En la anterior entrada de esta serie sobre el último cuarto del Siglo XIX, veíamos como, se trataba en el pleno Municipal, sobre unas obras realizadas en el punto de Txomintxu de Algorta.
La epidemia de viruela acechaba a municipios próximos a nuestra Anteiglesia. La prensa local situaba el punto variloso en el municipio de Erandio y el Delegado de Sanidad establecía las siguientes medidas: “...Que proceda a la vacunación y revacunación de los vecinos, con alguna frecuencia. Cerrar la escuela particular establecida en la calle Tejada por haber ocurrido un caso de viruela. Que se desinfecten las letrinas por medio cloruro de cal. Que se proceda a cegar los pozos negros. Que se de salida a las aguas estancadas. Que se vigilen los géneros alimenticios y se practiquen minuciosos análisis, lo mismo que en las bebidas.
Prohibir que las aves de corral se críen en las habitaciones. Obligar a los propietarios al blanqueo de las habitaciones. Que las ropas de los varilosos, antes de limpiarlas se cuezan en la lejiadora instalada en el lavadero público...” (El Nervión del 29 de octubre de 1897).
La industria Bizkaina, en aquellos años, era rica en mineral de hierro, la flota mercante matriculada en de Bilbao, bien de casco de hierro o acero y de tracción a vapor encontró una importante oportunidad de expansión, incorporando a sus negocios la exportación de mineral a Gran Bretaña y retornando de aquel país con carbón y coque para la siderurgia local. Los buques británicos, principalmente, controlaron la inmensa mayoría de los fletes de carbón y mineral por el puerto de Bilbao entre 1870 y 1898. Algunos de aquellos fletes eran recogidos por la prensa local: “...En breve entrará en este puerto el vapor «Abril» conduciendo más de 2.000 toneladas de carbón para las fábricas de Bilbao...” (El Nervión del 29 de octubre de 1897).
El listado que acompaña a esta mención nos deja el dato de quienes los principales propietarios de las compañías de vapor, y su procedencia, a finales de 1897:
“...Ramón de la Sota (Bilbao)
Eduardo Aznar de la Sota (Bilbao)
José M. Palacio (Barcelona)
José Zubiaga y Careaga (Algorta)
Tomás de Zubiría e Ibarra (Bilbao)
José M. Arteche y Osante (Bilbao)
Luis M." Aznar y Tutor (Bilbao)
Marqués de Urquijo (Madrid)
Juan de Barasorda (Algorta)
Pedro de Zubiría e Ibarra (Bilbao)
Leonor de Salazar (Llodio)...” (Memoria de las Compañías de Vapores de 1897).
Entre tanto, las tardes en el barrio de Las Arenas, eran amenizadas por la Banda de Garellano, que era contratada por algunos comerciantes de aquel barrio: “...La Banda de Garellano ofrece sus conciertos en el kiosko de Las Arenas los domingos de 15:30 a 19:00 de la noche...” (El Nervión del 30 de octubre de 1897). Dicha banda ofrecía, para alegrar los oidos de los asistentes, pasodobles, polkas, walses, mazurkas, tangos y jotas.
Y llegábamos a una de las fechas “La S emana de Animas”, en la que curiosamente se celebra un hecho luctuoso, el día de muertos, que recuerda aquellas palabras de Gustavo Adolfo Béquer: “...!Que solos se quedan los muertos!..” Y que al llegar ese día sin embargo de repente se siente, digo yo, tan acompañados. Representado por algunos versos que decían: “...Circundados por la ruinosa tapia de cal, de barro, de canto y yedra, de cipreses le dan sombra, y entre sus ramas gorjean las aves. Y allá, en la noche, la luna sobre él sus miradas echa...” Y enlazando con esta celebración, recordar algunas costumbres que a lo largo y ancho de Euskal Herria se acostumbraba a hacer: En algunas zonas del duranguesado se utilizaban calabazas a las que se le hacían ojos y boca, poniendo una vela encendida en el interior imitando el aspecto de una calavera, la cual se colocaba en la torre de la iglesia. Otras respondían a creencias de los pueblos, por ejemplo en Getxo se creía que: “...Si los cuervos sobrevolaban reiteradamente un caserío graznando es que alguno de sus moradores iba a morir...”
Incluso era costumbre en nuestra Anteiglesia: “...La prohibición de escuchar la radio durante el tiempo que duraba el luto...” Tradiciones o ritos que incluían la quema del jergón, que se acostumbraba a realizar en el cruce de caminos más próximo a la casa del finado. (Ritos funerarios en Vasconia, de Gurutzi Arregi – Etniker). Eran días aquellos en que el tañido lento y compasado de la campana recordaba el “Día de Ánimas”. Mientras que en nuestro Pueblo y cercanías: “...Se podía ver las playas de Las Arenas y Portugalete una extraordinaria concurrencia...” (El Nervión del 1 de noviembre de 1897).
En la próxima entrada veremos como el vigía del faro de la Galea solicitaba permiso para colocar postes para establecer línea telefónica desde dicho punto hasta Algorta.
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