En la anterior entrada, de esta serie, sobre el último cuarto del Siglo XIX, veíamos cómo se celebraban las fiestas de Santa Ana, en medio de la algarabía de los romeros, llegados de los distinto municipios de nuestro entorno.
La actividad marítima y los trabajos de mejora de la ría seguían a buen ritmo, con el dragado de la ría, y cómo consecuencia de los mismos se sacaban a flote los restos de un naufragio, según relataba “El Noticiero Bilbaíno” del 30 de julio de 1894: “...Los trabajos de dragado de la ría, entre Lamiaco y Portugalete, han descubierto los restos del vapor ingles “Avance”, que hace 14 años naufrago en ese punto. El vapor iba cargado de mineral y se esta extrayendo en buen estado...”
En el pleno municipal del 2 de agosto de 1894 se realizaba el sorteo por secciones, para cubrir las plazas de los Asociados que debían constituir la Junta Municipal del año 1894-1895. Cómo resultado de dicho sorteo quedaban nombrados, para cubrir las tres secciones de las que se componía la Anteiglesia de Getxo, los siguientes vecinos:
Para la Sección Primera se designaron 5 Asociados
Los señores Pedro Beguria, Domingo Maguregui, Juan Learra, Niceto Goicuria y Marcos Zamacona.
Para la Sección Segunda se designaron 4 Asociados
Los señores Julián Muñoz, José María Baez, Juan Bautista Carrandi y Fausto Garachena.
Para la Sección Tercera se designaron 2 Asociados
Los señores Dámaso Ibarra y Silverio Diliz.
Otro de los asuntos tratados en aquel pleno fue la autorización de la Diputación Provincial para: “...La ejecución y pago de las obras de un Hospital Hospicio, para enfermedades comunes no infecciosas ni contagiosas. Por lo que el Ayuntamiento de Guecho decide sacar a subasta dichas obras, publicando el edicto en dos periódicos de la Villa de Bilbao...”
Para hacer frente a las obras que el Ayuntamiento de Getxo tenía previsto realizar, traída de aguas y la construcción de un Hospital Hospicio, proyectaron emitir un empréstito: “...Se da cuenta de las condiciones formuladas por la Comisión de Hacienda, para la emisión del empréstito de 200 obligaciones de a 1.000 pesetas cada una, afín de atender las obras de ampliación de la traída de aguas y la construcción la construcción de un Hospital Hospicio...” Así mismo se aprobaba las condiciones formuladas por la Comisión competente para: “...La construcción de varias alcantarillas, una que irá desde la casa de D. Juan Manuel Ugarte hasta detrás de la de Mantequena, otra en la calle Caridad y otra desde el Casino Algorteño hasta el mar por la cuesta de Satistegui, esta alcantarilla iba a ser utilizada para dar salida a las aguas sucias del Casino, siendo el coste de las obras a medias entre el ente municipal y la Sociedad del Casino...”
Por otro lado se daba lectura a la solicitud, súplica, del Ayuntamiento de Bermeo: “...Para que procure esta Corporación Municipal entender, con la mayor cantidad posible, a las desgracias ocurridas en la noche del 10 al 11 de julio, que han causado la muerte de 19 pescadores de nuestra Villa. Acordaba el Ayuntamiento de Guecho, suscribirse con los fondos municipales la cantidad de 100 pesetas...”
Por aquellos días, no parece que la practica de la mendicidad estuviera bien vista, ni en la Villa de Bilbao, ni en la Anteiglesia de Getxo, por lo tratado en el pleno de nuestro municipio y por lo que con regularidad se publicaba en la prensa bilbaína : “...Teniendo en cuenta el excesivo número de mendigos forasteros que poden limosna, tanto en casas como en las vías y lugares públicos, acuerda este Ayuntamiento se faculte al Sr. Alcalde para que dicte las disposiciones necesarias conducentes para que valiéndose de la Guardia Municipal y otros dependientes se evite la postulación de mendigos forasteros de esta jurisdicción...”
El día 3 de agosto de 1894, fue noticia en la prensa bilbaína, observar cómo paseaba por las calles de la Villa el primer “Coche sin caballos”. Era entonces un extraño vehículo, movido por gasolina, al que los cocheros temían, pues veían en él un terrible rival (“El Nervión” 3 de agosto de 1894).
Algunas veces, en la prensa bilbaína, aparecían cartas que nos hablaban sobre como eran nuestros barrios, una de ellas, publicada en “El Noticiero Bilbaíno” del 6 de agosto de 1894, no relataba como era una parte de Las Arenas, en aquellos inicios de su urbanización. El articulista, D. Francisco Ruiz de la peña, la titulaba “Terrenos en venta” y lo describía así: “...Alguna que otra yerba raquítica, o tal o cual mata de juncos ahilados y negros, veíanse en las yermas dinas, denominadas Las Arenas, de Guecho. Así de estéril y baldía se hallaba aquella zona, comprendida entre la playa y el río Gobelas, cuando D. José Niceto Urquizu vino en comprar al estado una gran parte de ella.
Vientos furiosos modificaban con frecuencia la superficie de aquel terreno, agitándola en torbellinos de espesas arrebatadas arenas. El señor Urquizu fue el primero en poner allí diques al ímpetu removedor de las huracanadas galernas. En esos parajes realizó plantaciones de árgomas. En otros sembró piñones y renuevos del árbol que da ese fruto. Así logra trocar la pobreza y la aridez de aquel pequeño desierto, convirtiéndolo en un campo fecundo y frondoso. Más tarde la familia Aguirre compraría otros lotes, e imitando al señor Urquizu, trabajaron otra gran extensión.
Consiguieron que allí donde ni animales ni avecillas, encontraban albergue, ni sustento, ni podían proporcionarse refugio, finalmente se cobijaran, anidaran y alimentaran centenares de ellas. En aquellos paramos en los que la mirada del hombre pasaba rápida por lo repulsivo de la esterilidad, donde se hacía embarazoso y peligroso cruzar en días de borrasca deshecha, ahora todo es accesible, suave y deleitoso. Se transformaron las dunas rojizas en verde y amena campa, dando a la playa mayor atractivo, salubridad y frescura al paisaje entero...” Nos hablaba sobre la transformación urbana de la zona: “...Aquel desierto árido se había tornado en preciosos palacios, con amenos jardines, frondosos bosquecillos, además de cien hermosos edificios urbanos y un sencillo templo, que por el lado del río y la playa se alza airoso y robusto. Vinieron, pues, la obras de urbanización, los terrenos ya no estaba baldíos, crecieron las edificaciones. La barriada es hoy un pueblo hermoso, todo el de nueva planta, lleno de atractivo en todas las estaciones del año, de placentera y animada residencia durante el estío.
La urbanización llamó al tranvía, incitó a la construcción del ferrocarril. Aquellos medios de locomoción abarataron el viaje de acceso a Las Arenas, haciéndolo cómodo y rápido. Nacieron en esa barriada el telégrafo y el teléfono. También lo hizo un puente aéreo, ligerísimo y de gran belleza. La “Electra”, que al lado de la vía del ferrocarril se está construyendo, será, por ahora, un último avance de comodidad para la barriada...” Dedicaba finalmente un recuerdo: “...Al primer colonizador, el Sr. Urquizu, con la pena de saber que ha fallecido. Su esposa Dña. Dolores Zorrilla, avecindada en Elorrio, vende la parte de Pinar que la ha correspondido en herencia, tablillas colocadas en varios sitios visibles lo anuncian. Lo anuncia el diario “El Noticiero Bilbaíno”, y quien desee puede acercarse a pedir información a su hijo político, D. Ciriaco de Menchaca, domiciliado en Algorta, frente a la Fonda de San Ignacio...” Es una pena que aquel cronista no describiera cómo vivan otras gentes, que también habitaban el barrio, lo cual nos hubiera dejado una idea más precisa de cómo era Las Arenas en aquellos días. Y precisamente, cómo si formara parte del relato, aquella madruga se desataba: “...A eso de las dos de la mañana se ha desatado un fuerte viento, con honores de huracán, provocando daños en árboles y casas...”
En el pleno del 9 de agosto de 1894 se trataban varios puntos, entre ellos, se informaba de una autorización del Gobernador Civil relacionada con las fiestas de Algorta: “...El Gobernador de la Provincia concede autorización para correr en el Puerto, el día 13 de agosto, un toro embolado y lidiar otro con muerte por varios aficionados del Circulo Algorteño...”
La arena para la construcción era extraída en aquellas fechas, entre otros lugares, de la playa de Arrigunaga: “...El vecino D. Ángel Lorente solicita permiso para extraer arena blanca en el punto de Arrigunaga...”
En la próxima entrada, de esta serie, veremos cómo algunos vecinos de la Anteiglesia solicitaban ayudas para acudir a tomar baños de aguas medicinales.
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