En
la anterior entrada terminaba con las fricciones que se hacían
sentir entre los barrios de Santa María y Algorta. En esta iremos
viendo cómo la guerra afectaba a la maltrecha economía de nuestros
vecinos y cómo las fricciones continuaban.
Corría
el año 1874, durante la tercera guerra entre Carlistas y Liberales.
Para prevenir que los papeles cayeran en manos de los Carlistas,
quienes gobernaban Getxo en 1874, decidieron trasladar toda la
documentación a un piso de Bilbao, escondiéndola en un camarote. En
dicha casa cayeron varias bombas, provocando un gran incendio que
destruyó la mayor parte de la documentación histórica municipal,
dejando inservible lo poco que se salvó de las llamas. Entre esta
documentación se encontraban los justificantes de propiedad de la
mayor parte de los solares de Las Arenas, que más tarde serían
vendidos por el Estado.
Para
situar las posiciones de los contendientes decir que: “...el
Ejército Liberal concentraba sus fuerzas en las capitales. Los
carlistas se hacían dueños del interior y establecían allí sus
propias Diputaciones para administrar el territorio. Dominaban toda
Vizcaya, salvo Bilbao y Portugalete…”
No
eran esas las únicas demandas que Carlistas y Liberales hacían a
nuestro pueblo. El Comandante de Armas de Portugalete remitía un
oficio al Ayuntamiento de Getxo en el que reclamaba: “...diferentes
útiles para los hospitales de Portugalete y Santurce...”
Nuestros ediles contestaron que: “...se
halla establecido en este pueblo un hospital de sangre para hacer
frente a todos los pedidos de esa Villa y Munguia...”
Sin
embargo, los enfrentamientos entre los regidores de ambos barrios
(Santa María y Algorta) continuaban. Mientras que a las Juntas de
Vecinos acudían como regidores, el de Algorta D. Robustiano de
Larrondo y el segundo de Santa María D. Juan Bautista de Aguirre, en
las actas se hacía constar, refiriéndose al díscolo regidor de
Getxo D. Ramón de Azcorra que: “...tendía
a malquistar ambos barrios con el fin de perjudicar al de Algorta...”
Quien al parecer se negaba a obedecer las ordenes emanadas de la
Diputación Provincial y las autoridades militares. Se referían en
el acta municipal, al oficio por estas remito con motivo del
empréstito acordado en la junta del 19 de febrero, dejando
constancia que : “...su
actitud lleva las de comprometer gravemente al barrio de Algorta, a
fin de que sus vecinos, en particular los que no son de su devoción
sean atropellados...”
Por lo que decidían destituirle y ordenaban que entregara su vara de
mando a su segundo D. Juan Bautista de Aguirre.
Aquel
estado de cosas llevó a la celebración de una junta de los vecinos
de Santa María. Dicha junta se celebro el día 9 de abril de 1874 en
la casa escuela de Sarri, aunque con anterioridad se venían
celebrado en San Nicolás. La presidieron D. Robustiano de Larrondo
y D. Ramón de Azcorra, junto a un número importante de vecinos. La
presidencia hizo notar que el motivo de aquella convocatoria no era
otro que: “...tratar
y resolver convenientemente sobre la circular del 2 del actual,
relativa a que pague este pueblo dentro de cinco días el contingente
de 34.991 reales…,
del
reparto forzoso impuesto por la Diputación...”
En esa junta se trataron también los “grades y extraordinarios”
pedidos que estaba suministrando el Pueblo al almacén de Munguía.
La queja en general era que los impuestos y las reclamaciones de
guerra, estaban haciendo imposible que muchos propietarios pudieran
abonar las cantidades a ellos asignadas. Otro de los problemas que
atormentaba a nuestros vecinos era los: “...continuos
atropellos, que por no estar establecido un turno de asistencia a las
trincheras y demás trabajos de fortificaciones, se han visto
sometidos los vecinos por las fuerzas armadas...”
Para evitar que unos pocos vecinos sufrieran aquellos atropellos,
decidieron establecer una lista de moradores, que debían de prestar
aquel servicio. Sin exceptuar pobres, artesanos, ricos o viudas, ni
ausentes siempre que no sean pobres. La convocatoria a aquella junta
se realizó mediante notificaciones a domicilio y tañidos de
campanas. No obstante, al día siguiente, celebraron una nueva junta,
porque los impuestos acordados no eran suficientes para hacer frente
a: “…las
extraordinarias necesidades actuales de la guerra...”
Decidieron aumentar la contribución en un 300%, en lugar de la
establecida hasta ese momento, que era de un 120%.
Finalmente
cuando parecía que la guerra entre el barrio de Getxo y Algorta
quedaba zanjada, ya que el 19 de abril de 1874 D. Ramón de Azcorra y
D. Robustiano de Larrondo acordaron nombrar una comisión para:
“...examinar
todas las cuentas que se produjesen por aquellas personas que
hubiesen manejado fondos públicos...”
Formaron parte de dicha comisión, por el barrio de Getxo (D. Antonio
de Cortina y D. Justo Barrenechea) y por el de Algorta (D. Juan
Bautista Basagoiti, D. Juan Bautista Elortegui y D. Pedro de
Urquijo). Se comprometieron a entregar las cuentas en el plazo de
ocho días y fijaron como centro de reuniones la casa Altamira de
Algorta. Curiosamente el mandato era expeditivo, ya que se fijó una
multa de100 reales diarios en caso de retraso. Las rencillas entre D.
Ramón de Azcorra y D. Robustiano de Larrondo continuaban. El
segundo, refiriéndose a Azcorra, en la junta vecinal acusaba: “...en
la Junta el día 31 de marzo atropelló los derechos de la mayoría
de la misma, respecto de una proposición presentada y aprobada, que
Azcorra en lugar de acatar y obedecer la voluntad de los
concurrentes, hizo pedazos dicha proposición que había sido firmada
por la mayor parte de los concurrentes...”
Así que Larrondo puso el tema en conocimiento del Corregidor y la
Diputación. Azcorra no parece que compartía esas afirmaciones, ya
que en la misma junta afirmaba: “...el
papel al que se refiere Larrondo no estaba firmado por vecino alguno,
y como la convocatoria de aquel día era para tratar otros asuntos,
relacionados con crear recursos, rompí aquel documento que
entorpecía la marcha del Ayuntamiento...”
Mientras,
las actuaciones militares seguían afectando al Pueblo. El martes 10
de marzo: “...La
entrada de la ria está cerrada de muelle a muelle por siete cadenas
y calabrotes. En la punta de los muelles de Portugalete y las Arenas,
tenían hechas, ambos ejércitos, barricadas con grandes pipas de
vino y arena, y en las Arenas tenían una batería de cuatro piezas
en forma de corchete, mirando una parte al mar y otra parte a la
ría….”
El 20 de abril se daba cuenta de una comunicación fechada el día
anterior, enviada por el Oficial de la Brigada General del Ejercito
del Norte. Ordenaba que aquel mismo día se enviaran a Retuerto y
pusieran a su disposición tres carretas con sus yuntas y carros. El
consistorio acordó que por el prejuicio que para los labradores
suponía tener que abandonar sus haciendas, se pagara a estos 100
reales, la mitad en su casa y la otra mitad a su retorno. Y respecto
de los carros y yuntas, que si por algún motivo sufrieran daño,
fuera el Pueblo quien abonase los daños. Para realizar la evaluación
y para efectuar la entrega en Retuerto se designo D. Donato Acha, D.
José de Zuazo y D. Santiago Zubiaguirre. Por otro lado las fuerzas
reales acantonadas en Las Arenas, exigían que desde el día 25 de
aquel mes, fuera abastecido el Hospital y toda clase de tropa situada
en de dicho barrio, bajo apercibimiento de que si no se realizaba
tomarían medidas contra el pueblo. Nuestros ediles parece que tenían
dificultades para suministrar la bebida (vino), ya que los continuos
requerimientos habían dejado muy mermadas las barricas del pueblo, y
temían que la falta de suministro del líquido reparador provocara
atropellos de las tropas a la población. Por si esto fuera poco, el
coronel de operaciones del ejército del norte exigía fueran
enviadas a Bilbao cuarenta carretas para relevar a las de Erandio.
En
la próxima entrada veremos cómo las juntas que se venían
celebrando en las Escuelas de Sarri (Santa María), en adelante
pasarían a celebrarse en los locales de la plaza de San Nicolás.
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