En
la anterior entrada veíamos cómo el vecino de Getxo D. Antonio
Arechavala presentaba en el Gobierno Civil un proyecto solicitando
autorización para construir un balneario en la playa de Erega, en
Algorta.
Para
el 3 de junio los avances de la traída de aguas ya aparecían en la
prensa local, en concreto en el “Noticiero Bibíano”: “...Las
obras para la conducción de aguas potables desde los vecinos montes
de Berango, se están ejecutando con extraordinaria rapidez. Los
depósitos donde brotan las aguas y la zanja para la colocación de
la tubería, tocan ya a su término, y el depósito que se construye
para la distribución de las aguas, está también muy adelantado.
Por lo que tendremos ricas y abundantes aguas potables allá para
últimos de agosto, lo mismo que para el popular barrio de Las
Arenas...”
Los
dineros de la escuela de “Niñas Pobres” de Algorta, que habían
sido donados por D. Andrés Cortina y Piñaga, y que habían sido
invertidos en 100 obligaciones de primera del ferrocarril de Tudela a
Bilbao, que representaban las 50.000 pesetas de capital de la
Fundación, daban unos intereses del 5% anual, estaban destinados al
sostenimiento de la escuela. Ya desde que en el lejano 26 de marzo de
1876 se creara la escritura de donación, eran administrados por el
Ayuntamiento de Getxo, bajo la tutela de los testamentarios D.
Luciano de Alday y Dña. Rogelia de Cortina. La función de estos era
que se mantuviera el capital invertido para garantizar la continuidad
de las escuelas. Cuando salieron a sorteo amortizadas las acciones en
el mes de abril de 1886, sorteo que se celebró en la Dirección de
dicho ferrocarril en Madrid : “...El
consistorio de Getxo, constató que para reponer las acciones en la
misma compañía había que perder más capital que el interés que
estas producían, y temieron que de seguir en esa tónica las
sucesivas amortizaciones provocarían que el rendimiento de las
mismas fuera disminuyendo, hasta hacer que los intereses no llegaran
a cubrir las necesidades para el sostenimiento de la Escuela de la
Fundación. El Ayuntamiento acordó la venta de las obligaciones y
amortizaciones, con la prima que tenían en ese momento, y la compra
de otros valores cuyo rendimiento asegurara el mantenimiento de la
escuela, comunicando esa decisión a la Junta de Instrucción Pública
y a los testamentarios de la fundación…”
La
normativa sobre la forma en que los perros debían circular por
Getxo, a primeros de junio de 1886, al parecer no eran respetadas
por sus propietarios e iban a ser los canes quienes terminarían
pagando la irresponsabilidad de sus dueños. El Ayuntamiento además
de recordar la normativa que establecía la obligatoriedad de
llevarlos amarrados y con bozal por las calles, acordaba que:
“...Todos
los perros que se encuentren por las calles sueltos y sin bozal,
serán recogidos y llevados a la casa llamada Hospital, en la que
permanecerán cómo máximo tres días. Si sus dueños los reclaman
dentro de ese plazo, deberán abonar una multa de 5 pesetas. Pasado
ese plazo, a los que no sean reclamados, se les dará muerte...”
Y
cómo ya teníamos encima las fiestas de verano en Getxo, el
Ayuntamiento nombraba una comisión de festiva compuesta por el
Alcalde D. Francisco Ramón Diliz, el Sindico D. Pedro Amezaga y el
Regidor D. Pedro Bonifacio Sarria para tratar de ajustar los gastos a
lo recogido en el presupuesto municipal. Decía en aquella acta:
“...Que
siendo conveniente y de utilidad la celebración de fiestas y
festejos en el Pueblo, con la misma lucidez que en años anteriores,
a fin de que tanto el vecindario como los forasteros que vengan a
veranear tengan entretenimiento y diversión, se nombra una comisión
para disponer y dirigir la celebración de dichas fiestas...”
Con aquellos presupuestos, además de los festejos, decidieron
contratar una banda de música que tocara los domingos y festivos
durante los meses de julio y agosto: “...Con
inclusión de los días y moches de romería...”
Estaba claro que los forasteros suministraban a las arcas municipales
algunos de los fondos que tan beneficiosos era para el municipio y
que uno de los objetivos de aquellas fiestas era atraerlos al Pueblo.
El
día 10 de junio de 1886, se informaba en el pleno de un oficio
remitido por el Gobernador Civil referente a la traída de aguas
potables. En él se recordaba al igual que en el del pasado mayo, que
las aguas de las que se iban a abastecer los barrios de Algorta y Las
Arenas no eran otras que las de los manantiales de Berango. Aquellas
notificaciones se habían enviado a finales de mayo a los dueños de
los manantiales donde nacían los manantiales, así como a los cuatro
molinos que aprovechaban los recursos hidráulicos de los mismos.
Daba un plazo a los dueños de los terrenos por los que pasaba la
conducción de aguas para que pudieran reclamar por las
expropiaciones que se iban a realizar. No se presentaron
reclamaciones por lo que el Ayuntamiento público aquella decisión.
Los
costes de la enseñanza para algunos vecinos de Las Arenas resultaban
excesivos para sus mermados recursos, ya que un numero importante de
los moradores de aquel barrio, el día 31 de mayo pasado, dirigían
una instancia al Ayuntamiento: “...Los
vecinos del barrio de Las Arenas suplicamos que se modifiquen la
retribuciones que se pagan por la enseñanza en las escuelas de este
barrio, por ser imposible satisfacer a muchos vecinos por la excesiva
cantidad que se exige por el maestro y maestra...”
Esta vez la comisión que iba a estudiar esta petición iba a estar
compuesta, entre otros, por el concejal del barrio D. Andrés
Larrazabal. Días más tarde era el Diputado a Cortes quien
intercedía, seguramente a petición de los vecinos, para que el
Ministro de Fomento: “...Conceda
gratuitamente a este municipio, para las escuelas, una biblioteca...”
El
17 de junio de 1886 se sacaba a remate público el alumbrado para el
barrio de Algorta. El anuncio se fijaba en todos los parajes públicos
del Pueblo.
En
esa misma fecha el Ayuntamiento trataba sobre al solicitud presentada
por D. Antonio Arechavala sobre el proyecto para construir un
balneario en la playa de Erega en Algorta. La única voz discordante
entre los vecinos de la zona había sido la de D. Vicente Suárez, al
parecer cuestionando que las aguas que pretendía utilizar Arechavala
procedían de un manantial nacido en su propiedad. El asunto fue
tratado en el pleno con las siguientes conclusiones: “...Después
de una meditada discusión el Ayuntamiento ha decidido que se
manifieste al Gobernador Civil que no encuentra por su parte
inconveniente alguno para que se conceda la autorización solicitada
por el Sr. Arechavala por ser muy conveniente y hasta de utilidad
para el servicio público. Que debiéndose de emplazar el balneario a
la distancia de diez metros de la propiedad del Sr. Suárez, y no
siendo las aguas que intenta aprovechar el Sr. Arechavala del
manantial que en su posición indica aquél, si no de otro distinto,
no resulta a juicio del Ayuntamiento perjuicio alguno con la
ejecución del proyecto...”
Los
vecinos del Puerto, ante la próxima llegada de las aguas potables al
barrio, el día 23 de junio de 1886, encabezados por D. José María
Mota y D. Pascual Urresti solicitaban al Ayuntamiento que: “...Los
vecinos de las calles Tánger (hoy Ribera), Calleja y Peligro (hoy
Nueva), solicitamos que se coloque , cuando lleguen las aguas a esta
localidad, una fuente en la plazuela a la que convergen dichas
calles, entre la casa titulada Mugaburu y la de Segura...”
En
la próxima entrada veremos cómo el consistorio de Getxo convocaba a
los propietarios forasteros para nombrar un representante para la
Junta de Estadística de la Anteiglesia.
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