jueves, 16 de octubre de 2025

LA RIQUEA DE GETXO EN 1894

Desde el Siglo XIX, algunas zonas y barrios de Getxo vieron cambiar su fisonomía. Andra Mari (Getxo) mantendrá su vida como área eminentemente rural. Algorta desarrollará un crecimiento de capitalidad (Ayuntamiento, Correos y Telégrafos, Mercado, Balnearios, etc.). Las Arenas va a aparecer en nuestro calendario poblacional, en este caso de la mano de la familia de Máximo Aguirre, quien compró en 1856 la llamada Vega de Lamiaco“que agrupaba la playa y marisma de Lamiaco, las cuales pertenecían a Getxo (actual barrio de Santa Ana), poco a poco fue convirtiendo aquella marisma en un área, cada vez más densamente poblada, al principio como zona residencial veraniega (Balneario, Club Marítimo) y más tarde creciendo en densidad de población, tanto en el centro de Las Arenas como en sus zonas adyacentes de Romo y Santa Ana. Neguri lo hará entorno a la Sociedad de terrenos de Neguri y Jolaseta. En todas estas zonas la vida tanto pecuaria, ganadera e industrial van a evolucionar de diferente manera. Mientras que Algorta y Las Arenas (Romo incluido) pronto atraerán a diversos comercios, los demás barrios tendrán un crecimiento desigual y más lento, algunos todavía inexistentes.

En 1894, todavía algunos barrios, que como decía anteriormente, ni siquiera existían. Las Arenas era un pequeño núcleo, rectangular, conformado por las calles Mayor con el Muelle de Las Arenas y Andrés Larrazabal con Evaristo Churruca, Santa Ana que formaba parte del primer barrio tan solo era una zona incipientemente urbanizada, de casas aisladas. Zugatzarte aún no existía. Algorta era un barrio diseminado, con edificaciones algorteñas entorno a Basagoiti, la Estación del ferrocarril y la zona del Castillo. Getxo era el núcleo rural, que tan siquiera era representado en los mapas que elaboraba la Junta de Obras del Puerto de Bilbao. Esos barrios aún dependientes de Algorta y Las Arenas (Neguri y Romo), inexistentes en los planos de la Junta, aparecerán reflejados en los de 1928.

A lo largo de los años, Getxo, al igual que otros pueblos de la Provincia de Bizkaia, realizó su declaración de bienes ante la Diputación bizkaina. En el periodo que va de 1894 a 1895, la riqueza y los servicios en nuestra Anteiglesia se veían reflejados en unos estadillos. Tres tipos de declaración se realizaron en esos años, referidos a la Riqueza Pecuaria (Propiedad y Tierras) e Industria y Ganadera.

Me voy a detener en una de ellas, la referida a la Riqueza Industrial. Aquellos estadillos nos dejaban conocer servicios y personas que los regentaban, nombres y apellidos de los contribuyentes, profesión, donde ejercían su actividad industria y domicilio; además de la renta que les correspondía pagar en función de la tarifa y clase en la que se les había situado. En esos años se indicaba que el Pueblo de Getxo tenía 3686 habitantes establecidos (INE).

En Getxo existían cuatro tipos de tarifas y clases, en función de las cuales se pagaba una renta. Los oficios de aquellos habitantes de Getxo eran: Confiteros (2), Canteros (3), Zapateros (10), Herreros (6), Barberos (6), Albañiles (6), Carpinteros (15), Hojalateros (3), Pintores (3) y un número elevado de Practico Lemanes (25), además de otra persona que se dedicaba con su lancha a ejercer ese mismo oficio amarrando barcos.

Dentro de aquellos oficios: Entre los Confiteros, había uno que vivía en la calle de la Carretera (Luis Santamaria) y otro en Alango “sic. Alanguetas ” (Juan Learra).

Respecto de los Canteros, dos vivían en la calle de la Carretera (Martín Berasaluce y Miguel Garaizar) y otro en Andra Mari (Juan Arrieta).

Del resto de las persona que ejercían aquellos oficios, solamente mencionaré a algunas de ellas, ya que la lista era muy extensa:

Entre los Zapateros, uno habitaba en Las Arenas (Benito Albeniz); el resto lo hacían en Algorta repartidos entre la calle: Carretera (Pedro Meaza) y (Saturnino Azcorra); calle Mayor (Marquines Hnos.) y (Daniel Arechavala); y en el Puerto y sus aledaños en la calle Rivera (Valentín Larrazabal), San Nicolás (Manuel Arambalza) y puerto (Manuel Ignacio Ugarte).

Respecto de los Herreros, decir que dos vivían en Las Arenas (Roque Ortiz) y (Isidro Inchaurtieta), otro en Santa María (Getxo) (Pascual Azcorra) y otro en Algorta en la calle San Nicolás (Felipe Landaida).

Le seguían los Barberos que se repartían entre Las Arenas (Venancio Ocano), (José González) y (Félix Cámara); en la calle Mayor de Algorta vivían (Eusebio Fernández), (Indalecio Bastardo) y (Aquilino Benito).

Otro de los gremios era el de los Albañiles, dos de ellos habitaban en Las Arenas (Braulio Ajuria) y (Juan Domingo Echevarria); el resto eran de Algorta, dos de ellos de la calle Aretxondo (Julián Aguiriano) y (Domingo Zubizarreta), que se repartían por este orden: en la calle Puerto (José Palacios), en San Nicolás (José Martín Zavala), en Alanguetas “sic”.(Gregorio Arzubiaga).

Respecto de los Carpinteros, se repartían entre Las Arenas y Algorta, del primer barrio eran (Antón Olavarria), (Marino Inda), (Rafael Elcoro) y (Pedro Goenechea); de Algorta eran (Manuel Aguirregabiria) de Alanguetas “sic”, cinco eran de la calle la Carretera (Antonio María Ugarte), (Teodoro Onagoitia), (Justo Ugarte), (Manuel Bengoechea)y (Juan José Sarria), dos de la calle Mayor (Higinio Cereceda) y (Luis Lasa) y uno de la calle San Nicolás (José María Maguregui).

Le seguían los Hojalateros, dos de Las Arenas (Felipe Charroalde) y (Eloy Martín) y uno de Algorta, de la calle Mayor (Genaro Gómez).

Entre el gremio de los Pintores estaban, (José González) de Las Arenas y (Félix Diot) de la calle de la Carretera.

El gremio de cotizantes más extenso lo componían los Prácticos Lemanes, todos ellos de Algorta, seis del Castillo (Antonio Zubiaur), (Juan Felipe Sierra), (José Ramón San Martín), (Santiago Saitua), (Leandro Astobizaga) y (Juan Bautista Echeandia); dos de la calle Nueva (Juan José Saitua) y (Francisco Bengoechea Arteta); siete de la calle Rivera (Francisco Bengoechea), (Casimiro Landarte), (Victor Zarraga), (Rufino Betolaza); de Aretxondo (Pedro Icaza), (José María Laucirica) y (José Landarte); de la Cuesta de San Ignacio (José Ramón Arana) y (Miguel San Sebastián); uno de la calle del Puerto (Joquín Ardaza). Y un propietario de de lanchas dedicado al lemanaje y amarre de barcos (Antonio Trueba). Cuyos pagos de rentas eran de entre 40 y 80 pesetas.

En 1894, en Getxo, la riqueza industrial y comercial se basaba en actividades ligadas a su naturaleza marítima como puerto de pesca, a su incipiente crecimiento como zona residencial de la burguesía bilbaína y en el empuje de su naciente comercio local. Recordar que los poseedores de título de pilotos lemanes en 1699 en Algorta casi doblan al resto de los puertos de la desembocadura del nervión, Algorta tenía en esos años 79 pilotos lemanes.

Getxo entre tanto, ya en 1894 tenía aprobadas ya sus “Ordenanzas de Edificación y Policía de Guecho” y las obras del Contramuelle del Puerto Exterior salían a subasta.

Aquella declaración de rentas fue remitida por el Ayuntamiento de Getxo a la Diputación de Bizkaia. (Archivo Foral de Bizkaia-Riqueza Industrial y Comercial- 1894-AH05091/003).

domingo, 12 de octubre de 2025

ACONTECERES DEL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XIX EN GETXO -444

 

En la anterior entrada de esta serie sobre el último cuarto del Siglo XIX, veíamos como la prensa bilbaína publicaba una Real Orden sobre la salubridad de los cementerios y las normas inhumatorias.

En el pleno municipal de Getxo del 24 de febrero de 1898 se trataron varios asuntos. Uno de ellos referidos a las cuentas del municipio, las cuales ascendían a: “...Cargo 150.910,38 pesetas, Data 147.381,86 pesetas, quedando en existencia para el ejercicio de 1897-1898 la cantidad de 3.528,52 pesetas; y por lo tanto, había pasarse la cuanta a la Junta Municipal a los efectos que prevé la Ley, poniendo antes al público durante quince días, en la Secretaría, acompañada de los documentos justificantes acordados...”

Enseguida se informaba de un escrito de un número importante de vecinos solicitando cambios en el arbitrio de las carnes: “...Se da cuenta del escrito de un número importante de vecinos, solicitando se suprima para el próximo año al arbitrio de derechos de 15 de peseta en kilogramo de carne de res vacuna...” Y como era habitual se decidía crear una Comisión Especial para discurrir sobre el tema, de la que formaron parte el Teniente Primero Sr. Diliz y los Regidores Sres. Cámara y Zamacona.

Seguía el pleno municipal y el Ayuntamiento de Getxo tomaba una decisión sobre los servicios que prestaba, hasta eso momento el farmacéutico de Municipal (Algorta): “...A petición de varios Concejales se abrió una razonada discusión sobre el Convenio pactado en el año 1888, entre el Ayuntamiento y el Farmacéutico titular D. Miguel García Salazar, para verificar porque diez análisis, que mensualmente realiza de los los artículos de consumo que se le presenta la autoridad local, servicio que viene practicando dicho señor anualmente por al cantidad de seiscientas pesetas, y considerando la misma excesiva, teniendo presente que según noticias de que otros municipios satisfacen cantidades inferiores. Acuerda este Ayuntamiento: Declarar fenecido desde el próximo mes de julio el convenio antes mencionado. Que desde dicha fecha no se pague por por los análisis de productos de consumo más que 250 pesetas anuales, fijando en seis las muestras de análisis que se deben de realizar mensualmente. Comunicar este acuerdo al farmacéutico D. Miguel García Salazar, para que manifieste si acepta o no el cargo...”

A continuación tras decidir el Ayuntamiento un aumento de los arbitrios municipales, algunos concejales cuestionaban dicha decisión: “...Presentan un escrito los concejales señores Inchaurtieta, Larrondo y Goicoechea, en oposición al proyecto de recargo de consumos de carnes, vino, aguardiente y licores de toda clase, cervezas, mantecas de cerdo, en el que dicen que estando muy gravados, más de lo que debieran, estos artículos en el Pueblo, no son partidarios de que hoy vuelvan a recargarse, porque no teniendo en el presente más compromiso urgente, esta Corporación, que el murallón que se esta construyendo desde el Puerto hasta Arriluze, cuyo coste no llegará a 50.000 pesetas pagaderas en cinco anualidades de 10.000 pesetas, se pueden arbitrar los recusos necesarios haciendo un llamamiento a los señores propietarios del Pueblo, para que hagan, si lo tuvieren a bien, un anticipo en las mejores condiciones posibles, ya que cuando en un principio se trató de hacer el referido murallón, tan propicios se mostraron dichos propietarios a hacer toda clase de sacrificios a fin de salvar el Caserío del Pueblo, amenazado de inminente ruina, si no se llevaban a efecto las obras de contención. Estos podrían hacerse cargo del servicio de interés y amortización, con las economías que se harían en los gastos del Ayuntamiento y con el impuesto que la comisión propone a los carros de fuera que comercian con el Pueblo, y en vez de los 50 céntimos aumentando a una peseta para los unos, y en vez de 0,25 a 0,50 para los otros por carro. Los firmantes opinan que con los recursos obtenidos por la contribución a los carros de fuera, quedaría perfectamente asegurado el servicio a los propietarios, demostrando que por el momento no hay necesidad de gravar los consumos antes citados...” Entre los citados opositores se encontraba uno que al parecer, por lo que argumentaban, tenía cierta sensibilidad hacia la situación de las gentes más humildes: “...Alterar esos precios de los artículos de primera necesidad afectaría directamente a las gentes menos acomodadas. Por lo que habría que evitar encarecer la vida del proletariado. Porque es obvio que la Corporación municipal esta obligada antes de gravar los consumos, por otra parte siempre repulsivo e impopular, a tocar todos aquellos resortes que exigiera hacer un buen servicio al Pueblo. Por esta razón juzgan de suma conveniencia los firmantes llamar a Junta a los señores propietarios para recabar de ellos los anticipos necesarios...” A pesar de lo cual, aquel proyecto de aumentar los impuestos de consumos de carnes, vino, aguardiente y licores de toda clase, cervezas, mantecas de cerdo, finalmente fue aprobado.

Por aquellos días, un corresponsal, colaborador habitual de un diario bilbaíno, soltaba la idea de las ventajas de adquirir una novedosa maquina para plantar árboles: “...Ahora que el municipio bilbaíno y la prensa de Bilbao se preocupan con justa razón y muy buen Juicio, del fomento del arbolado dentro de la opulenta capital Vizcaina, bueno sería ponerles al corriente de una ingeniosa máquina de trasplantar árboles. La máquina trasplantadora va montada sobre un bastidor de cuatro ruedas, en la que se hallan cuatro potentes tornos compuestos los cuales tiene una rueda dentada y un tornillo sin fin, el aparato va tirado por cuatro bueyes; la potencia máxima de la maquina esta calculada en unas mil arrobas de peso. El precio de cada árbol trasplantado asciende a 10 pesetas...” (El Noticiero Bilbaíno del 25 de febrero de 1898).

Por aquellos días, dos eran los asuntos que llenaban las páginas de prensa: El Manicomio Provincial de Bermeo, cuyas obras habían salido a subasta; y el Tratado de Comercio con Estados Unidos, con resentimientos hacia la situación en que iban a quedando las colonias, que solo beneficiaban al gran imperio Yankee, convirtiéndole en la gran metrópoli comercial de las Antillas.

Mientras que aquí, en casa, la Junta de obras del Puerto ordenaba demarcar en Las Arenas un terreno de su propiedad: “...La Jefatura de la Junta de Obras del Puerto de Bilbao ha suplicado al Gobernador Civil que ordene la demarcación, en Las Arenas, de un terreno particular perteneciente a la Junta de Obras...” Y se daba cuenta de un expediente referido a un propietario de Algorta: “...Ha sido entregado al Gobierno Civil de Vizcaya, para su entrega al interesado, el expediente promovido por D. Juan Antonio Aldecoa, vecino de Algorta, en solicitud de una patente de invención. Expediente que deberá ampliar dicho señor Aldecoa en la forma en que se indica...” (El Noticiero Bilbaíno del 25 de febrero de 1898).

En la próxima entrada de esta serie, veremos como el Ayuntamiento de Getxo anunciaba la convocatoria de elecciones para Diputados a Cortes para el día 2 de marzo de 1898.

miércoles, 8 de octubre de 2025

ACONTECERES DEL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XIX EN GETXO -443

En la anterior entrada de esta serie sobre el último cuarto del Siglo XIX, veíamos como las mareas vivas estaban produciendo grandes alteraciones en la playa de Las Arenas.

La prensa bilbaína publicaba una Real Orden sobre la salubridad de los cementerios y las normas inhumatorias, en la que se citaba la Real Orden, relativa a los procedimientos inhumatorios que debían emplearse, la cual había sido publicada en la «Gaceta» del día 4 de febrero de 1898: “...En la misma se establece la relación que debe haber entre la extensión superficial de un cementerio y la población del pueblo.

Qué condiciones ha de reunir el terreno donde se establezca, geológico, mineralógico, físico, químico, de exposición, inclinación, situación, etc.

Cuánta profundidad deben tener las sepulturas en tierra.

Si deben permitirse los enterramientos en nicho.

Si podría consentirse la momificación de los cadáveres, la petrificación de los mismos,la cremación de éstos.

Si deben usarse desinfectantes, cómo y cuáles, en caso de afirmativa.

A qué distancia ha de estar de todo lugar habitado.

La Sección de Higiene propone a la Academia de Medicina para su aprobación las observaciones y conclusiones siguientes: Una de las cuestiones más importantes entre las múltiples que la higiene pública abarca, es la del emplazamiento y reglamentación de los cementerios, cuestión tanto más delicada, cuanto que en ella intervienen dos factores importantes, no siempre acordes, siendo difícil, sin embargo, preferir uno de ellos, vulnerando el otro, porque ambos merecen igual respeto y consideración; el sentimiento del culto de los que fueron por un lado, y la necesidad de evitar el que éstos perjudiquen A los vivos por otro; el respeto A los sentimientos y a la higiene.

En ellos ha de verificarse la transformación de la sustancia orgánica en inorgánica por medio de la putrefacción, o sea la serie de oxidaciones que suceden hasta la combustión completa del cadáver.

Para conseguir este fin, la higiene puede llenar dos indicaciones o hacer que la descomposición sea extraordinariamente rápida por la cremación, o hacer que sea muy lenta por una serie de procedimientos que se indicaran. Aceptado este segundo medio, tiene que procurar que los productos de la putrefacción pasen al agente menos apto para conservarlos y difundirlos, y emplear los medios más oportunos para neutralizar su acción...” Hechas estas consideraciones llegaban a las siguientes conclusiones: “...De los 19.803 cementerios existentes, solamente tienen buenas condiciones higiénicas 3.012. Conviene sobre todo, cuando el enterramiento se haga en el suelo, que la extensión del cementerio, cuando sólo exista uno, exceda del séxtuplo del número de defunciones acaecidas en un quinquenio.

Los cementerios deben estar emplazados a alguna distancia de las poblaciones; pero no es de necesidad se hallen tan separados que haya dificultades y gastos para el traslado de los cadáveres. Pueden colocarse a un kilómetro de la población.

Si existe una altura en las inmediaciones de la población debe situarse el cementerio en ella y sobre la vertiente opuesta. Se han de colocar también en la dirección contraria a los vientos dominantes, para que éstos vayan de la población al cementerio.

El terreno rocoso es perjudicial, porque su dureza no permite dar la conveniente profundidad a las fosas.

La profundidad de las fosas debe ser de dos metros, con ocho decímetros de anchura y medio metro de separación entre una y otra por cada lado como mínimo.

La momificación, petrificación y embalsamamiento de los cadáveres puede permitirse, tomando las precauciones convenientes para evitar que se efectúe en condiciones de muerte aparente o con objeto de ocultar un crimen.

Los cementerios deben estar aislados por una pared de dos metros de altura por lo menos; han de tener plantaciones de árboles de hoja perenne.

Todo cementerio, además de los edificios destinados para habitación de los que en ellos vivan y a la celebración de las prácticas religiosas, debería estar dotado de una capilla o depósito, en condiciones convenientes de ventilación y calefacción, para el depósito de los cuerpos, en los casos en que la muerte no esté realmente comprobada.

Todo cementerio que haya de ser abandonado, no debe utilizarse para nada por lo menos durante diez años después de su clausura. Debe además prohibirse practicar en él, después de este plazo, excavaciones de ningún género, utilizándose únicamente para siembra y plantaciones...” En aquella extensa R.O. se Incluían más normas, una de ellas se refería a los Panteones: “...En cuanto a la otra clase de enterramientos sobre la superficie del suelo, que menciona la consulta, entendemos debe referirse á los que se verifican en esas lujosa; construcciones denominadas panteones o mausoleos, que erige en honor de los difuntos, el amor y la riqueza de sus deudos. Tales construcciones, si son muy numerosas, próximas unas de otras y alcanzan grandes proporciones, constituyen una seria dificultad para la buena higiene de los cementerios, porque con las sombras que proyectan impiden la debida insolación del terreno, y con sus masas se oponen a la libre corriente del aire, a cuyos inconvenientes resultados coadyuvan también las plantaciones de árboles, cuando están mal dirigidas y cuidadas...” El diario bilbaíno, además incluía algunas normas de acompañamiento: “...El Consejo de Sanidad, recomienda que en adelante las inhumaciones de los cadáveres se hagan con unos féretros especiales de madera incorruptible, que aseguren la perpetua conservación de los restos en ellos depositados, y eviten las emanaciones infectas de los cementerios, que pueden ser origen de graves enfermedades y terribles epidemias.

En la citada Real Orden se consigna que los féretros metálicos han sido declarados nocivos para la salud pública. Si el féretro es metálico de gran solidez, que son los menos y son extraordinariamente caros, son aún peores para la higiene, porque conservan indefinidamente los líquidos del cadáver...” Finalizaba aquel artículo con un consejo para las Agencias Funerarias: “...También sería conveniente se prohibiera el que las agencias funerarias aprovecharan las coronas, cintas, cordones y demás adornos que suelen emplearse en la conducción de cadáveres, así como también debieran desinfectar a menudo los carruajes empleados en estos actos fúnebres...” (El Noticiero Bilbaíno del 24 de febrero de 1898).

En la próxima entrada de esta serie, veremos como varios vecinos de la Anteiglesia solicitaban se suprimiera un recargo en los impuestos, sobre la carne que se venía aplicando hasta la fecha.

domingo, 5 de octubre de 2025

CUANDO EL PUERTO PERDIÓ SUS BARCOS



Antes de comenzar esta entrada añadire un par de apuntes para situar la historia del Puerto de Algorta: 

En 1627, se constituyó la Cofradía de Mareantes bajo la advocación de San Nicolás, momento en el que deciden construir un nuevo muelle en el Puerto de Algorta. En 1740 el Puerto tenía 12 embarcaciones pesqueras.

Una de las actividades relacionadas con el Abra y con dicho Puerto fue el lemanaje. Algorta a finales del Siglo XVI (1699) contaba con 79 Pilotos Lemanes, los cuales se agrupaban en la “Sociedad de Pilotos Lemanes”, y tuvieron su sede en el edificio conocido como “Etxetxu”, manteniendo la figura del “Piloto Mayor de Barra” hasta la implantación de la “Comandancia de Marina” en el año 1830.

Ese edificio, el “Etxetxu”, además de ser sede de la Sociedad de Prácticos “Lemanes”, acogió al segundo Ayuntamiento de Getxo, hasta que a finales del Siglo XIX se construyera el edificio adjunto a la Iglesia Parroquial de San Nicolás de Bari.

Y es a partir de ese momento, en 1836, cuando inicio esta historia relacionada con la perdida de sus barcos, la misma se sitúa en la Primera Guerra entre Carlistas y Liberales.

A pesar de que algún medio escrito afirma que “No hay datos históricos que confirmen un bloqueo del puerto de Bilbao en marzo de 1836, ni un traslado específico de barcos desde Algorta”. La conformación de hecho aparece recogida en uno de los expedientes del Archivo Foral de Bizkaia, en los del Consulado de Bilbao y en los de la Junta de Comercio.

Uno de los protagonistas de aquella historia fue D. José Ramón Sarria, vecino de Algorta, que fue Mayordomo de la Cofradía de Mareantes del Puerto de Algorta, además de Piloto de Carrera de Indias y Piloto Leman.

Durante la Primera Guerra entre Carlistas y Liberales (un conflicto por el trono de España entre los Liberales, partidarios de la Reina Isabel II, y los Carlistas, que apoyaban a Carlos María Isidro de Borbón). El Puerto de Bilbao fue Bloqueado, corría el año 1836, y el puerto de Algorta vio como sus barcos eran confiscados por orden del Gobierno. Por dicho motivo algunos suministros y auxilios que los habitantes del Puerto realizaban por mar habían sido suprimidos, y las lanchas del Puerto fueron unas de las afectadas.

La victoria liberal en la Batalla de Luchana puso fin al segundo sitio de Bilbao a finales de 1836. Transcurridos todavía tres años las lanchas del Puerto seguían sin volver a su base de Algorta, por lo que en octubre de 1839 comenzaron las reclamaciones al Gobierno, lideradas por el Mayordomo de la “Cofradía de Mareantes del Puerto de Algorta”: “...D. José Ramón Sarria Mayordomo de la Cofradía de Mareantes del Puerto de Algorta, con su encargo, se presenta ante V.I. solicitando permita volver a este puerto las lanchas que por orden superior fueron llevadas dentro del Río Nervión en marzo de 1836. Las lanchas llevadas por dicha orden fueron once. Sin embargo habiendo cesado los motivos de dicho traslado, solamente una ha vuelto al citado Puerto. Por otro lado el Puerto presenta un estado lastimoso por haber abierto la mar una gran brecha en uno de sus muelles, y no hay seguridad de poder tener en el lancha alguna. Por lo que para poder traer y construir nuevas lancha se hace necesario la reposición de los muelles.

La Cofradía no se halla en disposición de poder realizar dichas obras, por no haber ingresado en su caja en estos cinco años los ochocientos reales anuales, que en quinquenio se hacían del producto del quiñon destinado a la reparación de estos muelles, y así poder pagar los intereses del capital de los noventa mil reales que debe. Por lo que nos dirigimos a la protección de V.I., para ayudarnos a salir de este apuro, conociendo los auxilios que pueden proporcionar a la navegación de este comercio, con la permanencia de las lanchas en este Puerto...” (Archivo Foral de Bizkaia, Junta Comercio 0056-023_000300).

Pasaba el tiempo, y las lanchas no llegaban al Puerto, por lo que nuevamente el Mayordomo de la Cofradía de San Nicolás, volvía a insistir, ya que lo que motivo aquella requisa de las lanchas, seguía provocando que algunos suministros y salvamentos que con las lanchas del Puerto se realizaban, estaban afectando a la vida de los marineros del Puerto.

Por ello el Mayordomo del Puerto de Algorta, D. José Ramón Sarria, se dirigía el 11 de septiembre de 1939 al Presidente de la Junta de Comercio D. Ambrosio de Orbegozo en los siguientes términos: En primer lugar exponía como se tomó aquella decisión: “... D. José Ramón Sarria, Mayordomo de la cofradía de Mareantes del Puerto de Algorta, expone que en el mes de marzo de 1836, por disposición del Gobierno, fueron llevadas de este Puerto, adentro del Río Nervión, todas las lanchas, lo cual ha hecho que sus dueños y gentes que se ocupaban de ellas, quedaran el una situación calamitosa; más gracias a la Divina Providencia ya cesó el motivo por el que se tomó aquella medida...” Añadía en su escrito como justificación de aquella petición, el que los lancheros del Puerto daban socorro desde: “...La Punta de Guecho hasta Cabo Machichaco, aun con tiempos fuertes...”

Para finalmente solicitar la restitución de las lanchas al Puerto de Algorta: “...D. José Ramón Sarria, Mayordomo de la cofradía de Mareantes del Puerto de Algorta hago presente a esa Junta de Comercio, que habiendo cesado los motivos que mediaron para que se retiraran de este Puerto las lanchas de esta Cofradía, se disponga que las mismas vuelvan a su anterior ejercicio. Y penetrada esta corporación de la justicia de dicha solicitud, parlamento previamente con el Comandante General de las Fuerzas Navales del Norte, para que no se pusiera ningún obstáculo a dicha medida, y habiendo concedido en ello, permita por su parte que vuelvan las lanchas que se hallan en Santurce y pertenecen a esta Cofradía a su Puerto de Algorta...” (Archivo Foral de Bizkaia, Junta Comercio 0056-023_000500).

En septiembre de aquel mismo año de 1839, la Junta de Comercio de Bilbao intercedía, junto con la Diputación Foral, para que fueran devueltas a la Cofradía de Mareantes de Algorta, las lanchas de su propiedad, que fueron usadas para la guerra: “...Expone el Sr. vicepresidente de la Junta de Comercio de Bilbao que habiéndose levantado el bloqueo y la salida por tierra de todos los efectos comerciales y géneros, con la única excepción de los artículos necesarios para la guerra, solamente se ha permitido la salida por mar la extracción de sal y raba, a los puertos de Bermeo y Lequeitio, y como el levantamiento del bloqueo debe entenderse lo mismo por tierra que por mar. Y teniendo presente la Junta que se halla en la Villa, el Comandante General de las Fuerzas Navales del Norte, cuya autoridad puede permitir la libre extracción por mar, se comisiona al Vicepresidente para que acuerden con aquella corporación, las medidas para conseguir el objeto indicado...” (Archivo Foral de Bizkaia, Junta Comercio 0056-023_000200).

Tras esa primera guerra entre carlistas (partidarios de una monarquía tradicional y foral) y liberales (defensores de un gobierno constitucional y centralizado), nuevas guerras se sucederían entre ambos bandos. Las tres guerras principales tuvieron lugar en 1833-1840, 1846-1849 y 1872-1876. Como consecuencia se publicaría la Ley abolitoria de los Fueros del 21 de julio de 1876. Los Fueros de Álava, Gipuzkoa y Bizkaia persistieron entre 1844 y 1876. El liberalismo español utilizó una hipotética vinculación entre las instituciones forales vascas y la insurrección carlista para extender la unidad constitucional.

miércoles, 1 de octubre de 2025

ACONTECERES DEL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XIX EN GETXO -442

 

En la anterior entrada de esta serie sobre el último cuarto del Siglo XIX, veíamos como el rematante de los terrenos comunales de Aiboa, ofrecía una propuesta al Consistorio por el terreno vivero del municipio.

Debido a la alta incidencia de la viruela el Gobernador de la Provincia publicaba una circular dirigida a los Alcaldes de Bizkaia: “...En el Boletín Oficial de ayer se publicaba una circular del señor Gobernador Civil dirigida a los Alcaldes, para que hagan cumplir con celo las disposiciones vigentes sobre vacunación y revacunación, y las medidas que indica de desinfección y aislamiento de los enfermos de viruela...”(El Noticiero Bilbaíno del 18 de febrero de 1898).

Mientras, en Bilbao, los comerciantes ya preparaban la llegada del próximo Carnaval, anunciando bailes y artículos de disfraz para acudir a ellos. Algunos vecinos de nuestra Anteiglesia solían acudir a dichas celebraciones, los más en el ferrocarril Bilbao-Las Arenas, inaugurado den 1887 y otros en el Tranvía inaugurado de 1881. Decía la prensa bilbaína: “...Temporada de Carnaval de 1898.- Grandes bailes de sala y de disfraz, para los tres días de Carnaval y domingo de Piñata...” Los trajes de disfraz ofertados tenían los siguientes precios: “...Se alquila trajes de toda clases para Carnavales desde 2 a 60 reales, en la calle San Francisco, donde Mari Cruz Goiri....” (El Noticiero Bilbaíno del 18 de febrero de 1898). En el año 1.872 se construye una línea de tranvía por tracción animal (caballos), que comunicaba Bilbao con Las Arenas, en 1.875 lo haría con Algorta, sin embargo no se electrificaría hasta 1.887. Los tranvías desaparecieron gradualmente, desde 1944 al 1964 fueron paulatinamente sustituidos por el trolebús.

La prensa bilbaína contaba a cerca del origen de las mascaras de carnaval: “...El origen de las mascaras debe buscarse en las celebres fiestas de Venecia donde nadie podía salir a la calle sin disfrazarse durante el Carnaval, a menos de exponerse a bromas y molestias de todo género.

Los galos y romanos usaron las mascaras en las saturnales de las kalendas de enero. En la edad media, las que se usaban en las procesiones del Zorro eran grotescas; poco a poco fueron convirtiéndose en monstruosas, razón por la cual se las prohibió el Concilio de Tours.

Los antifaces de terciopelo y de seda que todavía son usados en nuestros días, estuvieron de moda en el siglo XVI, hasta que los prohibió el Parlamento de París. Llamábaselos lobos, por el miedo que inspiraba a los niños.

Prohibidos los lobos, reemplazáronles las mujeres con antifaces de crespón negro, para poder dar broma a través de ellos y parecer más blancas, como dice una crónica del Siglo XVII. Después fueron otra vez consentidos los lobos para los bailes, aumentados con barbas de encaje.

Italia tuvo hasta el Siglo XVIII el monopolio de la fabricación de máscaras. Un Italiano establecido en París fue el primer fabricante de antifaces...” (El Noticiero Bilbaíno del 20 de febrero de 1898). En la Edad Media parece ser que la costumbre de disfrazarse de animal estaba muy extendida, dado que en más de un texto de la época se prohíben taxativamente tales disfraces.   

Para completar aquel ambiente de carnaval, decía un articulista en la primera plana de un diario bilbaíno: “...En los escaparates, atrayendo la pública atención, se ven montañas de montañas de conffetis y serpentinas. En los balcones de algunas casas, los mismos trajes de guisón, de neskatilla, bebés, demonios, Tenorios, Faustos de distintas épocas, gitanos y paletos...” (El Nervión del 20 de febrero de 1898). Era costumbre en esas fechas, en algunos centros religiosos, celebrar actos de desagravio por aquellas celebraciones, consideradas por ellos como impías.

El origen de algunos hombres celebres era asunto de un artículo de un diario bilbaíno: “...Muchos, de los hombres que se han hecho notables por su saber y por sus eminentes servicios al mundo han sido de humilde cuna: Colón era hijo de un tejedor, y él mismo era tejedor. Cervantes era un soldado raso y después un cobrador de impuestos, cargos que no lo impidieron mostrar su ingenio en su inmortal obra Don Quijote de la Mancha. Homero, hijo de un ranchero humilde. Moliere de un tapicero. Demóstenes, el célebre orador, descendía de un cuchillero. Terencio era esclavo. Oliverio Cromwell era hijo de un cervecero de Londres.

Franklin era cajista de imprenta e hijo de un jornalero. Virgilio era hijo de un portero. Horacio de un tendero. Shakespeare descendía de un maderero. Milton de un corredor de Bolsa.

Napoleón-I- descendía de una familia oscura de Córcega; era sargento cuando se casó con Josefina, la hija de un hacendado criollo de la Martinica. El general Espartero era hijo de un carpintero de carros. Bolívar era boticario. Vasco de Gama desempeñaba el puesto de molinero. Galileo, el célebre astrónomo, era pobre y descendía de padres humildes. Jorge Stephenson, inventor del ferrocarril, nació en humilde cuna. Juan Jacobo Astoy fue vendedor de manzanas en las calles de New York. Cincinato estaba arando su viña cuando fue llamado a ser dictador de Roma.

Morse, el inventor del telégrafo de su nombre, tuvo que luchar con las dificultades de su pobreza y la de sus padres. Edison, el descubridor de tantos adelantos maravillosos, vendía periódicos en sus primeros años. Abraham Lincoln, que emancipó cuatro millones de esclavos en los Estados Unidos, era serrador de madera...”

Mientras, ese mismo diario daba buenas noticias sanitarias de nuestra Anteiglesia: “...Según comunican de Guecho, ha desaparecido completamente de aquel pueblo la epidemia variolosa...” (El Nervión del 23 de febrero de 1898).

Las mareas vivas estaban produciendo grandes alteraciones en la playa de Las Arenas y la Junta de Obras del Puerto era animada desde la prensa a tomar medidas para evitar su deterioro, así como el peligro en que se estaban poniendo las casas de la playa. Era la primera vez en que se asociaba, la perdida de la playa, a las obras del Contramuelle de Arriluze: “...Las actuales mareas vivas han producido gran alteración en la playa de Las Arenas, llevándose tal considerable cantidad de arena, que no solo ha ocasionado desperfectos en la escollera formada, como protección, por cuenta de la Junta de Obras del Puerto, sino lo que es mucho más sensible, ha socavado el muro de contención de la propiedad de la señora viuda de Gaminde, que se ha venido a tierra, dejando en la mayor exposición a la casa.

Anteayer y ayer por la mañana se ha acumulado gran cantidad de piedra para salvarla. Es evidente que los efectos de la construcción del contramuelle de Algorta vienen extendiéndose desde el punto denominado la Avanzada hacia el muelle de Las Arenas; y de continuar esta tendencia, hasta hora tan constante muy pronto se verán amenazadas las demás casas de la playa de Las Arenas.

La situación como se ve, es grave. ¿No cree, por tanto, la Junta de Obras del Puerto, que ha llegado el momento de proceder, sin dilación, a las obras del malecón de la zona marítima, de servicio público, que, según tenemos entendido, ya están acordadas, evitando así el inminente peligro que hoy corren las casas de la playa?...” (El Noticiero Bilbaíno del 24 de febrero de 1898).

En la próxima entrada veremos como la “Gaceta” publicaba una Real Orden sobre la higiene en los cementerios.