lunes, 23 de septiembre de 2019

ACONTECERES DEL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XIX EN GETXO -115-



En la anterior entrada, de esta serie, veíamos cómo el Ayuntamiento de Getxo acordaba entregar al Club Náutico de Bilbao dos subvenciones.

El día 29 de octubre de 1889 se anunciaba en el diario “El Noticiero Bilbaíno” la salida a subasta, en virtud de una autorización concedida por real Orden a la Junta de Obras del Puerto, salía a concurso la adquisición de una embarcación de vapor para la vigilancia de las obras del Puerto. La misma debía de disponer de alojamiento a bordo para la tripulación. El plazo para la construcción de dicha embarcación era de 4 meses, concediéndose un plazo adicional de un mes para llevarla al puerto. Firmaba el anuncio el Vicepresidente de la Junta de Obras D. Eduardo Coste Vildosola.

El último día de octubre de 1889 se abrían tres calles nuevas en el barrio de Las Arenas, se las denominaba provisionalmente con las tres primeras letras del abecedario. La autoridad Provincial (Diputación) autorizaba en un oficio enviado al Ayuntamiento de Getxo los pagos de las obras de estas calles, con la condición de que fueran consignados en el presupuesto municipal. Cosa que el consistorio realizó pasando algunas cantidades de unos capítulos a otros del presupuesto. A la vez establecía unas normas para corregir algunas irregularidades que se venían cometiendo en las edificaciones: “...Teniendo en cuanta la situación topográfica de esta Anteiglesia, y las irregularidades que desde muy antiguo se vienen notando en la construcción, particularmente en el barrio de Algorta, que junto a otras causas impiden que se pueda formar un reglamento completo de edificación, se acuerda establecer las siguientes condiciones:

1º Toda persona que desee construir o reconstruir cualquier edificio solicitará permiso al Ayuntamiento.

2º Acompañará a la solicitud un plano firmado por persona autorizada.

3º El propietario cuidará que se lleven a cabo las obras con seguridad, procurando que los andamios, escaleras o rampas que se coloquen para el servicio de los obreros, ofrezcan la suficiente solidez.

4º El Ayuntamiento, persona o personas que le representen podrán las obras y aparatos mencionados en el capítulo anterior, siendo castigados con multas de 5 o 15 pesetas los que por cualquier causa desatiendan las indicaciones anteriores…”

Aquel articulado suponía el comienzo de las ordenanzas municipales para la edificación en Getxo.


El primero que acudió a realizar la solicitud de edificación con arreglo a aquel articulado fue D. Tomás Uria: “...Quien demandaba autorización para construir una casa de nueva planta en su terreno de Algorta, edificación que se llamará “Mariandresena”...”

A mediados de noviembre de 1889, y a decir de lo publicado en “El Noticiero Bilbaíno” del 17 de ese mes: “...El Ayuntamiento de Guecho, con motivo del buen tiempo, ha acordado contratar para hoy la Banda de Santa Cecilia, que tocará por la tarde en la Plazuela de Las Arenas...” Según relataba al día siguiente el tiempo estaba siendo apacible y primaveral, con los paseos llenos de visitantes, comentaban: “...Este año se porta el veranillo de San Martín...”

Los votantes de nuestra provincia eran los de mayor fidelidad con las urnas, ya que mientras que los de Gipuzkoa representaban el 49% del censo, y los de Araba el 50,96%, los Bizkaínos acudían a votar el 59% del censo.

Algunos escribientes, con un estilo casi del romanticismo, relataban cercanos tiempos (mediados del siglo XIX) cuando los viajes por la ría se realizaban en “Carrozas”, así eran llamados los lanchones que bajaban por la ría, arrastrados generalmente a la sirga mediante parejas de bueyes, desde Bilbao a Las Arenas y Portugalete: “...Transcurrían entre pintorescos barrios, caseríos y poblaciones que, río abajo, se asientan en ambas orillas del Nervión. El trayecto hacíase generalmente en barcas, a las cuales se daba el nombre de carrozas; embarcaciones que, por ser de suyo pesadas y de difícil gobierno, navegaban las más de las veces a la sirga y las menos con el auxilio de vela o remo. Un toldo a manera de techumbre defendía a los viajeros de los rayos del sol, poco ardoroso por lo común allí, o los resguardaba de la lluvia. El pasajero sentía el hastío de la inacción o la somnolencia de la monotonía, o se desesperaba por la lentitud de la marcha, dos o tres marineros, seguían con penoso y acompasado andar la margen tortuosa de la dilatada ría, arrastrando en pos de sí la flotante mole que sobre las quietas y azuladas aguas pausadamente se iba deslizando. Por este medio se empleaban tres horas mortales en recorrer la distancia que separa a Bilbao de Portugalete y Las Arenas. Más tarde en los años de 1889 los vapores fluviales sucedieron a las carrozas, haciendo que éstas cayeran pronto en desuso, porque entorpecían la navegación en las horas de marea, durante las cuales reina extraordinario movimiento de buques. Otros transportes también hicieron innecesarias aquellas carrozas, un tranvía movido por fuerza animal, recorría la orilla derecha, hasta las Arenas y terminaba en el pueblo de Algorta, situado sobre un promontorio que flanquea el abra. En el arranque de este promontorio y descansando sobre el lecho arenoso de la magnífica y suave playa de las Arenas, amarra el cable que, partiendo del cabo Lizard (Inglaterra), une las redes telegráficas de la Gran Bretaña con Bilbao. El cable atraviesa la carretera de Algorta por medio de un subterráneo. Desde una caseta situada en el lado opuesto prosigue aquél enterrado hasta Bilbao, mediante un hilo aéreo supletorio para asegurar mejor la comunicación en caso de accidente o rotura. El otro medio que sustituyó a las barcazas fue el ferrocarril de la margen derecha de la ría, el cual recorriendo los verdes campos de sus bajas riberas, termina a los once kilómetros en Las Arenas, sitio poblado ayer de movedizas dunas, insalubres pantanos y estériles marismas; y hoy, merced a la perseverante voluntad de la familia de Aguirre, convertido en tierras cultivadas, donde el maíz yergue majestuoso su flexible tallo; en espesos bosquecillos, en los cuales vegetan el pino marítimo, el plátano, el álamo de la Carolina, el espino del mar, el tamariz y el aliso; y en alegres y cómodos edificios rodeados de parques y jardines, refugio durante la estación estival de la sociedad más distinguida de Bilbao, y centro balneario de numerosas familias del interior. En uno de estos terrenos robados a las invasiones de la ría, se ha inaugurado este año el mayor hipódromo que existe en la Península...” 


Una idea del movimiento de viajeros entre Bilbao y la desembocadura de la ría, en cifras redondas la daba la estadística del mes de Agosto de 1889. Los ferrocarriles y tranvías de ambas orillas arrojaban el siguiente número de viajeros:

Ferrocarril de Portugalete 195.000 viajeros.

Ferrocarril de las Arenas 110.000 viajeros.

Tranvía de Algorta 130.000 viajeros.

Tranvía de Santurce 105.000 viajeros.

El precio de los billetes era de 30 céntimos de peseta ida y vuelta de Bilbao a Santurce en el tranvía; 30, en segunda, de Bilbao a Portugalete; 30 en el tranvía de Algorta; y después de la última rebaja del ferrocarril de Las Arenas, 10 céntimos en segunda por todo el trayecto.

En la próxima veremos cómo el caño que conducía las aguas de la calle mayor de Algorta (Actual Avenida Basagoiti), frente al casino algorteño, estaba obstruido.

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