Primero de mayo un día de celebración y reivindicación obrera en todo el mundo. Las demandas obreras a lo largo de los siglos se han desarrollado en diferentes condiciones, desde las dictaduras de los Siglos XIX y XX, hasta la situación política de nuestros días.
Hoy, para recordar este día de lucha obrera, traigo a estas paginas algunas de las condiciones y hechos que enmarcaron la vida de nuestros/as trabajadores en aquellos tiempos.
En los días de finales del Siglo XIX, el puerto de Bilbao, dedicaba una parte de su actividad a la exportación de lana y hierro. Y nuestro pueblo verá a principios del Siglo XX el surgimiento una potente industrialización con una llegada masiva de inmigrantes. En esa transición de un Siglo a otro las organizaciones obreras, que se agolpaban en las margenes de le ría, tenían varios elementos que las estaban catalizando, la precariedad de las condiciones laborales y “El hambre y la mala nutrición”, decía “El Noticiero Bilbaíno” del 29 de febrero de 1884, en relación a la alimentación popular: “...La alimentación de las clases trabajadoras en ningún país, incluso en el nuestro, es objeto de estudio. En nuestro país, en la alimentación de las clases trabajadoras la carne fresca de vaca entra en escasas proporciones, porque es cara y no siempre es buena, puesto que casi sólo se destinan a las carnicerías reses viejas y flacas. En nuestras zonas mineras que ocupan a muchos miles de personas, la alimentación tiene por base el tocino procedente de los Estados Unidos y el bacalao de ínfima clase, que son malos y caros. En América, en la alimentación de las clases populares, se utiliza carne salada de vaca procedente de los grandes criaderos y saladeros de las repúblicas del Plata. Convendría muchísimo que se viesen si seria ventajoso introducir en la alimentación de la clase trabajadora la vianda de vaca salada...”
Por otro lado los trabajadores/as de las minas, que tenían sus domicilios alejados de sus tajos, a unas tres horas andando, veían como sus condiciones de vida y trabajo eran sumamente precarias. Ello daría lugar a la gran huelga de 1890, debido a esas miseras condiciones laborales, que según cuenta el catedrático de la UPV, Ricardo Miralles, en su obra “La Gran Huelga Minera de 1890”, fue debida entre otras cosas a que: “...Todo aquel aluvión proletario tuvo que alojarse en inmundos barracones (también se les llamó «cuarteles) o de pupilos en casas de capataces (una queja repetida por los mineros era la de que al acercarse a las minas en busca de trabajo había que preguntar al capataz si tenía cama para dormir, no si había un puesto de trabajo disponible) y comprar sus alimentos obligatoriamente en “cantinas” regentadas por éstos últimos...”
Nuestras trabajadoras también sufrieron aquella explotación, solo que a ellas el mercado de trabajo les destinaba el empleo peor cualificado, asignándoles trabajos auxiliares en talleres y tajos, con inferior retribución salarial, todo esto sin tener en cuenta el rol que la sociedad les asignaba, el de amas de casa. Dice la doctora en ciencias políticas de la UPV, Sara Hidalgo:, en su obra “Mujeres trabajadoras en el Bilbao finisecular: ¿estigma u orgullo?”: “...Las mujeres no solamente fueron estigmatizadas en base a las leyes, como el código civil de 1889, que las excluían de los escasos derechos laborales que iban obteniendo los hombres. También lo fueron creando la figura del “ganador de pan”, mientras que las mujeres fueron asimiladas con la emoción, la privacidad, y la parte pasiva, creando la figura del “ama de casa”...”
El papel de la prensa también fue un arma de explotación, quizá por eso decía E. Zola: “...La prensa es el mejor elemento para instruir a los pueblos, pero mientras esté en manos de bandidos políticos y ladrones banqueros, solo servirá para perturbarlos...” Pero si que hubo algunas excepciones, nuestro entorno conoció la publicación de varios periódicos de tendencia libertaria. En Bilbao encontramos los casos de Nuevo Espartaco (1905) o La Voz de la Anarquía (1914). En la zona fabril y minera de la margen izquierda de la ria del Nervión, aparecen El Ideal del Esclavo, publicado en Sestao en 1903, y El Látigo que, editado en Baracaldo, inició su andadura en 1911 para convertirse a en 1913 en el “Órgano de la Federación de Grupos Libertarios de la región Vascongada”.
En ese contexto las luchas obreras tenían como referencia, además de su lucha en los tajos, el día Primero de Mayo. Sobre esa fecha decía el semanario “Lucha de Clases” del 1 de mayo de 1900: “...La fiesta obrera del 1º de mayo, fiesta humilde en la forma por ser trabajadores los que la guardan, pero importantísima a la vez en el fondo por la significación que tiene, reclama siempre para su mayor solemnidad el concurso y el entusiasmo de todos los que contribuyen a la producción. No es poco lo que se ha conseguido. La clase trabajadora va adquiriendo por momentos conciencia más segura de lo que vale. Su organización es cada vez más robusta y ordenada. La vida del obrero se ha hecho, por tanto, casi imposible. Encarecidos todos los artículos de primera necesidad, mientras los salarios se mantienen bajos...”
Por aquellos días las luchas obreras, según decía aquel semanario, reivindicaban entre otras cosas: “...La constante y firme voluntad de la masa proletaria ha de llegar a conseguir aquella mejora para cuya obtención puede decirse que la Fiesta del trabajo ha sido instituida la jornada laboral de ocho horas...”
Otro aspecto que maltrato a nuestros trabajadores/as fue la esperanza de vida al nacer, la cual en las áreas urbano-industriales, entre 1860 y 1910 no llegaba, en 1860 al 35% y a comienzos de 1910 al 43%. Decía en su obra “Las Condiciones de vida de los trabajadores de la industria vizcaina a finales del Siglo XIX”, Mercedes Arbaiza: “...La muerte es un indicador tanto del estado de salud de una población para aguantar los embates de la enfermedad, como de otros muchos elementos de las condiciones de vida que afectan a la supervivencia de las personas. En el hecho biológico de la muerte confluyen un haz de decisiones de distinta naturaleza, algunas individuales y otras de tip0 público, que ponen al descubierto tanto el grado de organización social y político de una comunidad (avances sanitarios), como 10s elementos culturales (individuales y colectivos) relacionados con costumbres alimenticias y 10s niveles nutricionales que propician una población con mayor o menor capacidad para resistir la enfermedad. En épocas en las que el progreso medico-científico es escaso, el estudio de los niveles y de las causas de mortalidad toma un carácter plenamente social ya que nos acerca a aquellos factores de riesgo que constituían una amenaza para las condiciones vitales humanas...”
En estas condiciones se desarrolló la vida de los trabajadores/as del cauce del Nervión.
Aún hoy algunas de esas condiciones de explotación perduran, agravadas por otras de nuevo cuño, como el mileurismo, las kellys, contratos basura, y otras condiciones laborales que precarizan e inciden sobre la salud y vida de miles de trabajadores/as.
Por eso, hoy mas que nunca, se hace necesario que la clase trabajadora en su conjunto, de forma consciente, se haga protagonista de su historia y luche por cambiar este sistema, que ya hace demasiados siglos ha fragilizado la vida de los trabajadores, pretendiendo además que sean estos quienes financien su, cada vez mas, desmedida ansia de usura.
GORA MAIATZAREN LEHENA
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