domingo, 17 de diciembre de 2023

LAS NAVIDADES PASADAS, OTRAS COSTUMBRES, O LAS MISMAS.

 


Las Navidades pasadas, otras costumbres, o las mismas, esa es la pregunta. Y para responderla nada mejor que compararlas con las actuales.

Uno de los periódicos más importantes del Bilbao del Siglo XIX fue “Irurac Bat”, periódico de orientación liberal editado en Bilbao entre 1852 y 1885. Su primer editor fue D. Carlos de Bilbao, y su propietario D. Juan Eustaquio Delmas, hijo del impresor Nicolás Delmas. Este diario decía a cerca de la Navidad, en sus páginas del 24 de diciembre de 1862: “...La fiesta de Navidad que es la mas notable de la cristiandad, después de las de Pascua y Pentecostés, se celebra con una alegre solemnidad, cuyo origen se pierde allá en los primeros tiempos de la iglesia de Occidente, atribuyéndose su institución, según algunos autores, al Papa Telesforu, que murió el año 138. Fiesta movible en un principio, se celebraba en mayo, abril o enero, hasta que en el siglo IV el Papa Julio-I- a ruego de San Cirilo de Jerusalén, mandó que se hiciesen investigaciones para averiguar el día fijo del nacimiento de Jesús. Los doctores de Oriente y de Occidente, aunque sin pruebas auténticas, según la opinión de algunos padres de la iglesia, no tardaron en ponerse de acuerdo y designaron el 25 de diciembre...” En esas navidades, contaba ese diario, un acontecido en Getxo, en la noche del 24 de diciembre: “...En la misma noche que el rayo hendía la torre del monasterio de Begoña y arrancaba su flecha y base, otro rayo penetró en una casa de la anteiglesia de Guecho por el cañón de la chimenea, recorrió varias piezas y arrancó una ventana, dejando una gran humarada en el edificio y a sus vecinos medio asfixiados y consternados. Afortunadamente para ellos no causó desgracia alguna...” Sobre algunos comportamientos en esa fechas festivas decía el diario: “...Está probado que la presente época ejerce una influencia extraordinaria respecto a las demás del año. Los porteros se muestran más solícitos, las criadas más complacientes, los serenos menos sordos en acudir cuando se les llama, los carteros puntuales y los maestros menos severos con los discípulos. Seria interminable la lista si nos propusiéramos hacer mención de las personas que hasta el día de reyes se nos muestran solícitas y complacientes...” Probablemente aquella coba tuviera algo que ver con otra de las costumbres, la del Aguinaldo. (Irurac Bat del 24 y 30 de diciembre de 1862).

Precisamente, en ese mismo diario, se publicaba la relación de los alcaldes y tenientes de alcalde nombrados para el bienio de 1863 y 1864, entre ellos figuraban los de Getxo: “...Alcalde D. Pedro de Goicoechea, tenientes de Alcalde D. Manue Azcorra y D. Juan Antonio Zubiaga...” (Irurac Bat del 31 de diciembre de 1862).

Por ejemplo veamos como se contemplaban, un poco más tarde, allá por 1879. Decía un medio de comunicación, para situar el acontecimiento navideño: “...La Nochebuena es la fiesta por excelencia de los ancianos y de los niños, de los que se van y de los que vienen. Esa noche memorable se juntan en torno de la bien provista mesa, la cabeza venerable del abuelo con su corona de canas, y la cabecita sonriente del nieto con sus ensortijados rizos; la nieve del invierno y los dorados rayos del sol de primavera; el pasado, que desaparecerá bien pronto entre las sombras de la muerte, y el porvenir, que avanza confiado y dichoso...” (El Noticiero Bilbaíno del 24 de diciembre de 1879).

Gabon era, la fiesta por excelencia de la familia: “...Hoy todas las personas ligadas por vínculos consanguíneos o de parentesco, se buscan y congregan alrededor de la mesa. En los hogares se acostumbra a evocar la memoria de los tiempos pasados, de los que se fueron, se busca con la imaginación a los ausentes. Se piensa en el devenir de los tiempos. Cuanta poesía encerraba hasta hace pocos años la noche de Gabon (la Noche buena) en el pueblo vascongado! Había poesía en la chimeneas de nuestras aldeas que chisporroteaban como un incendio; en los nacimientos de nuestros pequeñuelos; había poesía en las canciones populares; poesía en la puntualidad a la hora de sentarse a la mesa; poesía al aguardar a llegada de la media noche para oír el replique de campas de las iglesias. ¡Que alegre era nuestro Gabon entonces y cuan triste es ahora! Hasta hace cuatro años la hermosa fiesta de esta noche no solía ser turbada en los hogares vascongados por ningún melancólico pensamiento...” (El Noticiero Bilbaíno del 24 de diciembre de 1879). En ese último cuarto del Siglo XIX la Navidad era considerada como la fiesta de la religión y de la familia.

También eran navidades publificadas por el comercio, había un comercio de la calle Sombrerería de Bilbao que anunciaba en las paginas de ese diario bilbaíno: “...Visita mi tienda de ultramarinos. En ella hallareis de todo, los más renombrados vinos de Jerez y Manzanilla, Moscatel, Champagne, Burdeos; Ron, Coñac y otros licores; Tapioca y fideos, chorizos y longanizas, ciruelas y uvas pasas, conservas, quesos y dulces; Aceitunas y galletas y guayaba pura. Venid, pues, y encontrareis buena clase y baratura...” Esta oferta alimenticia se ofrecía a finales de diciembre de 1884.

A finales del siglo XIX las tradiciones fueron dando paso una concepción de la vida menos religiosa y más mundana. Y quizá, aunque la costumbre del juego era antigua, la afición a la lotería fuera uno de los elementos que ayudaba a desacralizar esa festividad. La costumbre de hacerse con el “décimo” en la víspera de navidad, hacía que algunas veces este se agotara en las expendedurías:“...En la administración de lotería de Bilbao no hay billetes para el sorteo de Navidad...” (El Noticiero Bilbaíno del 14 de diciembre de 1896).

Y ya adentrándonos en el XX, en la segunda decena del mismo, ese diario relataba: “...Desde las primeras horas de la mañana, tomó el aspecto inconfundible del tradicional “Gabon”. El movimiento en las tiendas de ultramarinos, mercados y turronerías dejaban en mantillas a cualquier Rochefeller; los teatros, cines y cafés han cerrado sus puertas. Y mientras la “Unión Artesana” repartía ropas a los pobres. Hasta los robos parecían inocentes: A una vendedora del mercado de San Antón le robaron dos pollos...” Y la iglesia, eso si, en otras latitudes velaba por al moral: “...El primado apostólico de Canadá a puesto el veto a los bailes modernos, declara el prelado: Todas las personas que se entreguen a la danza o den bailes en su domicilio cometerán el pecado de desobediencia. Las danzas nuevas por las posturas que adoptan las parejas, destruyen la virtud...” (El Noticiero Bilbaíno del 25 de diciembre de 1923).

Más cerca de nosotros, en la metrópoli de Paris, centro de la gastronomía y la cultura Europea, se decía respecto de los juguetes que en esa fechas se daban a los niños: “...iPadres! ¡No compres Juguetes militares!. He aquí la muestra de un comerciante de Juguetes. Hay dos escaparates: Uno a cada lado de la puerta. A la Izquierda, las muñecas; a la derecha, los soldados. La vida que nace, la Juventud que se matará. Para las muchachitas, el aprendizaje de la maternidad. Para los chiquillos, el aprendizaje de la muerte...” Y mientras tanto la llamada Casa Galera (la perrera) y el Asilo de Huérfanos ofrecían dos tipos de menú para los más desfavorecidos: “...En el primero: Sopa con huevos, bacalao en salsa, pollo con arroz, merluza frita, turrón, plátanos, higos; café y vino con limonada. En el segundo: Sopita de caldo, filetes de ternera con patatas fritas, manzanas asadas, café con leche, turrón y una copita de vino generoso...” (El Noticiero Bilbaíno del 24 de diciembre de 1933).

Por otro lado “Euskonews&Media” dice en sus páginas, cuando se refiere a los cambios que se estaban produciendo en las costumbres: “...Las tradiciones basadas en el mundo rural y que aún pervivían en el ámbito urbano, fueron dando paso a nuevas actitudes más vinculadas con una concepción de la vida menos religiosa y más cosmopolita. Lejos quedaba la sociedad de consumo en la que nos vemos inmersos, pero ya se estaban dando los primeros pasos hacia la desacralización de las fiestas navideñas, con toda su artillería de comilonas, loterías y aguinaldos...”

Ya a mediados del Siglo XX la prensa decía respecto de uno de, los por entonces, platos más apetecidos en la navidad : “...Viento sur templado, aguas crecidas y luna, todavía no muy crecida, son condiciones inmejorables para que la angula se pegue a las zonas de orilla facilitando la labor del arrastre del cedazo...” Y es que las navidades de los años 50 del pasado Siglo XX, dentro de la escasez que en aquellos tiempos había, se celebraban en general, con habiente frío, incluso con nieves, eran fechas por todos deseadas ya que junto a ellas llegaban los deseados regalos de Reyes. En mis recuerdos han quedado grabado aquellos días: “...Eran tiempos, hablo de 1955, en los que a la mayoría de los hogares de Romo aún no había llegado ni el frigorífico, lavadora automática, radio y aún menos la televisión. Las calles aún eran de tierra batida, sin asfaltar. Ya desde la mañana el movimiento en las cocinas se dejaba sentir, quien había podido adquirir una gallina, la mataba y desplumaba para hacer un caldo y cocinar parte de ella en “Pepitoria”. La comida era frugal, ya que a la noche llegaba la hora de algunos alimentos prohibidos el resto del año, como el Pollo asado; le seguían otros más asequibles en la época: Algún entremés a base de mortadela, jamón y chorizo; Berza, besugo y txarripatas, incluso las ahora prohibitivas angulas, algún turrón (del blando y duro). En los hogares humildes, de pequeño tamaño, la cena se realizaba en la cocina, también llamadas ‘bilbaínas’, que eran de hierro, con espacios bien determinados: fogón, horno y depósito de agua caliente, al calor de su hogar que era la única fuente de calor de la casa. En algunos hogares era costumbre colocar el “nacimiento”, que algunos niños, deseosos de la llegada de los regalos de reyes, llevábamos a esas figuritas, rápidamente al portal para ver si se adelantaban los esperados regalos. La fiesta más bulliciosa se realizaba por Noche Vieja, ya que en alguna edificación, en la que había algún residente más “pudiente”, que tenía radio, al terminar la cena, todos los vecinos subíamos a su casa y allí gracias a la melodías que de ella salían se formaba un baile informal. La llegada de los esperados regalos de Reyes era otro de los acontecimiento navideños, y estaba al albur de las posibilidades de cada familia, eso si, nunca faltaban las imprescindibles pinturillas de “Alpino”...” Decían años más tarde, en un artículo de diciembre del 2004, en la revista Bilbao: “...Navidad era en su origen una fiesta vivida desde la austeridad y la sencillez pero se ha ido transformando en la fiesta por excelencia del consumo...” Así eran aquellas navidades de los 50.

Ahora aparentemente todo ha cambiado, el consumo se ha hecho el señor de las casas, con regalos para los pequeños de aparatos tecnológicos que los aíslan de los demás o juegan con otros a distancia; la comida a dejado de tener la transcendencia de otras épocas por su saturación de a diario, aunque las victimas de esos refrigerios siguen siendo los pobres pavos o capones. Y mientras que antes las tertulias al rededor de la mesa se prolongaban hasta bien entrada la madrugada, ahora, en general, nada más cenar los más jóvenes salen de sus casas como cualquier fin de semana.

Pero básicamente, aparte de haberse desacralizado algo esta tradición respecto a los Siglo XIX y XX, con la llegada del Olantzero, Papa Noel, Santa Claus y otros personajes navideños, la oferta ha aumentado. Las costumbres siguen manteniéndose en lo tocante a las grandes comilonas, luces y regalos a los más pequeños, seguimos reuniéndonos alrededor de la mesa como en los viejos tiempos.

Así que siguiendo con esas viejas costumbres, como todos los años, voy a aprovechar estos día para compartir con la familia y acercarme a los fogones, para condimentar algo de lo que más me gusta degustar por navidades, caza y caracoles.

Para finalizar recordar a los que, por diversos motivos, tampoco este año podrán disfrutarlo con sus familias. Con esta entrada me despido hasta el próximo año, volveré a estas páginas el lunes día 8 de enero del 2024.


ZORIONAK ETA URTE BERRI ON


ONDO PASA!

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