Aprovechando
que, mientras escribía el último cuarto del Siglo XIX en Getxo, para recoger
como se desarrollaban las cosas en nuestro entorno próximo a comienzos de 1894,
iba leyendo diarios de la época, al leer el diario “El Noticiero Bilbaíno” del
30 de enero de ese año he visto que, en él, se anunciaba la pronta salida del
libro “De Bilbao y sus Cercanías”, del editor D. Luis Larrañaga. Traigo a estas
páginas por su interés algunos datos que dicho libro incluía sobre nuestra
Anteiglesia, la forma de vida en aquel Bilbao y su comarca de finales de siglo.
En los años 1895 y 1896 se
publicaron dos libros que tenían por nombre “El libro de Bilbao y sus
cercanías”. Se trataba de una guía artístico-comercial editada por D. Luis
Larrañaga. En la misma se aportaban datos históricos sobre Bilbao y su comarca,
entre ellos aparecían algunos relativos a la vida en nuestra Anteiglesia.
La Guía tenía un apartado
dedicado a anuncios comerciales, incluía los precios por hacerse propaganda en
la misma, estos iban desde las 30 pesetas que costaba uno de plana entera, a
las 15 pesetas de media plana. Si se deseaba resaltar los encabezamientos con
letras “Versales” había que añadir 1 pesetas al coste del anuncio. En esta guía
nos daban una idea de los comercios y profesiones de la época.
Entre ellos había algunos
dedicados a Peluquerías cómo la de “José
Marquinez” de Hurtado de Amezaga, quien ofrecía servicios de tocador,
fricciones capilares y tinte de pelo por 25 céntimos y 50 si eran a domicilio.
De conservas cómo los de “La Bilbaína”,
quien ofrecía toda clase de pescados, aves, carnes, hortalizas y verduras, se
encontraba situada en la calle Iturribide. La de carbones en Erandio de “Uriarte y Compañía”, que incluía toda
clase de efectos navales. Los de farmacia del “Laboratorio Químico de Galdiz” de la calle Hurtado de Amezaga. Los
almacenes de quincalla de “Antonio
Araluce” de la calle San Francisco. Los “Chocolates de Aguirre” de Artecalle. O los Baños “El Nervión” quien anunciaba
tratamientos hidroterápicos, baños y duchas que disponían de jabonetas de olor,
eso sí, los baños estaban separados por sexos ¡Que era una casa seria!, estaba
situada en la calle Nueva.
Otras profesiones eran las de
los abogados, entre los que indicaban que había 8 dedicados a los pobres.
Academias de contabilidad, solfeo e idiomas; administraciones de loterías,
adornistas de salones y templos. Servicios de vapores, agentes de aduanas,
agencias funerarias, marítimas, afinadores de pianos, agencias mineras; una
larga retahíla de servicios de bebidas, aguardientes y licores, aguas azoradas
y medicinales, gaseosas, azucares y confiterías. Alpargaterías, armeros,
bacaladerías y salones de baile. Almacenistas de hoja de lata, estaño, cobre y
cinc cómo “Ricardo Rochlet”.
Albéitares, herradores, aserradores de madera, fabricantes de bastones,
bisutería, boterías, carruajes, cesterías, colchonerías y estufas. Corseterías
y cordelerías, de cromos, estampas y grabados, cuchillerías y curtidos.
Fabricantes de fuegos artificiales cómo “Juan
de Anta” o “Julio Barrena Charlen”.
Incluso la lista de hoteles, como el “Hotel
Terminus” de la calle Estación. La lista de servicios y profesiones era
interminable.
Respecto de los diarios y
revistas de esa etapa estaban: “El Basco”
que estaba en la calle Banco de España. La revista semanal “Bilbao” situada en la calle Jardines.
El “Boletín Oficial” que tenía su
rotativa en la calle Iturribide, en el patio del Instituto. “El Diario de Bilbao” de la calle
Ledesma. “El Nervión” que estaba en
la calle María Muñoz. “Las Noticias”
en la calle Santa María. “El Noticiero
Bilbaíno” que tenía su rotativa en la calle Gran Vía y “El Porvenir Vascongado” situado en
Iturribide.
En cuanto a las referidas a
nuestro municipio se mencionaba al Notario Pedro Jesús Vozmediano, cuya notaría
estaba en la Villa, pero tenía establecida su residencia en Getxo. Entre los
abogados mencionaban al vecino de Algorta Remigio Anchia. Y a Antolín Urtiaga,
propietario de la “Fonda de Recreo
Antolín Urtiaga”, situada en Las Arenas, junto a las cocheras del tranvía y
el Puente Palacio. A la fábrica de mosaicos y azulejos “La Algorteña” de Manuel Uria. Y entre los viejos habitantes de la
Vega de Santa Eugenia mencionaban la joyería de Matías Romo, que estaba en la
calle correo de Bilbao.
De los medios de transporte
animal se mencionaba a los carruajes de un solo caballo, que para una o dos
personas dentro de la jurisdicción, la tarifa era 0,75 pesetas. O los de dos
caballos, cuyo coste para dos personas era de 1,50 pesetas. Servicios que comenzaban
a las seis de la mañana y duraban hasta las doce de la noche.
Nos recordaba que el paseo que
había en Campo Volantín estaba poblado de grandes mansiones y hoteles. El mismo
aparecía adornado por largas hileras de arbolado, compuestas por hayas, álamos,
robles, fresnos, acacias y otros ejemplares. Junto a él, pasaba el Tranvía de
Bilbao a Las Arenas, que enlazaba desde
esta última población con Algorta y Plencia.
Nos hablaba de los transportes urbanos, del Tranvía de los
Amann, del Ferrocarril de Bilbao a Las Arenas, que había entrado explotación en
1887, el cual enlazaba en esta última estación con el que iba destino a Algorta
y Plencia. Nos hablaba de los servicios de los Fielatos para la recaudación de
arbitrios municipales, entre ellos estaban el de la estación de Las Arenas y el
de Portugalete.
Incluso daba datos de la
profundidad del cauce de la ría, la cual debido a los aluviones que el flujo de
la marea depositaba casi enfrente de la Casilla de la Comandancia de Marina de
Portugalete y Las Arenas, hacía que este punto fuera el de mínima profundidad
de la ría, que en las circunstancias más desfavorables daba una profundidad de
3,35 metros a bajamar equinoccial.
De los servicios de teléfonos
los más cercanos se encontraban en Las Arenas, en la calle Urquijo junto al
camino a la playa (Andrés Larrazabal) y en Portugalete en la calle del Cristo.
En aquel momento la red de telefonía de Bilbao contaba con 1.000 abonados.
Los servicios sanitarios
marítimos del Puerto tenían las oficinas en Portugalete, en la calle Muelle de
Valdecilla. Eran cubiertos por un médico
suplente llamado Juan José Conde Pelayo. Contaba con un maquinista también de
Portugalete Indalecio Zorrilla y un corredor marítimo jurado Sixto Escalante.
Esta entrada se compone de
tres partes, en las dos siguientes sobre esta serie, hablaré de lo que
escribían de Algorta y Las Arenas.
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