Retomando
“La naciente población de baños”, de la que
hablaba en mi entrada del 5 de Marzo, a lo largo de los próximos
días iremos viendo cómo la élite de la sociedad se asentó en
nuestros arenales. Además la llegada de nuevas gentes atraídas por
esa novedosa actividad, que visitaban con regularidad nuestro barrio,
se asentaron en él siguiendo la estela de los ya llegados, y cómo
la prensa recogía las noticias.
Durante
1886 podíamos leer noticias recogidas en los escasos medios de la
época. Entre los establecimientos balnearios estaban los “Baños
de Mar Bilbainos” de la familia de Máximo Aguirre (1869),
el ya próximo a nacer de Felipa Bustingorri (1888), ambos en
Areeta-Las Arenas. Los de Algorta, “La Perla” lo
haría en 1886 y años más tarde el de “Igeretxe”
(1913).
El
desarrollo industrial generaba que algunos grupos sociales
dispusieran de mas tiempo libre, la contaminación de los grandes
núcleos urbanos, provocó que esos grupos buscasen lugares menos
castigados, especializados en la oferta de servicios de tiempo libre,
para las nuevas élites burguesas.
En
Getxo, el barrio de Las Arenas jugará un papel importante en la
nueva forma de ocio. Será a partir de la urbanización de los
arenales, que comenzó en la década de los sesenta del XIX, cuando
se configuraría como una estación de baños de referencia, durante
las temporadas veraniegas. Su centro neurálgico fue el edificio de
los Aguirre. Así, esa vida de holganza comenzó a desarrollarse en
nuestros barrios.
A
ello colaboró de forma activa, los nuevos tratamientos aconsejados
por la medicina. Eran muchos los galenos que aconsejaban los mismos,
tanto para niños como mayores. En 1850 en una publicación de
Vicente de Urquiola, titulada Manual de Baños de Mar”, dicho
galeno decía: “...El
uso de los baños de mar generalmente harto desconocido o desestimado
entre nosotros. La boga, de que hoy goza justamente, no procede del
espíritu de la moda, sino del convencimiento tan íntimo como
general, que hay entre los médicos, de los beneficios que con ellos
reporta a humanidad.
Su
utilidad es incontestable y se halla demostrada por,
la
afluencia cada vez mayor de las gentes que vienen a las orillas del
Océano Cantábrico en solicitud de alivio y curación de sus
males...”.
Otro de
esos terapeutas, el Dr. Gaudet (Médico Inspector de los baños de
mar de Dieppe), también en 1850 señalaba sus benefactoras
cualidades, y refiriéndose a los más pequeños decía: “...Que
los baños de mar son mi agente terapéutico poderoso, lo prueba la
generalidad con que en el día se ponen en uso contra diferentes
enfermedades, entre estas el raquitismo y las escrófulas, tormento
de la infancia...”.
Por otro
lado en 1877, el medico catalán A. Bataller, en su “Guia
del bañista o Reglas para tomar con provecho los baños de Mar”
decía a cerca de ellos: “...el
uso de uno de los más potentes recursos con que cuenta la higiene
para influir sobre nuestro organismo, modificando ventajosamente sus
órganos y funciones, a fin de conseguir su objeto, que no es otro
que la conservación de la salud: este poderoso agente es el baño de
mar...”.
Aunque más adelante reconociera que: “...No
negaré que haya quien pase una temporada en el litoral sin necesidad
y sólo por pagar tributo a esta costumbre, cada día más en
boga...”.
Sumando
a esto el atractivo de una zona aún sin explotar, la necesidad de
nuevas sensaciones y la salida de la rutina, fueron los factores que
influyeron en la sociedad que podía permitírselo. Y el barrio fue
poco a poco acondicionándose para servir a esos señores. Es curioso
ver la estadística que años antes (1875) se realizaba sobre las
expectativas de vida. Se afirmaba que había crecido de un modo
notable. Los datos que la prensa ofrecía eran los siguientes:
Durante
el siglo XVII, la esperanza de vida era de 23 años.
Antes
de 1789 era de 29 años y nueve meses.
En
1817 era de 31 años y ocho meses.
En
1834 de 34 años.
En
1875 de 40 años.
En
esa época aconsejaban proscribir los excesos, habitar climas sanos,
mantener costumbres sencillas, la vida familiar, los “trabajos
moderados”, y sobre todo desterrar los placeres abusivos ¿A
qué se referían aquellos columnistas, que achacaban a las malas
costumbres, el origen de la mayor parte de las muertes prematuras?.
Así
que mientras las clases más deprimidas (la mayoría), sufría los
embates del rigor de aquellos “malos hábitos”,
viendo sus expectativas de vidas reducidas, los favorecidos por la
diosa “fortuna”, se solazaban en los elegantes
salones de los balnearios, disfrutando de sus paseos y baños, de sus
bien servidas mesas, también de la gran playa de Las Arenas. Para
ello la prensa Bilbaina ejercía como mesalina de aquellos vicios,
que solo unos pocos podían darse.
Como
curiosidad relativa a sus banquetes estaba la noticia que el 4 de
Marzo de 1875 aparecía en un diario, la pesca de angulas en la
cercana villa de Bilbao había sido ese día tan abundante, que llegó
a venderse en la plaza del mercado a 6 reales la libra !Quien
las pillara!. Por otro lado las comunicaciones mejoraban
rápidamente, se anunciaba la colocación de un segundo cable
subterráneo entre el amarre del submarino en Las Arenas y la
estación telegráfica de Bilbao.
El
transporte por carretera, a pesar de las precarias condiciones de las
mismas, también mejoraba. Las comunicaciones entre Bilbao y Las
Arenas se realizaban en coches tirados por caballos. El 10 de marzo
se anunciaba en la prensa, que el servicio de coches tirados por
caballos salía de la calle Los Fueros esquina con el Boulevard,
junto a la tienda “La Bota de Oro”. Los horarios de
salida eran desde las 6 de la mañana hasta las 17 de la tarde, cada
hora, el precio del billete de ida era de 2 reales. Según parece
algunos de los medios de transporte eran lo que se llamaba “ómnibus”
(carruajes tirados por caballos con doce asientos). Durante el verano
(agosto), con motivo de la temporada de baños aumentaban su
frecuencia. Tenían su salida desde Bilbao hacía Las Arenas cada
media hora, desde las 6 de la mañana hasta las 17 de la tarde. El
precio del billete era de 3 reales. Era habitual que muchos bilbainos
se trasladaran a Las Arenas y Portugalete, para disfrutar de las
playas, y los múltiples atractivos que ambas poblaciones ofrecían a
los vecinos de la villa de D. Diego. En algunos casos era tal la
afluencia que por falta de transporte para la vuelta, se veían
obligados a pernoctar en las localidades costeras.
Pero
esperemos un poco y veamos alguno de los hábitos de aquella clase
dominante. Ya en 1875 se anunciaba un servicio de vapores marítimos
entre Bilbao y Baiona, a bordo del vapor Elvira, que estaba fondeado
en Olabeaga. Se realizaban tres salidas mensuales entre ambos
puertos. Por sus precios, 200 Rvn. (reales de vellón) en primeras
cámaras, y 100 Rvn. en cubierta, se podía advertir que aquellos
viajes no estaban al alcance de todos los pobladores de Bilbao y sus
entornos. Mientras, llegaban noticias de las guerras Carlistas, y
quizá como burla de algunos de aquellos contendientes, reflejaban el
6 de junio de 1875 la siguiente noticia: “...En la última
exposición de burros verificada en Londres, ha ganado el premio uno
de estos animales llamado Don Cárlos...”. En la prensa
diaria, hablaban de que 15 vapores que realizaban la ruta entre
Santander y Sokoa. Resultaba curiosa la publicidad referida a los
vapores que hacían el trayecto entre Bilbao y la Habana, en la misma
se decía: “...Se admiten pasajeros, a los que en todo el
viaje, se les dará carne y pan frescos...”. En Agosto de
aquel año, relacionado con aquella nueva moda de los baños de mar,
se anunciaba: “...En la nueva fonda situada en Portugalete,
en la primera manzana del Muelle Nuevo, se admiten bañistas para la
temporada del mes de Septiembre...”. Aquel furor veraniego
cruzaría la ría afincándose en nuestros barrios.
El
14 de marzo de 1876 aparecía publicado en la “Gaceta de
Madrid” una Real Orden en la que el Director de Obras
Publicas C. Toreno daba cuenta de la autorización concedida a
Eduardo de Aguirre, para construir en Las Arenas (Getxo) un
Balneario. Volvía a repetirse esta noticia esta vez el 9 de julio de
1878, y quien solicitaba la autorización era Narciso Goiri, para la
construcción en Las Arenas de un Balneario. Un año más tarde sería
Alejandro Maria Meñaca quien solicitaba un permiso similar, para
construir otro balneario, esta vez en la playa de Ereaga de Algorta.
En
la siguiente entrada seguiremos viendo nuevas informaciones, que nos
acercaban a la vida de nuestros barrios, relacionadas con ese turismo
que instaló sus haciendas en nuestro municipio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario