miércoles, 4 de julio de 2018

ACONTECERES DEL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XIX EN GETXO -47-



En la anterior entrada veíamos cómo los pobres del municipio requerían de ayudas dada su depauperada situación. Y cómo Las noticias referidas al transporte eran primera plana de los diarios bilbaínos.

El 24 de febrero de 1885 el Ayuntamiento de Getxo volvía a tratar sobre el nuevo puerto en proyecto de construcción y daba cuenta de una carta remitida por el Diputado a Cortes D. Rafael de Mazarredo. El consistorio consideraba indispensable: “...«Emitan un informe en dicho proyecto, el Ingeniero Jefe de la provincia y el Comandante de Marina para la debida tramitación, ya que está declarado puerto de interés general de segundo orden. Acuerda el Ayuntamiento de suplique encarecidamente al Sr. Gobernador Civil interese a los citados señores para que se sirvan emitir un informe favorable, por ser un asunto de suma utilidad para este Pueblo»...”

En esas mismas fechas, otro de los temas tratados por el Ayuntamiento de Getxo era el relativo a las instrucciones del Gobierno Civil sobre cementerios.
Se daba cuenta de la orden del Director General de Beneficencia y Sanidad: “…Publicada para su cumplimiento por el Sr. Gobernador Civil de esta Provincia en el Boletín Oficial del día 23 de febrero, ordenando se dote a los dos cementerios de este municipio de las dependencias, que en dicho resumen se indican y que son necesarias, deposito de cadáveres y capilla»...” Al parecer en la comunicación gubernativa se cometía un error ya que uno de los cementerios tenía ambas estancias (Iglesia de Andra Mari), mientras que el otro solo tenia capilla y osario (Algorta) y que, sin embrago,: “...«Este Ayuntamiento se halla instruyendo un expediente, el cual será remitido a la aprobación del Sr. Gobernador, para ampliación del actual cementerio de la parroquia de San Nicolás, y tendrá muy presente para ejecutar las obras de dotar de la sala de autopsias y habitaciones para los vigilantes, y que severamente se ordene a los enterradores o sepultureros se abstengan en lo sucesivo de dar menos profundidad de un metro y cincuenta centímetros a las sepulturas de los cadáveres»...”

La Dirección general de Beneficencia, el 27 de febrero de 1885, hacía circular un resumen de los cementerios que por diversa razones no tenían las condiciones sanitarias para seguir en funcionamiento: “...«La Dirección general de Beneficencia ha circulado a las provincias el resumen de los cementerios de cada una de ellas que necesitan reforma y de los que a toda costa deben cerrarse por sus malas condiciones higiénicas. Examinando el concerniente á Vizcaya vemos que ascienden a treinta los que se mandan cerrar, construyendo otros en buenas condiciones higiénicas de las que aquellos carecen. El inconveniente que se encuentra en muchos de ellos es el de no distar de toda habitación al menos quinientos metros, como prescribe la ley de sanidad vidente. Entre dichos cementerios está el de Bilbao»...”

Para el 3 de marzo de 1885 los estipendios por derechos del matadero, durante el mes de febrero ascendían a 18,50 pesetas. En esa misma fecha se encontraba terminada la obra del caño maestro en la calle Aretxondo, por lo que el Ayuntamiento notificaba a los vecinos de la zona: “...«A fin de que manifiesten si quieren injertar en dicho caño las aguas sucias de sus respectivas casas, pagando previamente para tener derecho a ello la cuota que viene siendo costumbre de 734 reales de vellón»...”


Y es en esas fechas que se iba a iniciar lo que luego sería el Hospital Hospicio de Alango. El mismo 3 de marzo, el Ayuntamiento acordaba, tras la recepción de un oficio de D. Luciano de Alday y de D. Mariano de Arana, albaceas testamentarios ambos de Dña. Francisca de Abaroa, de la casa llamada Hospital de Algorta construida por dichos albaceas, acordaba el consistorio: “...«Y deseando allanar en todo lo que se pueda las dificultades surgidas acerca de la expresada casa Hospital: que dichos albaceas no se oponen a que siempre que se intente un edifico mejor, se aplique el valor de este y de su solar para beneficio del nuevo»...” En esa fechas se esperaba la vista del arquitecto bilbaíno D. Severino de Achucarro con motivo de las obras de ampliación del cementerio de Algorta (Campa del Muerto), acordaba con ese motivo el consistorio: “...«Se comisione a dicho arquitecto a fin de que designando previamente un terreno aparente y adecuado, por esta corporación en unión de aquel, forme el correspondiente proyecto, planos y presupuesto para la ejecución de una casa que sirva para Hospital y Beneficencia en esta Anteiglesia»...”

El 13 de marzo de 1885, el Alcalde de Getxo D. José Antonio de Uriarte, en nombre de consistorio anunciaba en el “Noticiero Bilbaíno” la feria que anualmente se celebraba el día de San José en la campa de Alango: “...«El ayuntamiento de esta anteiglesia, siguiendo la costumbre de años anteriores, ha acordado celebrar feria de toda clase de ganados en la campa llamada Alango, situada en el barrio de Algorta, el día de San José, 19 del corriente mes, empezando a la una de la larde, cuya campa se halla cerca del punto donde para el tranvía»...”


Pocos días más tarde, el 18 de marzo, una nueva amenaza en forma de enfermedad se cernía sobre nuestros vecinos, la temida Viruela; también lo hacía en otras poblaciones de nuestro entorno como Portugalete y Santurtzi.
Y llegó la temida viruela al barrio de Algorta, como casi siempre ocurría lo hizo a una familia de escasos recursos. Para prevenir la extensión de la epidemia el Ayuntamiento acordaba: “...«Inmediatamente se ponga un hombre en dicha casa por cuenta de los fondos municipales con el fin de que vigile rigurosamente que no salga de ella ninguna persona que se halle al cuidado de la enferma, ni entrar ninguna otra que se dedique a otros servicios. Se encargue a los tres médicos titulares para que den parte al Alcalde inmediatamente que tengan noticia de esta enfermedad en la localidad, para tomar medidas y aislar completamente la casa, a fin de evitar la propagación de esta enfermedad»...” Pero las medidas no solo eran para quienes contrajeran la enfermedad en el municipio, también alcanzaba a las provenientes de la vecina Villa de Portugalete, ya que a decir de los libros de actas de Getxo: “...«La enfermedad epidémica de la Viruela reina en la vecina Portugalete»...” Por lo que con el fin de evitar que dicha enfermedad saltara la ría, el consistorio de Getxo dispuso que: “...«Desde hoy hasta que otra cosa no se disponga, permanecerá el segundo alguacil D. Lorenzo Aguirre en el barrio de Las Arenas, con un sueldo de tres reales diarios, evitando que ninguna persona de dicha Villa venga al lado de esta jurisdicción a lavar ropas pasando por la Plazuela (Bizkaiko Zubia), pero sí se permitirá pasar a lavar las ropas partiendo de la calle que pasa por la casa del Sr. Barandica, por Santa Ana hacia el rio Gobelas, donde se permitirá en dirección Este (Aguas abajo del río), el lavado de las ropas a las lavanderas de la citada Villa»...” Y como quiera que esto levantó cierta polémica entre ambas poblaciones, el consistorio getxotarra comunicó al portugalujo que no se había prohibido a las lavanderas realizasen su habitual trabajo en el río Gobelas, si no que se les había asignado un punto para el lavado cómo se indicaba anteriormente. No era esta la única vez que se había producido un desacuerdo con la Villa de Portugalete, ya que en octubre de 1881 el Ayuntamiento de Portugalete escribía, sobre el mismo tema, en su libro de actas: “...«Manifestamos por unanimidad que hemos visto con disgusto y hasta indignación, la medida tan arbitraria, absurda e ilegal la medida adoptada por la Anteiglesia de Guecho, sobre la rigurosa prohibición del paso de personas de esta Villa a dicha Anteiglesia y viceversa, igualmente de las que van al río Gobela a lavar sus ropas, so pretesto de que en esta Villa habían algunos casos de viruela»...”


Pero las molestias de nuestros vecinos no solo eran debidas a epidemias, también los ruidos hacían que se expresaran, no sin cierta sorna que: “...«Para quedar uno sordo siempre hay tiempo»...” Y es que a decir de los mismos: “...«El ruido infernal que producen algunas plataformas del tranvía urbano al ser arrastradas por las calles, casi es tortas y pan pintado, como suele decirse, comparado con el de esos carros llamados “bolquetes”, que cuando marchan poco menos que disparados por algunos suelos, parece que se va a hundir la tierra»...”

El 23 de marzo de 1885 “La Gaceta” publicaba que: Con fecha del 21 del mismo mes, se declaraba cómo Puerto de Segundo Orden de Interés General al Puerto de Algorta.

En la próxima entrada veremos cómo las relaciones vecinales no siempre eran fáciles y los vertidos y alcantarillados muchas veces provocaban enfrentamientos, ya que cada cual los vertía según su criterio y muchos eran poco amigos de pagar las tasas municipales. Y cómo la influencia de la iglesia en los ámbitos civiles era muy potente, marcando las costumbres religiosas del Pueblo.

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