En
la anterior entrada, de esta serie, veíamos cómo el Ayuntamiento de Getxo acordaba
entregar al Club Náutico de Bilbao dos subvenciones.
El
día 29 de octubre de 1889 se anunciaba en el diario “El Noticiero
Bilbaíno” la salida a subasta, en virtud de una autorización
concedida por real Orden a la Junta de Obras del Puerto, salía a
concurso la adquisición de una embarcación de vapor para la
vigilancia de las obras del Puerto. La misma debía de disponer de
alojamiento a bordo para la tripulación. El plazo para la
construcción de dicha embarcación era de 4 meses, concediéndose un
plazo adicional de un mes para llevarla al puerto. Firmaba el anuncio
el Vicepresidente de la Junta de Obras D. Eduardo Coste Vildosola.
El
último día de octubre de 1889 se abrían tres calles nuevas en el
barrio de Las Arenas, se las denominaba provisionalmente con las tres
primeras letras del abecedario. La autoridad Provincial (Diputación)
autorizaba en un oficio enviado al Ayuntamiento de Getxo los pagos de
las obras de estas calles, con la condición de que fueran
consignados en el presupuesto municipal. Cosa que el consistorio
realizó pasando algunas cantidades de unos capítulos a otros del
presupuesto. A la vez establecía unas normas para corregir algunas
irregularidades que se venían cometiendo en las edificaciones:
“...Teniendo
en cuanta la situación topográfica de esta Anteiglesia, y las
irregularidades que desde muy antiguo se vienen notando en la
construcción, particularmente en el barrio de Algorta, que junto a
otras causas impiden que se pueda formar un reglamento completo de
edificación, se acuerda establecer las siguientes condiciones:
1º
Toda persona que desee construir o reconstruir cualquier edificio
solicitará permiso al Ayuntamiento.
2º
Acompañará a la solicitud un plano firmado por persona autorizada.
3º
El propietario cuidará que se lleven a cabo las obras con seguridad,
procurando que los andamios, escaleras o rampas que se coloquen para
el servicio de los obreros, ofrezcan la suficiente solidez.
4º
El Ayuntamiento, persona o personas que le representen podrán las
obras y aparatos mencionados en el capítulo anterior, siendo
castigados con multas de 5 o 15 pesetas los que por cualquier causa
desatiendan las indicaciones anteriores…”
Aquel
articulado suponía el comienzo de las ordenanzas municipales para la
edificación en Getxo.
El
primero que acudió a realizar la solicitud de edificación con
arreglo a aquel articulado fue D. Tomás Uria: “...Quien
demandaba autorización para construir una casa de nueva planta en su
terreno de Algorta, edificación que se llamará “Mariandresena”...”
A
mediados de noviembre de 1889, y a decir de lo publicado en “El
Noticiero Bilbaíno” del 17 de ese mes: “...El
Ayuntamiento de Guecho, con motivo del buen tiempo, ha acordado
contratar para hoy la Banda de Santa Cecilia, que tocará por la
tarde en la Plazuela de Las Arenas...”
Según relataba al día siguiente el tiempo estaba siendo apacible y
primaveral, con los paseos llenos de visitantes, comentaban: “...Este
año se porta el veranillo de San Martín...”
Los
votantes de nuestra provincia eran los de mayor fidelidad con las
urnas, ya que mientras que los de Gipuzkoa representaban el 49% del
censo, y los de Araba el 50,96%, los Bizkaínos acudían a votar el
59% del censo.
Algunos
escribientes, con un estilo casi del romanticismo, relataban cercanos
tiempos (mediados del siglo XIX) cuando los viajes por la ría se
realizaban en “Carrozas”, así eran llamados los lanchones que
bajaban por la ría, arrastrados generalmente a la sirga mediante
parejas de bueyes, desde Bilbao a Las Arenas y Portugalete:
“...Transcurrían
entre pintorescos barrios, caseríos y poblaciones que, río abajo,
se asientan en ambas orillas del Nervión. El trayecto hacíase
generalmente en barcas, a las cuales se daba el nombre de carrozas;
embarcaciones que, por ser de suyo pesadas y de difícil gobierno,
navegaban las más de las veces a la sirga y las menos con el auxilio
de vela o remo. Un toldo a manera de techumbre defendía a los
viajeros de los rayos del sol, poco ardoroso por lo común allí, o
los resguardaba de la lluvia. El pasajero sentía el hastío de la
inacción o la somnolencia de la monotonía, o se desesperaba por la
lentitud de la marcha, dos o tres marineros, seguían con penoso y
acompasado andar la margen tortuosa de la dilatada ría, arrastrando
en pos de sí la flotante mole que sobre las quietas y azuladas aguas
pausadamente se iba deslizando. Por este medio se empleaban tres
horas mortales en recorrer la distancia que separa a Bilbao de
Portugalete y Las Arenas. Más tarde en los años de 1889 los vapores
fluviales sucedieron a las carrozas, haciendo que éstas cayeran
pronto en desuso, porque entorpecían la navegación en las horas de
marea, durante las cuales reina extraordinario movimiento de buques.
Otros transportes también hicieron innecesarias aquellas carrozas,
un tranvía movido por fuerza animal, recorría la orilla derecha,
hasta las Arenas y terminaba en el pueblo de Algorta, situado sobre
un promontorio que flanquea el abra. En el arranque de este
promontorio y descansando sobre el lecho arenoso de la magnífica y
suave playa de las Arenas, amarra el cable que, partiendo del cabo
Lizard (Inglaterra), une las redes telegráficas de la Gran Bretaña
con Bilbao. El cable atraviesa la carretera de Algorta por medio de
un subterráneo. Desde una caseta situada en el lado opuesto prosigue
aquél enterrado hasta Bilbao, mediante un hilo aéreo supletorio
para asegurar mejor la comunicación en caso de accidente o rotura.
El otro medio que sustituyó a las barcazas fue el ferrocarril de la
margen derecha de la ría, el cual recorriendo los verdes campos de
sus bajas riberas, termina a los once kilómetros en Las Arenas,
sitio poblado ayer de movedizas dunas, insalubres pantanos y
estériles marismas; y hoy, merced a la perseverante voluntad de la
familia de Aguirre, convertido en tierras cultivadas, donde el maíz
yergue majestuoso su flexible tallo; en espesos bosquecillos, en los
cuales vegetan el pino marítimo, el plátano, el álamo de la
Carolina, el espino del mar, el tamariz y el aliso; y en alegres y
cómodos edificios rodeados de parques y jardines, refugio durante la
estación estival de la sociedad más distinguida de Bilbao, y centro
balneario de numerosas familias del interior. En uno de estos
terrenos robados a las invasiones de la ría, se ha inaugurado este
año el mayor hipódromo que existe en la Península...”
Una idea del movimiento de viajeros entre Bilbao y la desembocadura
de la ría, en cifras redondas la daba la estadística del mes de
Agosto de 1889. Los ferrocarriles y tranvías de ambas orillas
arrojaban el siguiente número de viajeros:
Ferrocarril
de Portugalete 195.000 viajeros.
Ferrocarril
de las Arenas 110.000 viajeros.
Tranvía
de Algorta 130.000 viajeros.
Tranvía
de Santurce 105.000 viajeros.
El
precio de los billetes era de 30 céntimos de peseta ida y vuelta de
Bilbao a Santurce en el tranvía; 30, en segunda, de Bilbao a
Portugalete; 30 en el tranvía de Algorta; y después de la última
rebaja del ferrocarril de Las Arenas, 10 céntimos en segunda por
todo el trayecto.
En
la próxima veremos cómo el caño que conducía las aguas de la
calle mayor de Algorta (Actual Avenida Basagoiti), frente al casino
algorteño, estaba obstruido.
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