jueves, 18 de junio de 2020

ACONTECERES DEL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XIX EN GETXO -169-



En la anterior entrada veíamos cómo se producían movimientos segregacionistas entre algunos acaudalados miembros de la sociedad bilbaína con residencia en Las Arenas.

Los miedos a una posible epidemia de Cólera Morbo llevaron durante el mes de septiembre de 1892 a que la inspección sanitaria a los buques procedentes de puertos declarados “sucios” se realizara fuera de nuestro puerto, decía en su portada “El Nervión” del 15 de septiembre de 1892: “...La Junta provincial de Sanidad ha acordado que la visita sanitaria se haga fuera de barra, pero para ello ha tropezado con un serio inconveniente, cual es la falta de un barco que conduzca a los médicos inspectores a bordo de buque llegado a nuestro puerto. La lancha de vapor que a este servicio se dedica, podrá servir para la ría, pero resulta completamente inútil para lanzarse al mar, por sus malas condiciones de estabilidad...” El Gobernador de la Provincia trasladó el asunto a la Dirección de Sanidad de Madrid y mientras llegaba la solución de dicha junta se le sugería por parte de la prensa que dicho servicio lo realizara el vapor de practicaje de nuestro puerto.

Y, sin embargo, no se era todavía consciente de lo que la misma suponía para uno de los alimentos llamados “la carne de pobre”, el bacalao, ya que el mismo procedía de alguno de esos puerto definidos como “sucios”, decía el diario bilbaíno “El Nervión”: “...Preocupados por el peligro inminente de la invasión colérica no hemos caído en la cuenta de que el verdadero riego para nosotros entraña la difusión de la peste por las inmediaciones del Báltico: El ministro de la península escandinava, preocupado por sus fuentes de riqueza, ha dirigido a nuestro Gobernador una pregunta encaminada a inquirir sobre la suerte de los abadejos partidos de Hamburgo y de los puertos Suecos y Noruegos ¿Se consideran como de procedencia sucia?…” Y efectivamente aquel manjar de pobres procedente de “puertos sucios” podía minar una de las fuentes de alimentación más baratas en la época. La carne de vaca andaba literalmente por las nubes, la de carnero y el pan también. Por lo que ese alimento era la última trinchera para la clase obrera y los artesanos, ya que les permitía subsistir con aquellas 3 ó 4 pesetas de exiguo jornal que recibían. Nuestros más desfavorecidos conciudadanos sobrevivían gracias al bacalao, el cual comían frito, con aceite y vinagre o asado, a veces constituyendo la mitad del desayuno o cena; decían en esos años que: “...Podrá faltar a los humildes el cocidito con sus piltrafas en las épocas de paro, pero el bacalao con patatas y pan no le abandona nunca, en esos día lúgubres en que los ayes de sus hijos le obligan a tender una mano anhelante al transeúnte...”

Dentro de las medidas precautorias contra el cólera se indicaban las siguientes, que estaban dentro de las recomendaciones de la prefectura del Sena: prestar especial atención al agua, poniéndola a hervir y utilizarla para fabricar el pan y el lavado de las verduras. Combatir la diarrea, los vómitos y restablecer el calor corporal. Para la diarrea aconsejaban un preparado al que llamaban limonada que se hacía con ácido láctico, jarabe, alcoholaturo de naranja y agua. Para evitar los vómitos, el preparado consistía en un elixir a base de extracto de opio, ácido benzoico, aceite volátil de anís, alcanfor y alcohol de 60º, además de la administración de pequeños trozos de hielo o bebidas gaseosas cada 20 horas. Para devolver el calor corporal aconsejaban administrar bebidas calientes y alcohólicas, tales como café con unas gotas de aguardiente y té caliente con ron; además de envolver al enfermo con mantas colocando junto a ellas botellas o ladrillos calientes. Desinfección de todas las deposiciones del enfermo mediante una solución de sulfato de cobre. Lavado de las ropas del enfermo con agua hirviendo y si tenían manchas de sangre añadiendo al agua una solución de potasa. Y fundamentalmente, para evitar la transmisión, mediante el aislamiento del enfermo. Respecto de los buques que llegaban de zonas sucias se establecía una cuarentena y de acuerdo con la Ley del 25 de noviembre de 1855 se cobraba un derecho de cuarentena consistente en: “...Los buques de todas clases satisfarán 25 céntimos de real por tonelada cada día de cuarentena, tanto para los internados en lazaretos sucios como en los de observación...”


Por otro lado, a pesar de las quejas que algunos vecinos de Las Arenas tenían, el Ayuntamiento de Getxo acometía en aquellos días trabajos de mejora en las redes de alcantarillado de nuestro municipio. En el pleno del 22 de septiembre de 1892 se hablo sobre ellos: “...En un oficio del Gobernador de la Provincia se da cuenta referente a la autorización que concede, bajo diferentes condiciones para ejecutar el caño alcantarilla de Las Arenas en la parte que afecta al muelle...” El alcantarillado que se estaba realizando en el muelle, junto a las cocheras del tranvía.

En aquel mismo pleno se daba lectura a una instancia de varios vecinos de Santa María en la que solicitaban el traslado de la fuente de Hormaza, debido a que las obras del ferrocarril de Las Arenas a Plencia, por el terraplén que estaban realizando hacían que la situación de la misma fuera peligrosa.

La necesidad de fondos para la construcción del nuevo templo de San Ignacio de Algorta agobiaba a sus promotores, por ello el 21 de septiembre de 1892 enviaban un escrito al Ayuntamiento de Getxo, asunto que se trató en el pleno municipal del 29 de septiembre de ese año: “...Se da cuenta de un oficio de D. Andrés Isasi presidente de la Comisión Constructora de la Iglesia de San Ignacio, solicitando se le entregue el plazo de 2.125 pesetas que vence el 30 del actual, de la subvención acordada por la Corporación Municipal en favor de dicha iglesia. El Ayuntamiento acordaba transferir dichos fondos en cuanto la situación financiera lo permitiese...”


Y mientras se esperaba con temor la posible llegada del cólera morbo, la viruela hacía las suyas dentro de nuestros barrios. En Las Arenas fallecía una joven que tuvo que ser trasladada al cementerio de Algorta por el alguacil del primer barrio. La casa de D. Juan Jose Torre Libano también era atacada por la temida enfermedad por lo que el Ayuntamiento decidía: “...Poner guardias de día y de noche, como viene siendo habitual, para impedir que nadie salga de la casa donde existe la viruela, poniendo una mujer para el gobierno del enfermo...”

El día 30 de septiembre de 1892 la prensa bilbaína “El Nervión” daba noticia de los avances en la construcción del “Puente de Las Arenas”: “...En el puente de Las Arenas que se halla en construcción, se ha tendido el primer cable de los ocho que han de tenderse para el apoyo del tablero. Según hemos oído asegurar, en todo lo que resta de año quedará habilitado para el servicio público

En la próxima entrada de esta serie veremos cómo se volvía a construir la casa de Dña. Catalina de Mandaluniz, de la calle San Nicolás de Algorta, que había quedado destruida por un incendio.

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