo la guerra afectaba a la maltrecha economía
de nuestros vecinos. En esta seguiremos viendo como algunos de
aquellos hechos bélicos continuaron preocupando a nuestros
antecesores.
En
septiembre de 1874 el regimiento de Saboya (Liberales) estaba
acantonado en Las Arenas. El coronel de dicho regimiento demandaba la
entrega de 300 reales diarios para pago de los jornales diarios de
los soldados a su cargo. Por aquellos días se podía oír, por la
noche en Las Arenas, la retreta que el regimiento tocaba frente a la
casa del Brigadier Cassola. Es el día 24 de ese mismo mes, cuando el
primer batallón del regimiento de infantería de Saboya solicitaba
al Alcalde le fuera cedido el pórtico de la iglesia de San Nicolás
como refugio de noche.
Con
la llegada al Pueblo de nuevos contendientes las demandas arreciaban.
Ahora era el Brigadier de la segunda brigada de Vizcaya, quien exigía
que se lavaran los colchones que tenía en deposito el Ayuntamiento,
y que habían servido para el Hospital de Sangre de las compañías
Carlistas para utilizarlos en el hospital que los Liberales iban a
instalar. Y sin embargo, el consistorio se veía entre la espada y la
pared para poder cobrar los impuestos, ya que el barrio de Santa
María estaba controlado por las tropas Carlistas, y lo cobrado del
barrio de Algorta no alcanzaba ni para el pago de un mes al ejército
Liberal. Los suministros de vino a las fuerzas de ambas márgenes de
la ría, provocaban reclamaciones desde Portugalete: “...el
29 de septiembre el Alcalde de la Villa de Portugalete, reclamaba al
de Getxo, se le hicieran efectivos a D. Juan de Acha 7.837 reales por
el suministro de vino a las tropas allí acantonadas, y que
correspondían pagar a esta Anteiglesia. El vino había sido pedido a
la Columna del Sr. Segundo de la Portilla...”
El de Getxo afirmaba que no se había comisionado a D. Juan de Acha
para el suministro de dichas raciones de bebida a las tropas
referidas.
Entraba
octubre y el frío empezaba a hacerse sentir, las fuerzas
acuarteladas en Algorta demandaban la entrega de madera para poder
hacer la comida a la guarnición. Ante la imposibilidad de realizar
tal suministro el Ayuntamiento acordó: “...se
proporcione por cuenta del municipio carbón de piedra y hornillas
para hacer rancho a los soldados...”
Seguimos
en octubre, y las listas de contribuyentes que se había impuesto,
para atender las necesidades de la guarnición Liberal establecida en
Algorta estuvo expuesta al público durante cuatro días. Provocaron
diferentes reclamaciones: las viudas y viudos solicitaban se les
aplicara la mitad de la contribución que pagaban los matrimonios de
su misma clase. Sin embargo, el Ayuntamiento aducía para no hacerlo,
que: “...No
es cierto ni verídico haber sido costumbre en este Pueblo pagar
media contribución viudos y viudas...”
Aunque parece que si se aplicó una sola vez, se acordaba pasar a las
personas que estuvieran en esas circunstancias y que habían sido
clasificadas en 1ª clase para pago de contribución, pasarlas a 2ª
clase.
Hasta
el cura de la ermita de Santa Ana, a la que llamaban la de Lamiaco,
D. José E. de Gorrondona, venía provocar quebraderos de cabeza a
las maltrechas arcas municipales ya que reclamaba: “...el
pago de 2.000 reales por la celebración de misas en días festivos
durante un año...”
Algún pequeño ingreso venía a aliviar la maltrecha economía
local, en Bilbao se habían matado tres bueyes de los carreteros que
en mayo habían tenido que acudir a Bilbao para trabajar en la
fortificaciones para raciones de la tropa, y el Ayuntamiento ingresó
en sus arcas loa cantidad de 476 reales.
Los
navegantes de Algorta reclamaban no hacer servicio de construcción
de trincheras para la guarnición: “...habiendo
sido llamados en el día de ayer, 18 de octubre, varios vecinos de
este Pueblo para trabajar en las fortificaciones y trincheras que se
están realizando, por orden de los jefes de la guarnición, se han
opuesto a realizar dicho trabajo...”
El motivo que aducían era que si realizaban trabajos por mar y
tierra, iban a realizar el doble de los demás vecinos. El
consistorio apoyó sus reclamaciones diciendo que no estaban en
servicio activo.
La
caseta de carabineros del Castillo había sido asaltada por algunos
vecinos necesitados de tejas. El asunto se puso en manos del Juez,
sin que se tenga conocimiento de que los “rateros” fueran
localizados. En aquellos días, en el pueblo había muchas casas
cerradas, y el municipio advertía a sus propietarios que: “...las
abran inmediatamente, porque si los militares cometieran algún
atropellos con las mismas, por falta de alojamiento, esta corporación
no se hará responsable...”
Para
conseguir mejorar la maltrecha economía municipal el Ayuntamiento
solicitaba al Gobierno de la Nación, que de la venta que el estado
había realizado de terrenos propios pertenecientes a Getxo entre
1866 y 1869, le fuera concedido convertir sus valores en bonos al
portador: “...para
que el Ayuntamiento pueda venderlos con intermediación de agentes de
Bolsa, a fin de atender con su producto a las cargas municipales...”
En
la próxima entrada veremos cómo nuestro consistorio tuvo que
realizar el control de entrada de artículos importados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario