La
anterior entrada terminábamos viendo cómo al finalizar el año con
malas noticias para la educación de nuestros niños, y cómo la
crisis económica llevaba al consistorio a adoptar una de las medidas
más controvertidas.
El
nuevo año comenzaba al igual que el anterior, con ruido de sables,
caballos y una tropa que comía mucho, y al parecer bebía más.
Aunque algunos actos lúdicos venían a dispersar la negrura del
pesado horizonte bélico.
Ante
la crítica situación en que se hallaba el Pueblo, el Ayuntamiento
en pleno presentó ante el Gobernador de la Provincia su dimisión el
día 9 de enero. Dimisión que no fue aceptada.
La
tropa, como decía anteriormente estaba acuartelada entre el Pórtico
de la Iglesia de San Nicolás y el tinglado de la plaza. Algún
fenómeno al que llamaban “exhalación” había causado daños en
el tejado del pórtico, por lo que ordenaban al consistorio que
reparase dicho tejado y cubriera con tablas el tinglado de la plaza,
para mejorar el acuartelamiento de la tropa Liberal.
El
ambiente parece que empezaba a relajarse de ruidos de sables, y
aunque el final de la contienda no estaba aún próximo, faltaban
todavía dos años, ya empezaban a conocerse noticias relacionadas
con acto lúdico Uno de los personajes relacionados con los mismos
era el “Tamborilero”, cuya plaza había quedado vacante por
fallecimiento del que hasta entonces había cubierto la misma. De sus
habilidades hablaba lo escrito en las actas municipales: “...el
Pueblo no puede prescindir de él, en las romerías, procesiones y
fiestas locales…,
y
traerlo de fuera costaría tanto o más que si fuera propio...”
Por lo que decidieron cubrir la plaza de ese funcionario, cuyos
emolumentos ascendían a 1.900 reales anuales. Entre sus funciones
estaba la de: “...Recorrer
el Pueblo, tocando el tamboril la mañana de todos los días
festivos. Tocará en la plaza después de la misa mayor todos los
días de fiesta, asistirá al servicio de ella por la tarde, y en los
carnavales. También tenía obligación de tocar siempre que se lo
ordenara la autoridad local. No podía ausentarse en los días
festivos del pueblo, salvo causa justificada de enfermedad…”
Sin
embrago, en el barrio de Santa María, que se hallaba dominada por
las fuerzas Carlistas, algunos miembros de la misma que se llamaban
fieles regidores: “...Hay
dos individuos llamados D. Juan Bautista de Aguirre y D. Ramón de
Osticoechea, que titulándose autoridad, llevan a cabo exacciones en
dicha feligresía, llevando suministros a dichas fuerzas rebeldes...”
Era el regidor de la corporación de Algorta D. Juan Manuel de Ugarte
quien realizaba aquel informe y lo trasladaba al Gobernador: “...A
fin de que no recaiga sobre esta corporación ninguna
responsabilidad...”
Los caballos de la tropa comían mucho, ya que devoraron 212 arrobas
de paja en un corto espacio de tiempo. Incluso simples materiales de
obra, como un madero, fueron expropiados por el Coronel del
regimiento de Infantería Saboya, que le fue incautado a D. Juan
Bautista de Eguia, para las fortificaciones que se estaban realizando
en Algorta. Eran días de embargos, que bien por los militares o por
falta de pago de contribuciones, hacían que muchos de nuestros
vecinos fueran cada vez más pobres. El miedo a las represalias por
el otro bando se hacía sentir.
Y
a pesar de que los recursos municipales escaseaban, no fue obstáculo
para que el 8 de abril de 1875 el símbolo de la autoridad municipal
fuera cambiado: “...Hallándose
en mediano estado y poco decentes los bastones de insignia de
autoridad del Alcalde y el teniente de este pueblo, acuerda el
Ayuntamiento sean cambiados por otros más decentes...”
El
estiércol en los laterales de los caminos también fue objeto de un
bando en esas fechas: “...A
fin de corregir los abusos que se cometen en algunas calles y vías
públicas, colocando en las vías públicas y a la vista del público
montones de estiércol para uso en jardines y propiedades
particulares, siendo los mismos perjudiciales para la salud, acuerda
el Ayuntamiento colocar bandos prohibiendo colocarlos en las calles
más que un día, bajo la pena de 25 reales, el primer día, y diez
por cada uno de los siguientes...”
Los coches y carruajes también eran objeto de bando y multa, cuando
se dejaran abandonados en la población de Algorta: “...bajo
la pena de 10 reales, a los dueños o conductores...”
Se establecía como lugar de aparcamiento obligado una plazuela o
terreno público a la que llamaban “Flor de Alangüetas”. Eran
los tiempos del mandato de D. Juan Manuel de Ugarte.
La
picaresca de los consulados de algún país se hacía notar a la hora
de esquivar impuestos de guerra, a decir de lo recogido en las actas
del 8 de abril de 1875. En esa fecha algunos súbditos de embajadas
francesas como D. Antonio Belín, residente en una casa de campo en
el barrio de Las Arenas, presentaba la siguiente certificación:
“...Consulat
de France en Vizcaya & Alava. El Cónsul de Francia en Bilbao
certifica, en virtud del artículo 4 de la convención consular
entre Francia y España, de fecha 7 de enero de 1862, los súbditos
franceses en España, y los mismos súbditos españoles en Francia,
estan exentos de todas las contribuciones de guerra, por lo tanto la
claúsula se aplica a D. Antonio Belín residente en Las Arenas de
Lamiaco...”
Se le había impuesto una contribución de 44 reales de vellón, no
obstante el Ayuntamiento de Getxo se retrotraía a la Real Orden del
17 de noviembre de 1852 por al que si estaban obligados a pagar
impuestos, y pasaba la última decisión al criterio del Gobernador.
Parece que dicho francés, que tenía en el mismo barrio una casa de
comercio de bebidas, era algo pillín ya que hacía unos días:
“...se
le ha decomisado un pellejo de vino, que introducía en su casa de
contrabando, con objeto sin duda de eludir el impuesto municipal para
dichos líquidos...”
En
abril de 1875, ante la gran concurrencia de mendigos que se observaba
en la población, el consistorio decía que : “...de
un tiempo a esta parte se observa una gran afluencia de mendigos
forasteros, y teniendo en cuenta lo dificultoso y perjudicial que
podría ser en las actuales circunstancias, la tolerancia de los
mendigos forasteros en la localidad, acuerda que dichos mendigos
cualquiera que sea su sexo y clase, sean despachados
inmediatamente...”
Para ejecutar aquella decisión fueron autorizados el alguacil y los
camineros.
En
la próxima entrada veremos cómo durante la noche del 28 al 29 de
abril de 1875 fuerzas Carlistas apoyadas por gentes del pueblo, en la
oscuridad de la noche, se adentraron en el interior de la población
de Algorta, esquivando las fortificaciones.
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