En
la anterior entrada conocíamos cómo los médicos y farmacéuticos
se hacían cargo de la atención de las familias pobres; y cómo las
obras del municipio iban concluyendo.
Comenzaba
marzo de 1882 con una curiosa guerra de faroles, la discusión empezó
con el farol de la casa de D. Miguel de Uria, el dilema era si
colocarlo más alto o más bajo. Se sometió a votación recibiendo
el voto contrario del Síndico Sr. Larrondo, por lo que quedaba
aprobado por mayoría absoluta la propuesta de bajarlo. Sin embargo,
aquella propuesta derivó en una mezcla de contrapropuestas. Nadie
quería dar el brazo a torcer, sobre si era un farol el que debía
bajarse o si se debía modificar la situación de otros faroles del
alumbrado público. Si el método de votación era el correcto, o si
el farol de la discusión se debía trasladar a la calle de la
Carretera (actual Algortako Etorbidea), contra la cochera del Sr.
Sopelana. Intervino también D.
Manuel de Zubiaga, opinando que dicho farol estaba mejor si se
situaba al comienzo de la calle Tetuán (actual Avenida Basagoiti). Y
ya solo faltaba la intervención del primer teniente de Alcalde,
quien sentenció: “...«Que
de ninguna manera consentía que aquel farol, ni ningún otro, fueran
movidos del lugar en el que se encontraban»...”
También la Comisión de Policía y Fomento intervino en el lance,
colocando faroles en Altamira, otro frente a la Escuela de Náutica,
otro en Mugaburu, otro frente a la casa del cura Sr. Artega en el
Bulevar y otro en aquel punto antes mencionado de la calle Carretera.
Finalmente tras sucesivas discusiones acordaron: “…«Que
salvo el farol de la casa del Sr. Uria no se muevan de lugar el resto
de los faroles»...”
Aquellas disputas, no se sabe si por rencillas, envidias, o falta de
temas sobre los que discutir, dieron para mucho, ya que en los libros
de actas ocuparon cinco páginas. Y, ¿Quién sabe?, si como
consecuencia de ello, o de los hábitos de algunos traviesos
duendecillos de Algorta, más de 42 faroles terminaron con sus
cristales rotos.
Por
eso, quizá para evitar más tormentas que enturbiaban los ya
caldeados ánimos, se decidía colocar un pararrayos en la torre de
la iglesia de Santa María de Getxo, decían que: “...«Con
el fin de evitar consecuencias desagradables y desgracias
personales»...”
El
9 de marzo de 1882, eran las obras del tranvía las que volvían a
las páginas de plenos. La proximidad de la primavera, pero sobre
todo la cercanía del verano, y con él los visitantes que tantos
dividendos dejaban en nuestros barrios, hacían que sus obras se
acelerasen para ver llegar el tranvía hasta el Casino Algorteño:
“...«se
aproxima el verano, y la llegada del tranvía hasta el Casino, traerá
beneficios al vecindario, con un aumento de los recursos municipales,
por lo que es necesario que los forasteros se interesen en el Pueblo,
lo que se conseguirá con la terminación de las obras
mencionadas»...”
El
16 de marzo de 1882 dimitía el profesor de la escuela de Náutica de
Algorta D. Eusebio Echaniz por haberse quedado con un solo alumno.
Otro de los motivos fue que ante la escasez de alumnado, presentó
una solicitud en el Asilo de San Mamés de Bilbao, que le fue
aceptada. El domingo día 26 de febrero se celebró un acto de
inventariado de los haberes de dicha escuela.
En
la tarde del 19 de febrero de 1882 se celebraba la primera feria de
ganado en la campa de Alango. Dejaban para próximas fechas: “...«El
domingo día 16 del mes de abril la feria inaugural en dicha campa,
con toda la pompa que requieren dichos actos»...”
El día 14 de abril de 1882 se insertaba el anuncio, firmado por el
Alcalde D. Manuel de Zalduondo, de la celebración de dicha feria en
el diario “El Noticiero Bilbaíno”: “...«Acordado
por el ayuntamiento que presido que en los primeros y terceros
domingos de cada mes se celebre en Algorta feria de ganados, en la
campa titulada Alango, empezando a las dos de la tarde, pongo en
conocimiento del público que con asistencia de la banda de música
de este pueblo, que tendrá lugar el domingo 16 del actual»...”
Para aquel evento se imprimieron carteles y lanzaron cohetes
anunciadores.
A
finales de marzo, el día 30, se acordaba crear una escuela de
primera enseñanza para niños y niñas, en el barrio de Las Arenas,
dotándola de presupuesto económico debido: “...«a
la gran distancia que tienen que recorrer, para asistir a las
escuelas públicas de la población. Asignando para el maestro se le
asignen 1.000 pesetas para gastos de casa y material escolar, y para
la maestra 900 pesetas. Anunciando para conocimiento de todos los
maestros y maestras interesadas, que están vacantes dichas
plazas»...”
Muchos de los pequeños, hasta entonces, recibían la enseñanza en
Algorta, y otros a través del cura de Santa Ana (Las Arenas) D.
Cipriano de Charroalde. Aquel fue el comienzo de la primera escuela
pública del barrio que, sin embargo, precisó de un aumento de 500
reales para el sueldo de la maestra, a fin de no grabar a lo padres
con aportaciones particulares.
En
esas misma fechas el camino de la Rivera hacia de Askanpe (Puerto
Viejo de Algorta), se hallaba muy deteriorado: “...«tanto
para el paso de personas como de carros, a la playa de Ascampe, por
debajo de la Avanzada»...”
La llamada playa de Askanpe de Algorta era la rivera, que se
encontraba tras el murallón del Puerto Viejo, donde tenía la salida
el Kakaleku. Lugar que ya era denominado así por la prensa bilbaína
(El Noticiero Bilbaíno) que ya en 1883 anunciaba la aparición de un
cadáver en: “...
jurisdicción de la anteiglesia de Guecho, en el intermedio del
balneario de las Arenas y del punto denominado Ascampe, donde
apareció el cadáver de un hombre sin identificar»...”
En
abril de 1882 todos los acuerdos municipales eran publicitados en el
pórtico de la iglesia de San Nicolás de Bari de Algorta. Mientras
que el Ayuntamiento reclamaba que: “...«Al
igual que no tenía parte de los beneficios de los objetos que el mar
arrojaba a sus costas, tampoco le fueran grabados los repetidos
gastos que provocaba la asunción de las costas de conducción y
entierro de los cadáveres que el mar arrojaba a las mismas»...”
No
habían pasado dos meses desde la iniciativa para establecer una
escuela para niños y niñas en el barrio de Las Arenas, cuando la
Junta de Enseñanza realizaba la recomendación de que la misma fuera
un hecho por los mismos motivos que anteriormente se habían dicho:
“…«La
excesiva distancia desde el barrio hasta otras escuelas del municipio
y la carencia de una escuela en el barrio»...”
Pero al carecer el Ayuntamiento de recursos suficientes, acordaba
solicitar ayudas gubernamentales a tal fin.
En
ese mismo mes de abril se trataba sobre las condiciones de los
arbitrios municipales: “...«para
la administración de los vinos y demás bebidas, los derechos de
abacería y degüello de cerdos, así como los asientos del mercado y
puestos de poncheras»...”
Los puestos de poncheras eran de venta de bebidas y dulces.
En
la próxima entrada veremos cómo la
preocupación por el aprendizaje de algunos idiomas llegaba a ciertos
sectores de la población; y
cómo ante la llegada del verano, los propietarios de las casetas de
baño y el propio municipio, comenzaban a estudiar la colocación de
esos pequeños cobertizos móviles para que los recatados bañistas
pudieran cambiarse.
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