En
la anterior entrada veíamos cómo los pobres del municipio requerían
de ayudas dada su depauperada situación. Y cómo Las noticias
referidas al transporte eran primera plana de los diarios bilbaínos.
El
24 de febrero de 1885 el Ayuntamiento de Getxo volvía a tratar sobre
el nuevo puerto en proyecto de construcción y daba cuenta de una
carta remitida por el Diputado a Cortes D. Rafael de Mazarredo. El
consistorio consideraba indispensable: “...«Emitan
un informe en dicho proyecto, el Ingeniero Jefe de la provincia y el
Comandante de Marina para la debida tramitación, ya que está
declarado puerto de interés general de segundo orden. Acuerda el
Ayuntamiento de suplique encarecidamente al Sr. Gobernador Civil
interese a los citados señores para que se sirvan emitir un informe
favorable, por ser un asunto de suma utilidad para este Pueblo»...”
En
esas mismas fechas, otro de los temas tratados por el Ayuntamiento de
Getxo era el relativo a las instrucciones del Gobierno Civil sobre
cementerios.
Se
daba cuenta de la orden del Director General de Beneficencia y
Sanidad: “…Publicada
para su cumplimiento por el Sr. Gobernador Civil de esta Provincia en
el Boletín Oficial del día 23 de febrero, ordenando se dote a los
dos cementerios de este municipio de las dependencias, que en dicho
resumen se indican y que son necesarias, deposito de cadáveres y
capilla»...”
Al parecer en la comunicación gubernativa se cometía un error ya
que uno de los cementerios tenía ambas estancias (Iglesia de Andra
Mari), mientras que el otro solo tenia capilla y osario (Algorta) y
que, sin embrago,: “...«Este
Ayuntamiento se halla instruyendo un expediente, el cual será
remitido a la aprobación del Sr. Gobernador, para ampliación del
actual cementerio de la parroquia de San Nicolás, y tendrá muy
presente para ejecutar las obras de dotar de la sala de autopsias y
habitaciones para los vigilantes, y que severamente se ordene a los
enterradores o sepultureros se abstengan en lo sucesivo de dar menos
profundidad de un metro y cincuenta centímetros a las sepulturas de
los cadáveres»...”
La
Dirección general de Beneficencia, el 27 de febrero de 1885, hacía
circular un resumen de los cementerios que por diversa razones no
tenían las condiciones sanitarias para seguir en funcionamiento:
“...«La
Dirección general de Beneficencia ha circulado a las provincias el
resumen de los cementerios de cada una de ellas que necesitan
reforma y de los que a toda costa deben cerrarse por sus malas
condiciones higiénicas. Examinando el concerniente á Vizcaya vemos
que ascienden a treinta los que se mandan cerrar, construyendo otros
en buenas condiciones higiénicas de las que aquellos carecen. El
inconveniente que se encuentra en muchos de ellos es el de no distar
de toda habitación al menos quinientos metros, como prescribe la ley
de sanidad vidente. Entre dichos cementerios está el de Bilbao»...”
Para
el 3 de marzo de 1885 los estipendios por derechos del matadero,
durante el mes de febrero ascendían a 18,50 pesetas. En esa misma
fecha se encontraba terminada la obra del caño maestro en la calle
Aretxondo, por lo que el Ayuntamiento notificaba a los vecinos de la
zona: “...«A
fin de que manifiesten si quieren injertar en dicho caño las aguas
sucias de sus respectivas casas, pagando previamente para tener
derecho a ello la cuota que viene siendo costumbre de 734 reales de
vellón»...”
Y
es en esas fechas que se iba a iniciar lo que luego sería el
Hospital Hospicio de Alango. El mismo 3 de marzo, el Ayuntamiento
acordaba, tras la recepción de un oficio de D. Luciano de Alday y de
D. Mariano de Arana, albaceas testamentarios ambos de Dña. Francisca
de Abaroa, de la casa llamada Hospital de Algorta construida por
dichos albaceas, acordaba el consistorio: “...«Y
deseando allanar en todo lo que se pueda las dificultades surgidas
acerca de la expresada casa Hospital: que dichos albaceas no se
oponen a que siempre que se intente un edifico mejor, se aplique el
valor de este y de su solar para beneficio del nuevo»...”
En esa fechas se esperaba la vista del arquitecto bilbaíno D.
Severino de Achucarro con motivo de las obras de ampliación del
cementerio de Algorta (Campa del Muerto), acordaba con ese motivo el
consistorio: “...«Se
comisione a dicho arquitecto a fin de que designando previamente un
terreno aparente y adecuado, por esta corporación en unión de
aquel, forme el correspondiente proyecto, planos y presupuesto para
la ejecución de una casa que sirva para Hospital y Beneficencia en
esta Anteiglesia»...”
El
13 de marzo de 1885, el Alcalde de Getxo D. José Antonio de Uriarte,
en nombre de consistorio anunciaba en el “Noticiero Bilbaíno” la
feria que anualmente se celebraba el día de San José en la campa de
Alango: “...«El
ayuntamiento de esta anteiglesia, siguiendo la costumbre de años
anteriores, ha acordado celebrar feria de toda clase de ganados en la
campa llamada Alango, situada en el barrio de Algorta, el día de San
José, 19 del corriente mes, empezando a la una de la larde, cuya
campa se halla cerca del punto donde para el tranvía»...”
Pocos
días más tarde, el 18 de marzo, una nueva amenaza en forma de
enfermedad se cernía sobre nuestros vecinos, la temida Viruela;
también lo hacía en otras poblaciones de nuestro entorno como
Portugalete y Santurtzi.
Y
llegó la temida viruela al barrio de Algorta, como casi siempre
ocurría lo hizo a una familia de escasos recursos. Para prevenir la
extensión de la epidemia el Ayuntamiento acordaba:
“...«Inmediatamente
se ponga un hombre en dicha casa por cuenta de los fondos municipales
con el fin de que vigile rigurosamente que no salga de ella ninguna
persona que se halle al cuidado de la enferma, ni entrar ninguna otra
que se dedique a otros servicios. Se encargue a los tres médicos
titulares para que den parte al Alcalde inmediatamente que tengan
noticia de esta enfermedad en la localidad, para tomar medidas y
aislar completamente la casa, a fin de evitar la propagación de esta
enfermedad»...”
Pero las medidas no solo eran para quienes contrajeran la enfermedad
en el municipio, también alcanzaba a las provenientes de la vecina
Villa de Portugalete, ya que a decir de los libros de actas de Getxo:
“...«La
enfermedad epidémica de la Viruela reina en la vecina
Portugalete»...”
Por lo que con el fin de evitar que dicha enfermedad saltara la ría,
el consistorio de Getxo dispuso que: “...«Desde
hoy hasta que otra cosa no se disponga, permanecerá el segundo
alguacil D. Lorenzo Aguirre en el barrio de Las Arenas, con un sueldo
de tres reales diarios, evitando que ninguna persona de dicha Villa
venga al lado de esta jurisdicción a lavar ropas pasando por la
Plazuela (Bizkaiko Zubia), pero sí se permitirá pasar a lavar las
ropas partiendo de la calle que pasa por la casa del Sr. Barandica,
por Santa Ana hacia el rio Gobelas, donde se permitirá en dirección
Este (Aguas abajo del río), el lavado de las ropas a las lavanderas
de la citada Villa»...”
Y como quiera que esto levantó cierta polémica entre ambas
poblaciones, el consistorio getxotarra comunicó al portugalujo que
no se había prohibido a las lavanderas realizasen su habitual
trabajo en el río Gobelas, si no que se les había asignado un punto
para el lavado cómo se indicaba anteriormente. No era esta la única
vez que se había producido un desacuerdo con la Villa de
Portugalete, ya que en octubre de 1881 el Ayuntamiento de Portugalete
escribía, sobre el mismo tema, en su libro de actas:
“...«Manifestamos
por unanimidad que hemos visto con disgusto y hasta indignación, la
medida tan arbitraria, absurda e ilegal la medida adoptada por la
Anteiglesia de Guecho, sobre la rigurosa prohibición del paso de
personas de esta Villa a dicha Anteiglesia y viceversa, igualmente de
las que van al río Gobela a lavar sus ropas, so pretesto de que en
esta Villa habían algunos casos de viruela»...”
Pero
las molestias de nuestros vecinos no solo eran debidas a epidemias,
también los ruidos hacían que se expresaran, no sin cierta sorna
que: “...«Para
quedar uno sordo siempre hay tiempo»...”
Y es que a decir de los mismos: “...«El
ruido infernal que producen algunas plataformas del tranvía urbano
al ser arrastradas por las calles, casi es tortas y pan pintado, como
suele decirse, comparado con el de esos carros llamados “bolquetes”,
que cuando marchan poco menos que disparados por algunos suelos,
parece que se va a hundir la tierra»...”
El
23 de marzo de 1885 “La Gaceta” publicaba que: Con
fecha del 21 del mismo mes, se declaraba cómo Puerto de Segundo
Orden de Interés General al Puerto de Algorta.
En
la próxima entrada veremos cómo las relaciones vecinales no siempre
eran fáciles y los vertidos y alcantarillados muchas veces
provocaban enfrentamientos, ya que cada cual los vertía según su
criterio y muchos eran poco amigos de pagar las tasas municipales. Y
cómo la influencia de la iglesia en los ámbitos civiles era muy
potente, marcando las costumbres religiosas del Pueblo.
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