A
partir de esta entrada iremos viendo una sería de acontecimientos
que afectaron a Getxo, algunos relacionados con las guerras entre
Liberales y Carlistas, otros del devenir del día a día del Pueblo.
Parte
de la historia de nuestros barrios transcurrieron, en el último
cuarto del Siglo XIX, influidos por un acontecimiento bélico: la
“Tercera Guerra Carlista” (1872-1876), que para nuestro
municipio terminaba el 29 de febrero de 1876, con la lectura de un
Boletín enviado por el Gobernador de la Provincia al Ayuntamiento de
Getxo. Aquellos y otros acontecimientos que iremos viendo, formaron
parte del devenir de nuestros vecinos y de las calamidades que las
guerras llevan a los ciudadanos de a pié, pero también del día a
día y de la transformación de nuestro Pueblo.
Comenzaba
el año 1874 bajo la presidencia de los regidores D. Robustiano
Larrondo y D. Francisco de Urrutia. Quienes, el día 8 de enero,
daban lectura a un oficio remitido por el Comandante General del
Norte D. Antonio Cosío, en el que ordenaba que: “...a
las cinco de la tarde se presenten en la Avanzada 60 hombres,
provistos de seis barras de hierro, diez picos, diez cacos, veinte
palas y veinte cestos, para contribuir a las fortificaciones que se
van a realizar dentro de este pueblo…”
La guerra estaba en su punto más álgido con enfrentamientos entre
liberales y Carlistas a ambos lados de la ría. El sábado 17 de
enero la prensa madrileña (La Época) informaba que: “...El
cuerpo alto de la torre de la iglesia de Portugalete se vino abajo
después de haber resistido siete días de fuego de cañón. En
Portugalete ardía una manzana de casas en el muelle nuevo, quemada
por los carlistas; en Las Arenas ardían otras incendiadas por los
proyectiles de los Liberales, y a cada nuevo disparo se oía el ruido
de los escombros que producían las casas al desplomarse...”
El
consistorio decidía: “...que
para todos los servicios personales, que se vean obligados prestar
los vecinos del pueblo a las fuerzas Carlistas, sea de día o de
noche, se establece el jornal de 14 reales para todas las profesiones
de artesanos y navegantes, llenado el cupo por medio de voluntarios,
siempre que los hubiese, y si no se sortearan. Para pagar dichos
jornales se recurrirá a una contribución vecinal…”
Acordaron dentro de aquella contribución que: “...se
imponga inmediatamente 100.000 reales de contribución, 60.000 sobre
las propiedades y 40.000 sobre los vecinos. Procediendo al cobro en
el plazo de dos meses...”
La demanda de pago, en este caso de las raciones, que desde Munguía
se exigían era tan asfixiante para el municipio, que decidieron
reunir a varios vecinos para que ayudaran a reunir las cantidades, en
forma de un préstamo de 8.000 reales. Lograron que 14 vecinos
aportaran cada uno 900 reales.
En
la Junta de Vecinos celebrada en las Escuelas de Sarri el 28 de enero
de 1874, las espadas de los vecinos parecían estar en alto, ya que
días antes se había celebrado una reunión en: “...la
casa escuela pública de niñas del barrio de Santa María, bajo la
presidencia del fiel regidor D. Ramón de Azcorra a la que se quiso
dar el nombre de Junta General de Vecinos, sin haber contado con
ninguno de los otros fieles regidores...”
Incluso se llegó a cuestionar que la sede municipal de Santa María
fuera el sitio idóneo para celebración de juntas: “...la
Escuela dejó de servir para tales reuniones y demás actos públicos
desde que el año 1860 se construyó en el barrio de Algorta o San
Nicolás otro destinado a tal efecto, donde han venido celebrándose
elecciones, sesiones y demás actos públicos , por cuyo motivo deben
seguir celebrándose en este local...”
Por ese motivo daban por anulados los acuerdos tomados los días 15 y
18 de ese mismo mes, en las que se eligieron fieles regidores, en el
pórtico de Santa María.
Las
fricciones entre los barrios de Santa María y Algorta se hacían
sentir, así lo expresaban en las actas del 8 de febrero de 1874,
cuando el regidor de esta última D. Robustiano de Larrondo decía:
“...los
actos del fiel regidor de Santa María D. Ramón de Azcorra, acerca
de la contribución, inducen malicia con propósito, sin duda, de
perturbar la tranquilidad y la paz de ambos barrios...”
Convocado a la Junta del Pueblo, el regidor Azcorra se negó a
asistir, dar cuenta de las raciones suministradas y de la cobranza de
la contribución. Por ese motivo el regidor de Algorta, hacía
constar en acta el acuerdo de la Junta celebrada: “...Que
dicho fiel regidor ha fijado en público varios anuncios, con dañada
intención, con intención de entorpecer la cobranza de la
contribución de propiedades…,
que
dicho fiel D. Ramón de Azcorra hace uso de todos los medios con el
firme propósito de perturbar la paz y concordia…, la Junta acuerda
que es de necesidad la destitución del citado fiel, designando al
mando a segundo fiel D. Juan Bautista de Aguirre...”
Las diferencias de criterio, no estaban claras si se debían a las
cuantías de la contribución, o si eran debidas a diferencias de
posición respecto de las simpatías políticas de los bandos
contendientes en la guerra. Que bien pudiera ser así.
El
19 de febrero de 1874 se celebró una Junta General de Vecinos:
“...bajo
la presidencia de D. Robustiano de Larrondo, fiel regidor del barrio
de San Nicolás y Juan Bautista de Aguirre, fiel regidor segundo del
de Santa María, por haberse negado a concurrir el primero de dicho
barrio D. Ramón de Azcorra...”
A esa junta acudieron numerosos vecinos, las actas recogían: “...la
mayor y más sana parte de los que a semejantes actos acostumbran a
concurrir ordinariamente...”
El secretario municipal, dio cuenta de una circular remitida por la
Diputación General desde Durango: “...relativa
al empréstito forzoso de dos millones de reales, impuesto sobre la
riqueza territorial del Señorío en 117 raciones…, habiendo
correspondido a este pueblo treinta y cuatro mil quinientos cincuenta
y un reales, pagaderos y amortizables a un año de la toma y
conservación de la Villa de Portugalete...”
Aquel impuesto según seguía la circular era : “...para
dar mayor impulso al estado actual de la guerra, como para
suministrar a la división del cargo de la Diputación el equipo de
invierno...”
Debian realizar la entrega de la mitad de la cantidad asignada como
impuesto para finales del mes en curso, y la otra mitad a finales del
mes de marzo. Aconsejaban a los pueblos que para hacer los pagos
ordenados recurrieran a empréstitos, derramas, o a la venta de
terrenos comunales. El Ayuntamiento de Getxo acordaba para poder
realizar dichos pagos: “...sin
prejuicio de seguir cobrando la contribución actual, se imponga otra
inmediatamente sobre la propiedad, procediendo a su cobro sin
demora...”
Para ello tomaron como base la riqueza territorial de 1848. Tal era
el ahogo que aquella medida suponía para las mermadas arcas del
Pueblo, que dieron un plazo de 15 días para que si algún vecino
deseaba prestar dinero a bajo interés, fueran las propiedades
comunes de la Anteiglesia quienes garantizaran el cobro. La
Diputación de Durango, amenazaba con imponer a los pueblos que no
abonaran las cantidades asignadas, con aplicar un recargo del 3%
diario sobre la cantidad establecida.
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