En el diario “El Nervión” del 17 de mayo de 1895 se anunciaba que la casa de D. Luis E. Dotesio: “...Ha publicado y puesto a la venta el zortzico “Ama Eskeriari Azken Agurra” (Ultimo adiós a la Madre), para canto y piano, letra de D. Felipe Arrese y música de D. Valentín Zubiaurre. Esté zortzico fue cantado por primara vez por D. Pedro Basterrechea, so el Árbol de Guernica, cuando los conciertos de Sarasate...”
En el diario “El Nervión” del 18 de mayo de 1895 aparecía, en su primera plana, un extenso discurso del Diputado por Gasteiz, D. Ricardo Becerro de Bengoa, que entre otras cosas decía refiriéndose a la forma de gobierno: “...Es claro que no caeremos nosotros en considerar la descentralización como la entendía el famoso “Franqueville” (Roundell Palmer). No consiste la descentralización en evitar que se acumule en los poderes centrales gran número de servicios, su no que estriba en reducir estos, no para encargarlos a las autoridades delegadas del poder central en los pueblos y provincias, sino para que el mayor número de ciudadanos pueda hacerse cargo de ellos y desarrollarlos...”
En Getxo al parecer no todo era bello y estaba bien acondicionado, según el criterio de algún vecino, ciertos centros oficiales dejaban bastante de desear. El día 20 de mayo de 1895 aparecía publicada, en “Cartas al director” del diario bilbaíno “El Nervión” una carta que aparecía bajo el título “Desde Algorta”, en la que el remitente daba un repaso a los servicio municipales : “...Algunas dependencias municipales: La Sala de Escribientes, Contaduría, Secretaría y Alcaldía, están todas ellas, sino lujosamente amuebladas, al menos presentan un aspecto aceptable. Además dispone de un magnifico Salón de Sesiones. Al Juzgado Municipal le sucede lo contrario, ocupa un sitio que no puede aceptarse para tal oficina, esta establecido en un extremo de la calle del Puerto, y hay un desnivel considerable entre este local y la zona céntrica de la localidad. Como a Anteiglesia la forman los barrios de Las Arenas, Guecho y Algorta, inútil es decir lo molesto que resulta a los vecinos de los dos primeros barrios, cuando por cualquier causa necesitan intervenir en esa oficina. Las Escuelas Públicas. ¿Para que hablar de estos centros docentes si son de toda la localidad conocidos? Ni tienen una mediana capacidad, ni tienen condiciones higiénicas, y por lo tanto no sirven para lo que son. Y qué no diré de la Administración de Correos y Telégrafos. Esta está tan desmantelada como todas las del Estado. Es anómalo que por una misma escalera, en un mismo piso y en un local tan reducido como el que tiene la casa que sirve para tal, haya además de dichas oficinas, inquilinos que la habiten, no siendo extraño, como sucede con frecuencia, se sepa quien va y para que, a esa dependencia, si se tiene en cuenta que hay que recibir al público en el pasillo que existe entre éstas, la habitación y la cocina. Sufriendo con frecuencia el visitante los aromas que da la última sartén utilizada.
También creo inconveniente que por una misma puerta tengan entrada a la albóndiga, que también se encuentra en esta misma casa, los que la habitan y las citadas dependencias, y sucede con frecuencia que el paso está obstruido por estar ocupado el patio con barricas, pellejos de vino, sacos de carbón o por un carrito de mano, que el señor rematante se olvida dejar alguna que otra vez en dicho paso. Y por último, no deja de hacerme gracia, el rótulo de “Se venden vinos al por mayor y menor, aguardiente a peseta el litro, etc.” que en la fachada y a la altura del piso del telégrafo se halla inscrito...” Y sin embargo aquella descripción caótica nos dejaba la imagen de como era un Pueblo que empezaba a crecer. Mientras la vida de algunos sectores de la población era placida, culturalmente hablando, ya que se anunciaba en el mismo diario: “...La Compañía del Tranvía eléctrico de Bilbao pone en conocimiento del público que, con motivo de la tercera representación de “La Dolores”, mañana martes habrá servicio de Teatro hasta Las Arenas...” (“El Nervión” del 20 de mayo de 1895).
El ambiente festivo en la provincia se animaba, ya que algunos romeros, el día de Santa Lucia, acudían como cada año para celebrar la festividad: “...En la conocida “Taberna de Pacola”, en Bilbao, algunos romeros acordaron salir desde Achuri, a las cinco de la mañana de dicho día, acompañados de un dulzainero y tamborilero, en un carruaje adornado con banderas y gallardetes...” Los amigos de dar homenaje al estomago, sin abonar lo consumido, se volvían a dar cita en nuestros barrios, esta vez le tocaba al de Las Arenas. Según relataba el diario “El Nervión” del 22 de mayo de 1895: “...En una taberna de Las Arenas cenaron anteanoche tres Individuos, los cuales, además de marcharse sin pagar el gasto, se llevaron cuatro duros que por medio de engaños le sacaron a la dueña del establecimiento...”
Según publicaba el diario “El Noticiero Bilbaíno”, relativo a datos facilitados por el Gobierno de la Provincia, sobre el número de fallecimientos en los últimos cinco años a causa de la viruela: “...De los datos recogidos por el Gobierno Civil de Vizcaya, y que han sido remitidos al Señor Ministro de la Gobernación, resulta que en estos últimos cinco años se registraron en Bilbao 587 defunciones de personas atacadas de viruela, y en los restantes pueblos de la provincia 484. De las persona que fallecieron estaban vacunadas 212...” (“El Noticiero Bilbaíno” del 23 de mayo de 1895).
Un nuevo traslado se producía en el Semáforo de la Galea según relataba diario “El Nervión”: “...Al segundo vigía del semáforo de Punta Galea, D. Felipe Bellido y Llorens, se le ha concedido dos meses de licencia para que pueda trasladarse al pueblo de Altea (Alicante)...” (“El Nervión” del 24 de mayo de 1895). En esa misma fecha comenzaba el diario “El Noticiero Bilbaíno” una serie histórica semanal, denominada “Apuntes Vascos”. La misma hablaba sobre nuestros municipios, y lo hacía comenzando sobre la Villa Bilbaína, que curiosamente concluía con: “...La obligación que tienen los hijos de velar por las cenizas de sus padres...” Dentro de cuyos artículos, el 24 de enero de 1896, le tocaría el turno a nuestro flamante “Puente Palacio o Puente Vizcaya”.
En la próxima entrada de esta serie veremos cómo un vecino de la Vega de Santa Eugenia (Romo) levantaba una casa de nueva planta.
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