En
la anterior entrada veíamos cómo el rugir de los cañones volvía a
sonar sobre los cielos de Getxo. Y cómo los prófugos en Getxo y las
aplicaciones de la Ley, provocaban situaciones cuando menos chirenes
El
Pueblo estaba creciendo, los servicios eran escasos y los
enfrentamientos de los barrios y el Gobierno de la Provincia también
eran frecuentes. Algunos vecinos de Las Arenas, D. Juan Vidaurrazaga
y D. Francisco Orube, habían acudido al Gobernador, y éste había
instado al consistorio: “...Para
que incluya en el presupuesto municipal del próximo año 1887-1888,
la cantidad necesaria para la ejecución del alcantarillado del
barrio de Las Arenas...”
El Ayuntamiento consideró que esta obligación era perjudicial para
las cuentas municipales y que no era facultad del gobierno de la
Provincia, ese aspecto, por lo que decidieron recurrir al Ministro de
la Gobernación. Fue el abogado D. Benigno Goldaracena el encargado
de llevara a efecto aquel recurso.
Las
cédulas personales, que eran utilizadas como medios de control para
policía y reparto de contribuciones y cargas, (en ellas se recogían
toda clase de datos relativos a los vecinos nombre y apellidos
paterno y materno, estado, profesión, domicilio, provincia a la que
pertenecía; las cédulas de vecindad, por la Ley de Presupuestos de
8 de junio de 1870, fueron convertidas en un impuesto con el nombre
de cédulas de empadronamiento). Durante el año económico 1885-1886
se repartieron en nuestro municipio un total de 1.667 cédulas por un
valor de 1.330,50 pesetas.
A
finales de septiembre de 1886, al igual que durante años
precedentes, las solicitudes de socorro de familias pobres llegaban a
nuestros ediles. Era el caso de una ama de casa de nuestro pueblo,
que planteaba su critica situación: “...Soy
viuda y vecina de esta localidad, solicito se me conceda algún
socorro para aliviar mi triste situación, por haber dado a luz una
niña hace pocos días. Soy enteramente pobre y sin recursos, sin
poder ganar dinero alguno debido a mi reciente alumbramiento...”
El consistorio decidía: “...Señalar
a favor de dicha señora, para poder atender a la criatura, la
cantidad de 180 pesetas para un año, con la condición de que si en
ese plazo falleciera la niña, en es momento cesará el socorro que
se concede...”
Este hecho nos da una idea de las difíciles condiciones de
supervivencia de los niños, sobre todo en familias pobres.
Por
esos días, era D. Robustiano Larrondo, quien deseando construir una
casa frente a la estación de Las Arenas, solicitaba del consistorio
que se le autorizara a conducir materiales desde los muelles de
dicha localidad con carros hasta el punto expresado.
El
7 de octubre de 1886, se daba cuenta de los beneficios obtenidos
aquel verano por las casetas de baño establecidas en las playas de
Getxo, los cuales ascendían a 298,35 pesetas.
Los
precios de la carne en nuestros barrios requerían la intervención
de nuestros ediles. Ya que mientras en Bilbao el medio kilogramo
costaba 60 céntimos de pesetas, en el barrio de Las Arenas por ese
mismo peso se estaba cobrando a 75 céntimos de peseta. Por lo que
exigían al rematante de abastos justificara aquel sobre precio.
Parece que los precios ya desde entonces hacían de nuestro municipio
un lugar muy caro para la vecindad.
El
día 10 de octubre de 1886, aparecían en “El Noticiero Bibaíno”
bajo el titular “El Puerto del Abra”, las memorias del progreso
de las obras de la ría de Bilbao entre 1880-1881. En dicho artículo,
escrito por un vecino de Algorta, D. Dioniso de Zubiaga, se indicaba
que: “...En
el año 1886, el ingeniero D. Evaristo de Churruca, solicitó de las
cofradías de los puertos de Algorta, Portugalete y Santurce,
informaran sobre dicho proyecto: “...Para la formación de un
Puerto, solicitado por los inteligentes pilotos de Algorta y Guecho.
Siendo en aquella fecha mayordomo de la Cofradía del Puerto de
Algorta D. José Antonio de Uriarte, padre del nuevo Diputado electo.
Por ello los inteligentes marinos de las cuatro cofradías de este
Abra, para que como marinos y prácticos del Abra, emitan su
informe, sobre el lugar idóneo para la construcción de dicho
Puerto. Dichos marinos me han transmitido su pesar por no haber sido
consultados en esta ocasión...”
En aquel artículo, como contestación a otro publicado por “El
Porvenir Vascongado”, se decía: “...No
hay duda que el puerto del Abra va preocupando a la opinión pública,
si nos hacemos cargo del estado tan lastimoso en que quedaríamos
sumidos, y lo que sucede con los esfuerzos de cerca de seis siglos,
de los infatigables de esta localidad, con la prolongación de los
muelles de la ría, consiguiendo solo un aumento del fondo en la
desembocadura, gastando inmensos caudales para conseguir un fondo de
23 pies. Quedaríamos en un estado lastimoso al igual que el puerto
de Sanwich, en algún tiempo muy notable en Inglaterra…”
Y proponía al otro diario que hicieran un paralelismo entre el
Puerto que entonces se proyectaba y el de 1863.
Finalizaba
octubre de 1886 con una intervención de los vecinos de la empinada
calle San Nicolás de Algorta. Los vecinos reclamaban al Ayuntamiento
que: “...La
fuente que se trata de colocar, según nos hemos enterado, junto a la
casa llamada Uriena, se coloque junto a la casa Ficaena, en la misma
calle…” El consistorio decidía: “...Colocar dicha fuente junto
a la casa donde se halla establecida la cátedra de Francés y
Comercio, por el lado de la calle Tánger (hoy Ribera)...”
Se trataba del edificio que antes había sido Ermita de San Nicolás
al final de dicha cuesta.
La
verdad es que las obras de traída de aguas a Algorta daban mucha
guerra al consistorio. Los carros y carretas que transitaban desde la
calle Carreta a Alango, lo hacían en medio de un barrizal que en sus
laterales se encontraban las tuberías de conducción de aguas, ya
que éstas eran de barro y resultaban dañadas. En vista de ello y de
la solicitud del rematante de la obra, D. José Miguel Bilbao, el
Ayuntamiento decidía: “...Colocar
tablero con la indicación prohibido el paso de carros mientras
duren las obras...”
Por otro lado, para evitar el deterioro que el paso de los carros
venían produciendo, sobre todo en los cruces de las calles, el
Ayuntamiento acordaba colocar encachados de piedra adoquinada en
todos los cruces de las calles del municipio, quitando las aceras
existentes. Así como arreglar la calzada que iba desde la Iglesia de
Santa María hasta la casa llamada Trampena, cercana a dicha iglesia;
y el camino de carros que iba desde Jauregi hasta la Taberna del
Ángel de Getxo.
Durante
los meses de septiembre y octubre, en que la fuerza de artillería
había estado acantonada en el Fuerte las Canteras, el industrial de
Algorta, D. Máximo Llanta, suministró a dicha fuerza 3,225 raciones
de pan, cuyo coste unitario fue de 22 céntimos de peseta.
Y
se procedía al sellado de la puerta de la parte Norte de la Escuela
de Niñas Pobres, con un tabique de ladrillo dejando en su parte
superior un ventanuco, porque los vientos y aguaceros procedentes de
esa latitud así lo aconsejaban.
En
la próxima entrada veremos un hecho luctuoso, que afectó a los
vecinos del Puerto Viejo de Algorta, desatando la solidaridad de toda
la Provincia.
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