Las Fiestas de San Ignacio a lo largo de su historia nos dejaron algunas reflexiones sobre el paso del tiempo y la añoranza de los días pasados. Quizá por aquello de que el tiempo no es sino el espacio entre nuestros recuerdos, algunos de nuestros predecesores rememoraron sobre los tiempos pasados y como eran las fiestas en otras épocas.
Y al hacerlo daban suelta a sus recuerdos, seguramente distorsionados por el paso del tiempo, creyendo aquello de “cualquier tiempo pasado fue mejor. Así en agosto de 1899, recordando pasadas fiestas de Algorta decían: “...Dando oídos a lo que nuestros mayores nos cuentan de las fiestas de hace cincuenta años, no cabe duda de que las mismas debieron ser mucho más animadas que las que se celebran en nuestros días...” Y nos hablaban sobre los lugares de diversión de aquellos antepasados, y las formas de relacionarse, aunque se desprendiera un cierto vasallaje en el trato: “...El Etxetxu fue durante muchos años el “clou” de las diversiones y bailes durante las fiestas de Algorta, sobre todo en los Sannicolases. Allí, en los dos salones que la casa tiene, y a la luz de los candiles primero y del petróleo y las velas después, daban los en aquel tiempo alegres algorteños rienda suelta a su buen humor, mezclándose todas las clase sociales. Sin que por eso dejaran de tratarse con el respeto y la consideración que debían. Al decir de todos los que recuerdan aquellos días nunca ha habido en Algorta fiestas por el estilo. Después del Etxetxu, y construida la actual iglesia parroquial, se celebraban las romerías y bailes en la actual plaza y en el pórtico cubierto.
Entonces procuraban los encargados de adornar lo que se dio en llamar (el pórtico o soportales del Ayuntamiento) hacerlo con el mayor gusto. Aquellos arcos de verde follaje en los cuales se colocaban escudos de Vizcaya y otros varios cromos: aquellas artísticas filas de farolillos a la veneciana y las entonces flamantes cortinas que adornaban los arcos del Salón (se referían al frontón) daban a este un aspecto fantástico del que hoy carece.
Entonces, como en otros tiempos, todo el mundo se divertía, jóvenes y mayores, y era raro ver bailar a menos de cincuenta, sesenta o aun más parejas; en estos tiempos hemos visto tocas a la música sin que los bailara ni una sola pareja. !Lo que va de ayer a hoy y lo que son los humos y las tontas etiquetas y los aires de fatua importancia que nos damos! Se procuraba tratar con simpatía a la gente que nos visitaba durante el verano; dígalo si no aquél historiado farol que el tiempo hizo famoso, y que colocado en medio del Salón de la Plaza, expresaba buenos deseos con aquella celebre frase de «Algorta saluda a los forasteros»...”
Se achacaba en aquel escrito como posible culpable en el trato hacía las personas y visitantes al paso de la iluminación mediante faroles a la llegada de la luz eléctrica: “...Hoy nos damos la misma importancia, creo yo, que se darla el paso de la luz eléctrica al lado del antiguo candil. Y verán ustedes como la luz parece influir en el carácter y en la manera de ser de las personas, hasta tal punto, que muy bien puede decirse con relación a las fiestas «que la alegría y buen humor en ellas están en razón inversa de la bondad de las luces»...” Pero al referirse a esas fiestas estaban hablando de los “Sannicolases”, y al referirse a la Plaza lo hacían a la entonces plaza de la Constitución (hoy de San Nikolas).
Mientras que las fiestas de San Ignacio, que se celebraban en la plaza frente a la iglesia del mismo nombre, aquel año 1899 al referirse a ellas, decía “La voz de Guecho”: “...Día de gala fue ayer para el vecindario de Algorta, se celebraba la fiesta de San Ignacio, nacido en 1491 en el castillo de Loyola, hijo de Beltran Yañez de Oñez y Loyola y de Marina Saes y Balda.
A la diez de la mañana del expresado día, se celebró una función religiosa en la elegante iglesia de San Ignacio, que se hallaba totalmente ocupada por numerosísimo público, el altar aparecía muy bien adornado y profusamente iluminado. Un coro de aficionados dirigidos por el profesor de piano D. Román Ibisate canto la misa del maestro Gorriti a cuatro voces. Durante el ofertorio los señores Mario Losada y Emilio Icaza cantaron el Ave María de Olivares, y un motete del profesor Villar; un coro de tiples, acompañado a boca cerrada por el resto de la capilla, cantó el “Tantum Ergo” del presbítero Pio de Aranguren.
Oficio la misa el capellán de la Iglesia de San Ignacio D. Linio Lafuente. A esta solemnidad religiosa acudió el Ilustre Ayuntamiento de Guecho presidido por D. Juan Bautista de Ibarra.
Ese día se celebró en la campa o plaza de ese nombre la tradicional romería, no recordamos haberla visto ante tan concurrida. La plaza resultó insuficiente para albergar al inmenso gentío que acudió, por lo que hubo que habilitar la parte superior de la misma. Los asistentes se divirtieron con música de tamboril y guitarras. El tramo de la Avenida Basagoiti hasta el Casino estaba también lleno de gente. De seis y media a siete comenzó el desfile de romeros, y a esa hora la carretera de Las Arenas presentaba un hermoso golpe de vista...” Entre tanto otras actividades festivas estaban aconteciendo en el barrio: “...Una Compañía cómica-lírico, bajo la batuta del maestro Sr. Orozcoa, actuaba en el teatro del Casino Algorteño, con bonitas escenas de las zarzuelas “La Marcha de Cádiz”, “El Cabo Primero” y “Los Puritanos”...” (La Voz de Guecho del 6 de agosto de 1899).
Además, para facilitar los desplazamientos de los romeros del barrio de Las Arenas y otros que acudían del resto de las márgenes de la ría, la compañía del Tranvía Eléctrico de Bilbao, ponía un nuevo servicio en aquellas fiestas: “...El lunes 31 de julio y el domingo día 6 de Agosto, en que se celebran en Algorta las romerías de San Ignacio, el servicio entre Las Arenas y Algorta será cada diez minutos, desde las tres y media de la tarde. Se intercalaran coches especiales entre Las Arenas y el Casino de Algorta. Las expediciones de Bilbao para Algorta se compondrán de dos o más coches. Los coches especiales no seguirán hasta la playa, terminando su viaja por la tarde en la Plazuela de Las Arenas...” (El Noticiero Bilbaíno del 30 de julio de 1899).
Algunas costumbres de los viajeros de clases altas o medias, que desde Madrid y otras poblaciones venían a Bilbao, en las líneas del ferrocarril del Norte a nuestros establecimientos hosteleros. Así eran relatadas por la prensa bilbaína: “...Estos días, en las líneas del Norte se producen escenas que tan sabroso pasto prestan a los escritores de cuadros de costumbres. Los trenes expresos y los trenes baratos o de botijo, llamados también, por antítesis, trenes de placer o do recreo, retratan la clase alta social y la clase media de nuestro pueblo: EI tren todo se convierte en un gran comedero donde en improperiosas cestas y enormes canastos se contiene el sabroso cebo de pollos asados, huevos cocidos, trozos de salchichón y demás embutidos, pescados fritos, jamón y chuletas, melocotones, pastas, uva, tortilla de patatas, pajaritos fritos y todo cuanto compone el suculento menú de tabernas y ventorros de orillas del Manzanares con el adobo del aguardiente de Chinchón y del vino de Arganda, los hay que llevan en la cesta su cafetera rusa o china, con su infiernillo correspondiente, para hacer café en el vagón...” Escribía este artículo desde Algorta un tal J.J. De Lecanda. (El Nervión del 30 de julio de 1899).
Pues esto, era algo de lo que acontecía en nuestras fiestas de San Ignacio a finales del Siglo XIX, allá por 1899.
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