Igualdad de género, empoderamiento de las mujeres, derechos humanos de las mujeres, un grito de la mujer trabajadora que alcanzó su mayor preeminencia a lo largo del siglo XIX. Ya entonces se ganaban la vida ejerciendo en empleos, tales como hilanderas, modistas, orfebres, pulidoras de metales, niñeras, o criadas, lo hacían en las ciudades y el campo, en Europa y Estados Unidos.
Ocho de marzo, fecha en la que se conmemora el “Día Internacional de la Mujer”, un día que debiera darnos vergüenza a los hombres por haber aceptado la sobrecarga que durante lustros dejamos sobre los hombros de nuestras compañeras. Es una fecha que debiera durar de todo el año, pero no como un día sin continuidad. Además, recordando que la mujer ejerce su trabajo tanto dentro como fuera del hogar, asumiendo, en multitud de casos, un doble papel en el trabajo, ya que el suyo no termina ni cuando llega a casa fatigada tras finalizar el día, y entonces le esperan las ropas del marido y los niños y recoger la casa.
A lo largo de la historia muchas obras han tratado sobre las mujeres, curiosamente la mayor parte de ellas escritas por hombres. Y al hacerlo, muchas han hecho o dicho lo que el militar e historiador griego, de extracción conservadora Tucídides, que dijo: “...La mejor mujer es aquella de quien menos se habla...” O la opinión de Hipócrates que afirmaba: “...La mujer es un hombre de inferior calidad cuyo cuerpo sólo se aproxima al ideal de estructura y funcionamiento humanos...”
Una obra de 1844, al tratar sobre sus cualidades y aptitudes las limitaba a: “...Si queremos que las mujeres sean virtuosas, instruidas, y con derecho a realizar acciones heróicas, porque negarlas un justo elogio mientras vivan y un glorioso recuerdo cuando dejen de existir...”
O haciendo noticia como lo hacía la prensa bilbaína a principios del Siglo XX: “...En Noruega.- Donde acaban de admitir a una mujer en el seno del Parlamento como diputado...” (El Noticiero Bilbaíno del 23 de marzo de 1911).
Y es que la lucha de las primeras feministas venía de siglos pasados, del XIX, en el salto por la implementación de algunos derechos básicos de las mujeres, tales como el voto, que se produjo en ese Siglo. El primer país en que se consiguió ese derecho, gracias a su lucha, fue en Nueva Zelanda en 1893; le seguirían Australia en 1902, Finlandia 1906, Noruega 1913, Dinamarca 1915, Unión Soviética 1917, Reino Unido 1918, Estados Unidos 1920; y así una larga lucha por los derechos, que en la Península no llegaría hasta 1931, aunque no pudieron hacerlo efectivo hasta las Elecciones Generales de 1933. Y de nuevo, tras el Golpe de Estado de 1936, no volvieron a tener acceso al voto hasta las elecciones generales de 1977.
De sus dedicación al trabajo hablaba ya la prensa bilbaína en 1970: “...Una investigación llevada a cabo por unos estudiantes universitarios ha revelado que la mayoría de las mujeres trabajan un promedio de diez horas y treinta minutos al día..., siete días a la semana. El ama de casa media, emplea una hora y veinte minutos cada día en lavar los platos y cubiertos que se ensuciaron durante la comida, que tardaron una hora y cuarenta minutos en preparar; son necesarios veinte minutos para poner la mesa; dieciséis minutos en hacer las camas, mientras que lavar la ropa (con máquina) consume otros siete minutos. Otros trabajos como planchar, quitar el polvo, pasar la aspiradora (no digamos la escoba), dar brillo al suelo y los muebles, hacer la compra, coser, remendar, etc., necesitan un total de tres horas y diecinueve minutos. Pero esto es sólo parte de la historia. Faltan los deberes maternales, como lo son el vestir y lavar de los hijos, el darles de comer, etc. Si los niños son pequeños, la madre les dedica de entre dos y cuatro horas diarias. En definitiva, tiene una jornada laboral de 73 horas, sin ningún día de descanso...” (La Gaceta del Norte del 8 de marzo de 1970).
Y que a estas alturas tengamos que seguir diciendo que las mujeres deben participar en las sociedad y desarrollarse como personas en igualdad con los hombres, parece un insulto a la inteligencia. Pero es que desde aquellas leyes de 1975, que la situaban en la sumisión y el consentimiento del hombre: “...La mujer deberá obedecer al marido, siguiéndole donde quiera que fije su residencia, no pudiendo adquirir bienes sin licencia de su esposo...” Además otras lindezas iguales o peores, parece que hemos avanzado poco, y es que el camino hacia la igualdad, parece que siguiera por caminos de lentitud conservadora.
Y es que, incluso ya avanzado el Siglo XX, en 1975, les era denegado el derecho a manifestarse en Bilbao por el Gobierno Civil: “...Desautorizada la manifestación para hoy del «Día Internacional de la mujer»...” A pesar de lo cual, las manifestantes se concentraron frente al Instituto de la Alameda de Urquijo. (La Gaceta del Norte del 8 de marzo de 1978).
Y aún así, tienen que seguir saliendo a la calle con miedo a ser agredidas, cobrando menos por el mismo trabajo, siguen siendo las que cuidan a sus niños o niñas, o a personas ancianas o enfermas.
Y cuando leo por ahí eso de que cuantos días faltan para el Dia Internacional de la Mujer. La respuesta es que vamos tarde, y ya han pasado demasiados Siglos de insolidaridad e injusticia. Por eso sigue estando vigente el grito que lanzaban aquellas mujeres en 1978:
¡MUJER TRABAJADORA, TU PUESTO NO ESTÁ EN TU CASA¡
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